UNA ENTIDAD SUTIL CUSTODIA LAS
SELVAS DEL MANÚ, DONDE ESTARÍA LA MÍTICA PAITITI? ¿SE TRATA DE UN SER
CONCRETO ACTUANDO DESDE OTRAS DIMENSIONES? ¿ES UNA “MANIFESTACIÓN” DEL
ESPÍRITU FEMENINO DE LA TIERRA?
En agosto de 2000 llevé a cabo mi tercera expedición a las selvas del
Paititi. Fue la última vez que visité ese lugar sagrado. Como casi todas
las expediciones que se dirigen a este enclave en la selva sur oriental
del Perú, esperábamos aproximarnos a la entrada secreta de la Hermandad
Blanca. No hallamos esa entrada física, ni esa ciudad oculta bajo la
selva -salvo algunas piedras de clara manufactura humana, restos de
muros presuntamente incas, o puntas de flechas, pero nada más allá de
eso-. Todas las expediciones que han partido, hasta la fecha, no han
podido hallar la ciudad perdida. Hoy comprendemos que ése no era el
verdadero objetivo de ir al “Paititi”.
Desde que en 1996 conocí en Pusharo a Alcir, el guardián intraterreno
del Disco Solar, me he ocupado en profundizar el misterio de Paititi,
esa presunta ciudad perdida inca que está conectada con las actividades
de la Hermandad Blanca.
En el artículo ECIS de este mes, compartiré un extracto del relato de
nuestro viaje de agosto de 2000. Siento que tiene relación con la
verdadera naturaleza de los viajes a la selva y el mensaje de sus
poderosos custodios.
Espero que ese mensaje les llegue con la misma fuerza como me tocó a mí.
Ricardo González
EL mensaje de Cecea al otro lado del Mecanto
(Publicado originalmente en el libro “El Legado Cósmico”, de Ricardo González. Cecosami, Lima, año 2000).
Así llegó la noche, y cerca de las 7:00 p.m. nos dispusimos a realizar
una meditación para conectarnos con la Hermandad Blanca. Nimer se
ofreció a dirigirla, pidiéndonos acostarnos sobre los plásticos, y de
esta forma facilitar la relajación. Realmente lo que Nimer deseaba era
llevar una práctica de viaje astral, lo cual hizo pero sin decir lo que
se proponía.
De un momento a otro me vi abandonando el cuerpo en una proyección
totalmente consciente. Era como si alguien me estuviese “jalando”,
encontrándome flotando sobre mis compañeros y luego atravesando la
jungla en dirección a las nacientes del Sinkibenia, el lugar donde se
cree está Paititi. Luego, recuerdo que llegaba a una gran cascada que
caía con fuerza desde gran altura. La atravesé y allí observé a una
mujer joven y hermosísima, con un velo blanco y cabellos canos,
brillante, y parecía mezclarse con el agua de la cascada. Era impactante
observarla.
⎯¿Qué buscas Nordac? ⎯me habló la mujer con una voz dulce y maternal, llamándome por mi nombre cósmico.
⎯Respuestas ⎯contesté firme, sintiendo al mismo tiempo cómo su mirada me envolvía en una indescriptible sensación de paz.
⎯Las respuestas están en todas partes… ⎯respondió despacio y sonriente.
⎯Bueno, me refiero a las respuestas que necesita el grupo ⎯repuse.
⎯Entonces búscalas en el grupo…
⎯Sí… Lo que ocurre es que quisiéramos saber cuál es nuestro siguiente paso luego de llegar aquí ⎯intervine reflexivo.
⎯El siguiente paso es retornar… Ya llegaron y han cumplido el objetivo…
⎯¿Cumplido el objetivo? ⎯Inquirí, mientras la observaba confundido levitar sobre una gran roca.
⎯Cuando tomaron la decisión de abandonar todo lo que los ataba al mundo
de afuera por acceder al nuestro y contribuir con ello al cumplimiento
de la Misión, sellaron con creces vuestra parte.
⎯Pero, ¿no teníamos que llegar más allá de lo que se había hecho en los viajes anteriores?
⎯Amados, en verdad les decimos que nunca antes en la Misión alguien llegó tan lejos como ustedes… ¿Comprendes?
Cecea era quien me hablaba. Entonces comprendí que no podíamos evaluar
un viaje como éste por las distancias físicas, como si se tratase de una
carrera de aventura donde luego se confronta quién se internó más en la
selva, o quién vivió mejores experiencias. En realidad se buscaba otra
cosa…
⎯Lo que dijo Alcir era un acertijo, un juego de palabras para probarnos, ¿verdad? ⎯consulté.
⎯No exactamente. Alcir les habló con verdad y ustedes despertaron. Ahora retornarán al mundo, pero sin pertenecer a él…
⎯¿Y que sucedió con la información que nos entregarían? ⎯preguntaba en
relación a los diferentes mensajes que afirmaban la recepción de un
importante archivo que custodia la Hermandad Blanca del Paititi.
