En
la Antigüedad Clásica, Escitia era la región euroasiática habitada por
los pueblos escitas desde el siglo VIII a.C. hasta el II d.C..
Su extensión varió a lo largo del tiempo, pero en general comprendía las
llanuras de la Estepa póntica desde el Danubio hasta las costas
septentrionales del Mar Negro, tal como se lo indica en el mapa.
Las regiones conocidas como Escitia en los autores clásicos incluyen: La
Estepa póntica: Kazajistán, sur de Rusia y Ucrania (habitadas por
escitas desde al menos el siglo VIII a.C.); La región al norte del
Caúcaso, incluida Azerbaiján. La posterior Sarmacia, Ucrania,
Bielorrusia y Polonia hasta el mar Báltico (antiguamente conocido como
Océano Sarmático);
La zona del sur de Ucrania y el Bajo Danubio, también llamada Escitia
Menor. La región del Sakastán, habitada por los Sakas o Indo escitas, no
suele ser considerada parte de Escitia.
En 1956 Marija Gimbutas presentó la hipótesis de los kurganes, que
combinaba arqueología y lingüística para ubicar la sede originaria de
los pueblos hablantes del protoindoeuropeo (PIE). Gimbutas nombró al
conjunto de culturas en cuestión «Kurgán» (palabra rusa tomada del
túrquico usada para determinar unos singulares túmulos sepulcrales) y
siguió su supuesta difusión por Europa.
La hipótesis tuvo un impacto significativo en los estudios
protoindoeuropeos. Los investigadores que estaban de acuerdo con
Gimbutas identificaban la cultura de Kurganes o de Yamna como reflejo de
una sociedad protoindoeuropea temprana que existió en las estepas
pónticas desde el V milenio a. C. al III milenio a. C. La hipótesis de
los kurganes como el origen del indoeuropeo asumía una expansión gradual
de la cultura arqueológica de los kurganes hasta abarcar todas las
estepas del Mar Negro –Kurgan IV–, siendo identificada con la cultura de
Yamna entre el IV y III milenio a. C.
La siguiente expansión más allá de las estepas se identificó con unas
culturas híbridas, como la cultura de las ánforas globulares en el
oeste, la migración de protogriegos a los Balcanes y las culturas
indoiranias nómadas hacia el este en torno al 2500 a. C. La
domesticación del caballo, y luego el temprano uso del carro han sido
considerados como los factores principales del aumento de movilidad de
los grupos de los kurganes y de sus pretendidas victorias militares,
facilitando su expansión sobre toda la región del grupo de Yamna.
En la hipótesis de los kurganes, la totalidad de las estepas pónticas
son consideradas el Urheimat indoeuropeo (hogar original) y en ellas se
habrían hablado un conjunto de dialectos del PIE tardío. La región
cercana al Volga etiquetada comoUrheimat marca el lugar donde se han
encontrado las restos más antiguos de la montura del caballo, que
podrían corresponder a un núcleo de PIE temprano o pre-PIE del V milenio
a. C. Se ha propuesto la cultura “kurganizada” del ánfora globular como
un Urheimat secundario, que se separó en la Cultura del Vaso
Campaniforme y de la Cerámica de Cuerdas en torno a 2300 a. C. De este
núcleo de indoeuropeización podrían proceder la mayoría de las lenguas
indoeuropeas de Europa: las lenguas itálicas, las lenguas celtas, las
lenguas germánicas y otros grupos parcial o totalmente extintos, como
las lenguas paleobalcánicas y de Centroeuropa. A ello habría que añadir
posiblemente el protomicénico. En las estepas, supuesto Urheimat
primario, seguiría existiendo hablantes de indoeuropeo. Habría por tanto
dos núcleos principales de indoeuropeización, cada uno siguiendo una
evolución independiente: el Urheimat secundario o complejo europeo, y el
Urheimat primario, del cual seguirían partiendo tribus, como las
iranias y las indoarias. Las lenguas iranias (como el antiguo escita o
el oseta) pueden considerarse herederas de la lengua indoeuropea
original hablada por tribus que nunca abandonaron su hogar primigenio.
