Al entrar en una nueva etapa donde el ser humano no solo es capaz de leer el código genético sino también de escribirlo, surgen nuevas posibilidades para rediseñarnos y con ello el peligro de que hackers de ADN roben biocódigos o diseminen virus genéticos.
Con el descubrimiento del genoma humano
la ciencia exclamó entusiasta que el futuro pertenecía a la biología,
punta de lanza del conocimiento humano hacia nuevas fronteras. Si bien
en los últimos años este fervor ha sido alcanzado y quizás superado por
la neurociencia, la biología sintética mantiene un as bajo la manga, ya
que, al conocer el código con el que se programa la vida, tiene la
posibilidad latente de reprogramar ese código y rediseñar la vida misma:
no solo leerlo, sino escribirlo. Esto es, no solo clonar o desarrollar
nuevos seres vivos, sino alterar (y aumentar) a los seres existentes,
específicamente al hombre, hasta al punto de llevarnos a un siguiente
estadio evolutivo.
En la biología sintética se borra la
frontera entre bits y átomos, entre bytes y moléculas, y se llega a
entablar un hiprevínculo a través de la información como constituyente
universal. Hemos visto ya cómo el biólogo Craig Venter ha diseñado vida
sintética reemplazando el código genético de una bacteria con el ADN que
había compuesto en una computadora o utilizado bacterias como memorias USB para almacenar una frase de James Joyce.
Las bioimpresoras avanzan
exponencialmente y son seguramente la próxima explosión tecnológica.
Según Vivek Wadha, escribiendo para el Washington Post, no está muy
lejos el día en que las personas usen impresoras de ADN para “imprimir
sus propios tratamientos”. El colega de Wadhwa en la Singularity
University, Andrew Hessel, predice que ”diseños de vacunas de gripe se
propagarán tan rápido por las redes sociales que el proceso será tan
simple como descargar un app en un smartphone”; en diez años será
posible descargar estos diseños genéticos y adaptarlos según las
necesidades de cada quien. Hessel cree que se está gestando una
“biología paralela” que evoluciona “más rápido que la informática”.
Advierte que lo mismo que ocurre en la informática podría ocurrir en la
biología: “Veo todos estos hacks, todas estas pequeños trucos, desde el
spam hasta hackear diferentes sistemas y manipularlos de diferentes
formas”.
El fundador de Future Crimes, Marc Goodman, dice:
"La biología
sintética llevará a nuevas formas de bioterrorismo —oportunidades para
los criminales de crear biotoxinas nunca antes vistas. Estas amenazas
podrían ser imposibles de detectar porque pueden personalizarse al
genoma de cada persona o grupo de personas. El biocrimen hoy en día es
similar al cibercrimen al principio de los 80. Pocos reconocen el
problema, pero uno solo necesita observar cómo esta amenaza ha crecido
exponencialmente".
A diferencia de un virus informático
después de cuyo ataque podemos reformatear nuestra computadora, la
biocomputadora humana puede ser mucho más difícil de reformatear. Virus
letales podrían ser, increíblemente, distribuidos a través del Internet:
podríamos descargar el código de una vacuna que en realidad fuera un
virus que trastorna nuestro comportamiento, acaso de manera similar al toxoplasma,
un parásito que al introducirse en las ratas manipula su cerebro para
que se eroticen con la orina de los gatos y se conviertan en su
alimento. ¿Deberemos usar firewalls y biosoftware antivirus para
mantenernos asalvo de estas infecciones?
En otro artículo analizamos el escenario futuro del neurohacking ante
el creciente uso de una interfaz cibernética con el cerebro humano,
como son los aparatos controlados con la mente. A esto se le agrega la
inminente incorporación de la nanotecnología al cuerpo humano y la
posibilidad de incorporar aparatos de cognición externos al cerebro para
aumentar sus capacidades. Todo lo cual abre la puerta también a hackear
cerebros o diseminar programas mentales endógenos, psicotroyanos.
Asimismo es posible que la biología
sintética permita a una élite rediseñarse de tal forma que logren poseer
organismos superiores, más inteligentes y longevos. Entonces, como los
hacktivistas de la actualidad, deberán surgir hackers de ADN que roben
el código de la inmortalidad y lo dispersen por la Red, haciendo de
los elixires de la biología código abierto (y quizás antes que esto será
importante que cada quien aprenda a hackear su propio código o perecerá
programado por el código que se le imponga). Podríamos ver guerras
biológicas en las que se esparzan virus genocidas, orientados a
diferentes etnias o incluso grupos poblacionales, como podrían ser los
jóvenes de tal o cual país.
La biología sintética es una caja de Pandora
que requiere necesariamente una explosión evolutiva paralela de la
ética, de lo contrario podría convertirse en una versión moderna y de
carácter masivo de Frankenstein.
El ADN es el árbol del conocimiento que
aparece míticamente en las historias de creación, la serpiente y el
axis mundi, el libro de la vida y la “sagrada escritura”, con lo cual el
hombre regresa al jardín a jugar y en sus secretos puede encontrar la
libertad divina o la cíclica destrucción.
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