⎯La poseen. Hemos depositado siete esferas de energía que contiene
información relativa al Plan Cósmico y el programa de contacto en cada
uno de ustedes. En Pusharo comprobarán lo que han recibido y empezarán a
entender. Deben saber que ahora vuelven con la luz en vuestros
corazones y nuestro total apoyo en su misión. Ya pueden regresar…
Luego de escucharla quedé muy contento, pero con cierta preocupación del
mensaje recibido, ya que haría añicos nuevamente el esquema mental del
grupo.
⎯¿Deseas una corroboración? ⎯intervino Cecea, interceptando mis
pensamientos⎯. Vuelve, y al abrir los ojos verás la nave que
materializaremos sobre ustedes, para que así estén seguros y no tengan
dudas de lo que les decimos…
En unos instantes más me encontraba en mi cuerpo, sin poder olvidarme
cada palabra de la Guardiana de la Puerta. Entonces abrí los ojos y ante
mi rostro demudado, de la nada “apareció” una nave ⎯un objeto circular
intensamente encendido en luz blanca⎯, exactamente sobre el grupo,
emitiendo sus poderosas luces como llamando nuestra atención. Sin
esperar mucho avisé a los muchachos, a pesar que aún seguían en estado
de meditación, siendo Carlos y Maribel quienes vieron igual de
sorprendidos la contundente manifestación de los Guías. Luego de unos
segundos más ⎯todo fue muy rápido⎯ el objeto “desapareció” de nuestra
vista, como si hubiese sido “tragado”. Realmente espectacular.
Inmediatamente compartí la experiencia con el grupo, percatándonos, y
aún más para mi asombro, que no fui el único que recibió el mensaje de
Cecea. La “Dama de Dávalos” -la guardiana que otorga el “aval” para
conectar con Paititi- había transmitido el mismo mensaje a otros
miembros del grupo.
Fue cuando compartíamos todo esto que se mostró un segundo objeto, que
inicialmente se hallaba suspendido sobre nosotros, como un lucero entre
las estrellas, para luego moverse a gran velocidad describiendo una
línea sinuosa y errática, siendo Nimer y Camilo los primeros en
advertirlo. La emoción del grupo era muy grande. Todos empezamos a
comprender lo que habíamos hecho. A entenderlo todo… Habíamos enfrentado
la “Gran Prueba” que mencionó Alcir: habíamos ingresado al verdadero
Retiro Interior. Por ello, el Maestro intraterrestre nos diría en
Pusharo que las respuestas las hallaríamos dentro y no afuera…
Luego de reflexionar en todo esto nos acostamos, con la claridad de que
el viaje aún no terminaba. Intuíamos que en Pusharo, a nuestro regreso
del Mecanto, algo grande ocurriría; además, la misma Cecea lo había
anunciado.
Muro de Pusharo
A la izquierda Petroglifos de Pusharo.
Pasamos una tarde silenciosa en el campamento base de Pusharo. Nos
encontrábamos a puertas de vivir lo que algunos denominábamos “la
experiencia de cierre” de tan impresionante aventura. Dejándonos llevar
por una intuición poderosa, nos dirigimos al muro de los petroglifos
cerca de las 6:30 p.m., silentes, atentos, percibiendo en cada paso la
proximidad de los Maestros.
Cuando ya nos encontrábamos cerca de la roca, “algo” se cruzó frente a
nosotros, alarmando de inmediato a quienes íbamos delante. Fue tan
rápido que no pudimos percatarnos de los detalles, pero la impresión que
algunos de nosotros tuvimos, era como la apariencia de un pequeño ser
con manto blanco. Extraño.
Una vez que reanudamos la caminata a los petroglifos, recordaba que el
mismo Casiano (nativo del lugar) afirmó haber visto “niños de blanco”
acercarse al campamento. Además, ese mismo día, cuando nosotros nos
hallábamos en el muro meditando ⎯por la mañana al retornar de nuestra
incursión al otro lado del Mecanto⎯, nuestro guía machiguenga observó
dos luces salir del cañón y aproximarse a las tiendas, como buscando
algo, para luego marcharse a gran velocidad en dirección a Aguaroa. “Las
luces eran como sus linternas” ⎯decía el nativo al describir su
experiencia⎯.
Casiano es un hombre sensible, bondadoso y amable. Realmente parece un
niño, y quizá por ello fue testigo de todas estas manifestaciones, como
si fuese un mensaje para el grupo. Pensaba en ello cuando llegamos a los
petroglifos. Y realmente la presencia que se sentía allí era
impactante.