Los sármatas (sarmatae o saurómatas -la segunda forma utilizada sobre
todo por los antiguos escritores griegos, la primera por los romanos)
fueron un pueblo al que Heródoto ubica en el siglo V a. C. en la
frontera oriental de Escitia, más allá del Tanais (actual río Don). En
el siglo III a. C. los sármatas avanzaron desde el Cáucaso invadiendo
gran parte del territorio que hasta entonces ocupaban los escitas, en el
siglo II a. C. se encuentra a los sármatas fuertemente instalados en
las estepas que rodean al mar Negro, principalmente en territorios que
actualmente corresponden a Ucrania y Polonia, de allí que en geografía
se nombre a las llanuras de Europa Oriental al este de los Cárpatos con
el nombre de Llanura Sarmática. Luego alcanzaron su máxima expansión
hacia el siglo I a. C., cuando se extendían desde el mar Negro hasta el
mar Báltico y desde el Volga hasta el Vístula y el valle medio del
Danubio. Tal territorio fue llamado por los romanos Sarmatia (Sarmacia).
Su final como potencia bélica se produce hacia el siglo III, cuando se
extiende el «imperio» de los godos hasta Crimea y luego deben afrontar
el ataque de los vándalos y los hunos. Eran un pueblo al parecer de
familia iraní relacionado con los escitas, con quienes tenían grandes
semejanzas culturales.
Los sármatas nunca llegaron a constituir un estado unificado, ya que se
encontraban divididos en varias «tribus» o parcialidades, algunas de
ellas han persistido hasta tiempos contemporáneos y otras se han fundido
con otros pueblos (los sármatas son uno de los principales linajes de
los actuales eslavos), entre las parcialidades las más destacadas eran
las de los alanos, roxolanos, yázigas y algunos creen que los rashu del
noroeste del mar Caspio formaron parte de estos sármatas-eslavos al
emigrar, conocidos por los romanos y judíos como ros. La tecnología
militar del pueblo sármata influenció la tecnología de sus aliados tanto
como la de sus enemigos. Las cualidades guerreras de los sármatas, de
sus ancestros, los saurómatas, y de sus descendientes, los alanos, han
sido, a menudo, descritas por los autores antiguos. Polibio, Diodoro
Sículo, Estrabón, Flavio Josefo, Tácito, Pausanias o Dion Casio han
dejado cuadros testimoniales muy vivos de estas tribus iraníes que
tenían costumbres tan exóticas para los griegos y los romanos. Muy
jerarquizados, los sármatas tuvieron varios reyes y, por lo menos, una
reina: Amagê. De hecho, las mujeres tenían una elevada posición social y
las guerreras de la fase antigua, que realmente existieron, han
contribuido a mantener vivo el mito de las amazonas. Inicialmente
instalados entre el Don y el Ural, los primeros sármatas invadieron los
territorios de los escitas. Después, vencieron a los partos y a los
armenios. Desde el final del siglo I a. C., se enfrentaron a los romanos
en el sur del Danubio. Durante el siglo II, después de varias
confrontaciones, los romanos reclutaron a varios lanceros sármatas. Más
tarde, crearon unidades que tomaron de los sármatas la armadura de
escamas, la lanza larga, la espada con pomo anular y hasta su insignia:
el Draco (una especie de palo tubular cuya embocadura de bronce
representa la boca de un dragón). ¡El dragón de tantas tradiciones!
Escitas (era el nombre dado en la Antigüedad a los miembros de un
pueblo, o grupo de pueblos, de origen iranio, caracterizados por una
cultura basada en el pastoreo nómada y la cría de caballos de monta.
Durante la Antigüedad Clásica, los escitas dominaron la Estepa póntica,
la cual recibió el nombre de Escitia. En la Antigüedad tardía fueron
sometidos por los sármatas, un pueblo culturalmente afín que terminó
suplantándolos como amos de las estepas. La mayor parte de lo que se
conoce sobre los escitas procede de fuentes extranjeras, concretamente
griegas y latinas. Las principales de ellas son el libro IV de la
Historia de Heródoto (440 a. C.), la Geografía de Estrabón y el poema de
Ovidio, Epístola desde el Ponto, que describe principalmente la Escitia
Menor, ambos de la misma época. La arqueología ha descubierto
testimonios de la cultura escita en los montículos funerarios de Ucrania
y el sur de Rusia. La denominación “escita” también ha sido usada para
referirse a otros pueblos de costumbres similares o que ocuparon las
regiones de Rusia, Ucrania y Asia Central, conocidas durante largo
tiempo como Escitia. Se sabe que tuvieron sus antecedentes desde el año
2000 a. C., pero su primera aparición en la historia es una alianza con
los asirios en el siglo VII a. C. Siglos más adelante colaboraron con
los medos —tribu irania emparentada con los persas— para desmembrar al
Imperio asirio.
