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viernes, 11 de octubre de 2013

El último secreto de Tutankhamón: una joya creada por un cometa



Por primera vez se encuentra un fragmento del impacto de un cometa sobre la Tierra, que fundió la arena del desierto en vidrios empleados como joyas por los antiguos egipcios

El último secreto de Tutankhamón: una joya creada por un cometa
Terry Bakker
Ilustración del cometa estallando en la atmósfera sobre el desierto de Egipto


Cuando en 1922 Howard Carter y Lord Carnavon hallaron la tumba del faraón Tutankhamón en el Valle de los Reyes, la noticia dio la vuelta al mundo, en una época en la que semejante difusión no era algo fácil de conseguir. Entre las maravillas encontradas por los arqueólogos en aquel mausoleo, la imagen de la máscara funeraria de oro ha sido siempre la más popular. Y sin embargo, hay otra pieza que no levantó tanta admiración en su día, pero cuya imagen está dando la vuelta al mundo hoy, 91 años después del hallazgo.
El último secreto de Tutankhamón: una joya creada por un cometa
Jon Bodsworth
Pectoral del rey hallado en la tumba de Tutankhamón. El escarabajo del centro está esculpido en un vidrio de sílice formado por el impacto del cometa





Se trata de un pectoral, un colgante con un gran escarabajo de vidrio de sílice en su centro. La gema, pulida por los artesanos, era uno de los llamados vidrios del desierto de Libia, piedras de color amarillo que se encuentran dispersas en un área de 6.000 kilómetros cuadrados del Sáhara, que tienen unos 28 millones de años de antigüedad y que son conocidas desde el Pleistoceno. No así su origen: para que la arena cristalice de este modo se requiere una temperatura extremadamente alta, lo que sugería la explosión de un meteorito. Ahora, un equipo multidisciplinar de científicos surafricanos ha desentrañado por fin el secreto de estos vidrios y, con ello, ha mostrado la primera prueba jamás conocida del impacto de un cometa sobre la Tierra. Los resultados se publican en la revista Earth and Planetary Science Letters y se presentan este jueves en una conferencia en la Universidad surafricana de Witwatersrand.
Se conocen muchos casos de impactos de meteoritos en nuestro planeta. Por el contrario, nunca se han encontrado restos de cometas, a excepción de algunas partículas de polvo a gran altitud en la atmósfera y de ciertos residuos carbonados en el hielo de la Antártida. “Los cometas siempre visitan nuestros cielos; son esas bolas de nieve sucia, de hielo mezclado con polvo. Pero nunca antes en la historia se ha encontrado material de un cometa en la Tierra”, señala el coautor del nuevo estudio David Block, de Witwatersrand.
De hecho, el interés científico de este tipo de material ha impulsado el desarrollo de misiones espaciales destinadas a recoger muestras de estos cuerpos errantes. “La NASA y la Agencia Europea del Espacio (ESA) gastan miles de millones de dólares en recoger unos pocos microgramos de material de cometas y traerlos de vuelta a la Tierra”, apunta el director del estudio, el geoquímico de la Universidad de Johanesburgo Jan Kramers. “Ahora tenemos un abordaje radicalmente nuevo para estudiar este material”, presume.
El trabajo de Kramers, Block y sus colaboradores no se limita a explicar la cristalización de la arena, sino que revela un enorme hallazgo, un fragmento del cometa que provocó el fenómeno. Su trabajo se ha centrado en un misterioso guijarro negro que un geólogo egipcio encontró hace años en una zona de vidrio de sílice al suroeste de Egipto. En un principio pensaron que podía tratarse de un tipo inusual de meteorito, pero los análisis químicos practicados a la piedra descartaron una a una todas las hipótesis. No era carbón terrestre, ni roca meteorítica, y sin embargo ciertos isótopos apuntaban sin cuestión a un origen extraterrestre. Solo quedó una explicación: tenían entre manos el primer espécimen macroscópico procedente del núcleo de un cometa. Kramers recuerda el momento con emoción: “Es la típica euforia científica, cuando eliminas todas las demás opciones y llegas al convencimiento de lo que debe ser”.

Microdiamantes Hipatia

El hallazgo ha permitido a los investigadores reconstruir lo ocurrido hace 28 millones de años, cuando un cometa penetró en la atmósfera terrestre y explotó sobre Egipto, esparciendo sus restos y fundiendo la arena del desierto a una temperatura de unos 2.000 grados centígrados. Además de los vidrios de sílice, el enorme calor provocó la formación de microdiamantes como los que se encuentran dentro del guijarro negro, al que los científicos han bautizado como Hipatia en honor a la matemática y astrónoma de Alejandría. “Los diamantes se producen a partir de material de carbono. Normalmente se forman en las profundidades de la Tierra, donde la presión es muy alta, pero también puedes provocar una gran presión con un impacto. Parte del cometa impactó y la onda expansiva produjo los diamantes”, detalla Kramers.
Tal vez sea uno de los últimos secretos de la tumba de Tutankhamón que quedaban por revelar, pero en cambio Hipatia no ha hecho sino comenzar a mostrar los suyos. El descubrimiento ha motivado la puesta en marcha de un proyecto internacional más amplio y ambicioso destinado a escuchar lo que este guijarro puede contarnos sobre nuestros propios orígenes. “Los cometas contienen los secretos de la formación de nuestro Sistema Solar, y tenemos una oportunidad sin precedentes para estudiar material de un cometa de primera mano”, concluye Block.



Fuente:    ABC

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