Luego de una meditación al pie de la roca sagrada, cada uno se fue
acercando al muro, muchos arrodillándonos y pegando nuestra frente y
manos en él, para dejarnos fluir y penetrarlo psíquicamente. Sentíamos
que los Maestros nos hablarían, que estarían allí. Y no nos equivocamos.
Rápidamente nos vimos atravesando una intrincada red de túneles que nos
llevaban a ciudades espléndidas en el mundo subterráneo, todas
comunicadas entre sí. Seres sabios con apariencia de ancianos en túnicas
blancas y doradas nos hablaban de su más preciado tesoro: El
conocimiento.
Entre las informaciones que recibimos en ese inolvidable viaje de agosto
del 2000, se nos dijo que Cecea, la Guardiana de la Puerta, tenía sus
orígenes en un mundo del sistema estelar de Sirio. Y en relación a las
esferas de energía que ella depositó en nosotros, se nos dijo que se
trataban de emanaciones de información del Disco Solar del Paititi. Pero
no sólo eran archivos de información, sino una especie de “llave” o
“contraseña”, que al exponerse ante la energía de ciertos lugares
sagrados de la Hermandad Blanca, se “activa”, permitiendo acceder a los
más profundos secretos y verdades protegidas desde hace mucho. Yo lo he
podido comprobar en los distintos viajes que he realizado por todo el
mundo para conectar con los misterios de los maestros intraterrenos…
Se nos habló, además, que a partir de marzo del 2001 terminaríamos de
asimilar, recordar y comprender todo lo recibido, y que el lugar clave
para ello sería el Monte Sinaí en Egipto, por cuanto en él se encuentra
oculto un antiguo objeto sagrado que jugaría un papel gravitante para el
futuro de la humanidad (Nota: el viaje a Egipto se hizo y ciertamente
fue importante para seguir hilando todas estas revelaciones).
La Gran Triangulación de agosto de 2000, que había logrado tres
expediciones simultáneas a Paititi, la Cueva de los Tayos y la Sierra
del Roncador ⎯por primera vez en toda la historia de nuestra experiencia
de contacto⎯ generaría importantes cambios en nuestro proceso como
grupo. No era descabellado el pensarlo, teniendo en cuenta que
diferentes mensajes de los Guías extraterrestre siempre aludieron a
estos tres lugares y su marcada importancia para Sudamérica y el mundo.
Algo sucedería al haber penetrado, simultáneamente, en sus territorios
sagrados (Nota: una de las consecuencias de estos viajes y el paso que
dimos en ellos fue la posterior visita a una base orbital extraterrestre
en febrero de 2001).
Sentimos como si hubiésemos abierto una puerta a nuevas experiencias e
informaciones claves en nuestro proceso de contacto. Si no estábamos
equivocados, debíamos estar preparados para ir rompiendo todos aquellos
esquemas mentales que teníamos sobre la Misión, ya que iríamos
despertando nuevos conocimientos que delinearían con mayor precisión el
camino que ya veníamos transitando. Sentíamos que se produciría una
definición y auto selección colectiva.
Al concluir nuestra experiencia de proyección en Pusharo, estas
sensaciones, imágenes, e incluso las propias palabras de los Maestros,
resonaban intensamente en nuestras mentes. Y, para coronar la situación,
a mitad de nuestras primeras percepciones sobre lo que habíamos vivido
en el muro, los matorrales empezaron a moverse… Unos firmes pasos
quebraban el silencio. Entonces observamos personas con togas blancas
abrirse paso entre la jungla, como rodeando al grupo, observándolo todo.
Parecían estar hechos de luz. Caminaban despacio a nuestro alrededor
mientras sus cuerpos nos irradiaban de una energía especial.
Pero uno de estos personajes no se movía. Vestido también de blanco,
aquel hombre se encontraba de pie donde el muro se inicia, y
definitivamente, se le podía notar con claridad, a pesar de hallarse
ubicado tras unas lianas. Cuando me acerqué hacia él, dejándome llevar
sólo por un impulso, noté que a diferencia de las contundentes
proyecciones holográficas que rodeaban al grupo, este personaje se
hallaba allí ¡físicamente! Era Alcir.
Entonces llamé a Maribel, que estaba a mi lado y que ya había detectado
la presencia. Luego Carlos se integró y los tres nos aproximamos, viendo
como el Maestro, que irradiaba una poderosa energía ⎯al punto que hacía
estremecer nuestros cuerpos⎯ se alejaba a paso lento, como
despidiéndose, ascendiendo la escarpada que conduce a una trocha que
lleva hasta la misma cima del muro ⎯unos 30 metros de altura⎯,
sacudiendo los matorrales para abrirse paso. Al parecer, sólo quería que
le viéramos. Que estaba cerca, observando. No fue poco…
Decidimos entonces reunirnos los siete y no dispersarnos como suele
suceder en experiencias como esta. Nimer también se nos acercó,
visiblemente emocionado, pero no por las presencias, sino por una
luciérnaga que se posó en su mano ⎯y que nos mostró⎯ luego de vivir un
extraordinario encuentro con Cecea en el muro. Era gratificante
comprobar que toda esta experiencia ⎯a nuestro juicio la más importante
del viaje⎯ la vivía todo el grupo como una verdadera unidad.