Con sus correrías por las llanuras al norte del mar Negro, estos
guerreros seminómadas impresionaron a los antiguos griegos por su
habilidad como jinetes y arqueros, sus costumbres y riquezas. Ágiles
jinetes y diestros arqueros, tan feroces como valientes, los escitas
bebían en los cráneos de sus enemigos y daban muerte a los servidores de
sus caudillos para que los acompañaran en el Más Allá. Victoriosos
sobre el Imperio persa, en las tumbas de sus reyes el brillo del oro
atestigua su pasión por la belleza y el lujo. Los escitas fueron un
temible pueblo nómada de lengua irania y probable origen en las estepas
de Asia -entre el mar de Aral y el lago Baikal-, que se asentó en lo que
hoy es el sur de la Federación Rusa y Ucrania. Durante aproximadamente
un milenio fueron protagonistas de la historia antigua de Oriente
Próximo, llegando a invadir Egipto a finales del siglo VII a.C. -tal vez
en su momento de máximo poder- y siendo mencionados en el recuento de
pueblos del Génesis. En el 330 a.C. los escitas fueron vencidos por
Alejandro Magno y desaparecieron de la historia de forma enigmática. Uno
de los mitos sobre el origen de los escitas refiere que eran
descendientes de Escita, hijo de Hércules y de un monstruo, mitad mujer
mitad serpiente, que habitaba cerca del mar Negro. Las costumbres
sanguinarias de los escitas reales, la élite guerrera de este pueblo,
aterrorizaban a sus enemigos y su barbarie se hizo proverbial en Grecia y
Oriente. Los nómadas escitas eran jinetes invencibles y diestros
arqueros que se adornaban con pieles y cabezas humanas como trofeos. Con
la piel de la mano derecha cubrían el carcaj y destinaban la del tronco
a confeccionar estandartes.
A su dieta, pobre y monótona, y a su modo de vida sedentario (siempre
marchaban a caballo o en carro) se atribuyen la impotencia y la
esterilidad proverbiales entre los hombres escitas. Tras tener contacto
con los difuntos, se sometían a un ritual que incluía una sauna en la
que se embriagaban con el humo producido por granos de cánnabis. Tras
las guerras con Persia en el siglo VI a.C., los escitas tuvieron un
reino estable al norte del mar Negro entre los siglos V y IV a.C., con
una potente dinastía real fundada por Ariapites. Y sus contactos con las
ciudades griegas se hicieron más fluidos.
El poderío de los reyes fue creciendo hasta que chocaron con otra
potencia emergente, la Macedonia de Filipo II, padre de Alejandro Magno.
Aunque los escitas fueron derrotados en el año 339 a.C., muriendo en
combate su rey Ateas, los macedonios no consiguieron someterlos
totalmente. Sin embargo, no mucho después de la muerte de Alejandro, en
torno al 300 a.C., el reino escita desapareció súbitamente sin dejar
rastro. No volvieron a la historia hasta que, a comienzos del siglo XX,
los arqueólogos rusos excavaron los kurganes y confirmaron las noticias
de Heródoto.
Acostumbrados a una vida dedicada a proteger sus ganados y apoderarse de
los ajenos, los escitas fueron un pueblo sumamente belicoso.
Lamentablemente no se conservan datos concretos y detallados sobre sus
tácticas de batallas, pero, a juzgar por las acciones de pueblos con
mucho en común, sus enfrentamientos se iniciaban con seguridad con una
mortífera lluvia de flechas a gran distancia, seguidos de ataques y
retiradas fingidas para atraer al enemigo a posiciones vulnerables. Una
vez terminadas las flechas, los infantes se acercaban al enemigo a una
distancia prudencial y atacaban con una descarga de venablos y jabalinas
antes de acometer el cuerpo a cuerpo. Los nobles con armaduras, sobre
los caballos más grandes, dominaban esa fase del combate.
Frente
a oponentes poderosos, los escitas se retiraban a la estepa, hostigando
a los invasores y escogiendo el mejor momento para el contraataque
(guerra de guerrillas). Emplearon estas tácticas contra la monarquía
persa aquemenida de Darío I cuando invadió Escitia en el año 512 a.C.