Tan rápido como aparecieron aquellos hombres de blanco, se marcharon. Su
proximidad, inexplicablemente, había producido un cambio en todo el
lugar. Y también en nosotros. No sabría definirlo.
Al salir del muro, escudriñé el cielo abierto que se nos mostraba
aquella noche. A voz en cuello le pedí a los Guías ⎯los sentía cerca⎯
que se mostrasen al grupo como una señal que respaldara el cumplimiento
final de los objetivos del viaje y todo cuanto se nos dijo en el muro.
Inmediatamente una nave encendió y apagó sus luces, como pequeños
fogonazos, en una manifestación concreta y palpable.
¡Yo no lo vi! ¡Que se muestren otra vez! ⎯Decían algunos a coro.
Honestamente no imaginé que lo volverían hacer, pero ni bien solicitamos
una nueva señal, la nave se mostró en acto seguido, con sus intensas
luces, y entonces todos la vieron. Si bien es cierto en estos años de
Misión hemos aprendido que un avistamiento sólo confirma que hubo
contacto, y que no respalda necesariamente el contenido de los mensajes
⎯y esto hay que tenerlo siempre en cuenta⎯, aquí la situación era muy
distinta, por cuanto interactuábamos directamente con los Guías. La
conexión era clarísima.
Contentos y visiblemente entusiasmados regresamos al campamento.
Al día siguiente regresaríamos al mundo que dejamos y en el cual aún
teníamos mucho por hacer. Se nos había entregado un mensaje poderoso…
Al la derecha, grupo expedicionario en agosto de 2000.
Reflexión:
Paititi no es sólo una supuesta ciudad perdida inca perdida en la selvas
del Manú. Se trata de un santuario de la misteriosa Hermandad Blanca.
Diversos grupos espirituales y de contacto han acudido a este lugar
recóndito del Perú desde los años 50, procurando llegar a sus puertas.
Pero nadie lo ha conseguido. Y ello no sucederá porque aún no es el
momento. Primero debemos ingresar en nuestro propio “Retiro Interior
personal”.
Sé que puede sonar ridículo viajar a un lugar tan alejado y peligroso
para vivir experiencias espirituales y simbólicas que perfectamente
podrían darse en cualquier otro punto menos comprometido. Si embargo,
lidiar con esos ríos, piedras, lluvias torrenciales y largas caminatas,
vuelve humilde al caminante y le hace ver cosas que en otros contextos
no comprendería. Eso hace Paititi. Pero el viaje de agosto de 2000 no
fue sólo “simbólico”. Hubo un encuentro físico con Alcir que advertía, a
manera de acertijo, lo que implica “ingresar a la Hermandad Blanca”. La
experiencia con Cecea en el astral también fue extraordinaria. Y la
aparición de las naves, siempre ocurrió en los momentos exactos y de
forma contundente. Todo este despliegue para recordarnos hacia adónde
debíamos orientar nuestros esfuerzos.
La Dama de Dávalos, o Cecea, es una entidad sutil que custodia las
selvas del Paititi. Hoy se la interpreta como una “manifestación del
espíritu femenino de la Tierra”. La información original la describía
como la esencia de una antigua cosmonauta extraterrestre que llegó al
Manú para hacer estudios científicos de la variada vegetación que crece
en esas selvas. Como fuese, ese ser existe. Y fue un privilegio haber
tenido un contacto concreto con su presencia en agosto del año 2000.
Hoy, a casi 14 años de ese viaje, siento que cuando terminemos de comprender lo que dijo Cecea, dejaremos de ir a Paititi.
Informando: http://elarcadelmisterio.blogspot.com/
Fuente: legadocosmico
Muy buen comienzo! Tengo ganas de saber más! Estamos un poco en la misma línea de resolver misterios. Yo uso más el humor, pero siempre desde el respeto. Un beso de una seguidora desde ya!
ResponderEliminarEn una sesión de hipnosis clínica, tuve una imagen de n ser igual al representado en la foto. En una regresión veo a una mujer embarazada tirandose a la cascada. Y en una de esas sesiones el maestro que se manifestó dice" busca debajo pues también allí hay energías". Y en un "sueño" los maestros me muestran 7 "lunas". Todo esto me parece familiar pero busco más respuestas al respecto porque además, de niño he pintado un paisaje el cual sería en mi interpretación "la cascada del paititi" me gustaría de verdad ponerme en contacto con ustedes. Gracias.
ResponderEliminarEste es un anuncio para el público en general, estamos interesados en
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