Se retiraron ante el avance de las tropas persas, para luego regresar,
de improviso para acosarlos y volver a desaparecer, repitiendo esta
maniobra hasta agotar al ejército persa, que nunca encontraba un frente
de batalla. Día y noche la línea de suministros de los persas era
acosada y su caballería era derrotada.
Lo único que salvo a Darío fue su infantería, armada principalmente con
arcos compuestos, y sus mulas y burros, que, desconcertaban a los
caballos escitas por sus ruidos y aspecto extraño para ellos. Al final,
Darío tuvo que iniciar una vergonzosa retirada, para que su ejército no
muriera de hambre.
Según Heródoto, después de la toma de Babilonia sucedió la expedición de
Darío contra los Escitas, de quienes el rey decidió vengarse, viendo al
Asia floreciente así en tropas como en copiosos réditos de tributos;
pues habiendo los Escitas entrado antes en las tierras de los Medos y
vencido en batalla a los que les hicieron frente, habían sido los
primeros mo-tores de las hostilidades, conservando, como llevo dicho, el
imperio del Asia superior por espacio de veintiocho años. Yendo en
seguimiento de los Cimerios, dejáronse caer sobre el Asia, e hicieron
entretanto cesar en ella el dominio de los Medos: pero al pretender
volverse a su país los que habían peregrinado veintiocho años, se les
presentó después de tan larga ausencia un obstáculo y trabajo nada
inferior a los que en Media habían superado.
Halláronse con un ejército formidable que salió a disputarles la entrada
de su misma casa, pues viendo las mujeres Escitas que tardaban tanto
sus maridos en volver, se habían interinamente ajuntado con sus
esclavos, de quienes eran hijos los que a la vuelta les salieron al
encuentro. Los Escitas solían cegar a sus esclavos para mejor valerse de
ellos en el cuidado y confección de la leche, que era su bebida
ordinaria, en cuya extracción empleaban unos cañutos de hueso muy
parecidos a una flauta, metiendo una extremidad de ellos en las partes
naturales de las yeguas, y aplicando la otra a su misma boca con el fin
de soplar. Y al tiempo que unos están soplando van otros ordeñando; y
dan por votivo de esto, que al paso que se hinchan de viento las venas
de la yegua, sus ubres van subiendo y saliendo hacia fuera. Extraída así
la leche, derrámanla en una vasijas cóncavas de madera, y colocando
alrededor de ellas a sus esclavos ciegos, se la hacen revolver y batir y
lo que sobrenada de la leche así removida lo recogen como la flor y
nata de ella y lo tienen por lo más delicado, estimando en menos lo que
se escurre al fondo. Para este ministerio quitan la vista los Escitas a
cuantos esclavos cogen, muchos de los cuales no son labradores, sino
pastores únicamente.
Del trato de estos esclavos con las mujeres había salido aquella nueva
prole de jóvenes, que sabiendo de qué origen y raza procedían, salieron
al encuentro a los que volvían de la Media. Ante todo, para impedirles
la entrada, tiraron un ancho foso desde los montes Táuricos hasta la
Meotida, vastísima laguna; y luego, plantados allí sus reales, y
resistiendo a los Escitas que se esforzaban para entrar en sus tierras.
Vinieron a las manos muchas veces, hasta que al ver que las tropas
veteranas no podían adelantar un paso contra aquella juventud, uno de
los Escitas habló así a los demás: -«¿Qué es lo que estamos haciendo,
paisanos? Peleando con nuestros esclavos como realmente peleamos, si
somos vencidos quedamos siempre tantos señores menos cuantos mueran de
nosotros; si los vencemos, tantos esclavos nos quedarán después de menos
cuantos fueren sus muertos. Oid lo que he pensado que dejando nuestras
picas y ballestas, tomemos cada uno de nosotros el látigo de su caballo,
y que blandiéndolo en la mano avance hacia ellos; pues en tanto que nos
vean con las armas en la mano se tendrán aquellos bastardos miserables
por tan buenos y bien nacidos como nosotros sus amos. Pero cuando nos
vieren armados con el azote en vez de lanza, recordarán que son nuestros
esclavos, y corridos de sí mismos, se entregarán todos a la fuga.».
Ejecutáronlo todos los que oyeron al Escita, y espantados los enemigos
por el miedo de los azotes, dejando de pelear, dieron todos a huir. De
este modo los Escitas obtuvieron primero el imperio del Asia, y
arrojados después por los Medos volvieron de nuevo a su país; y aquella
era la injuria para cuya venganza juntó Darío un ejército contra ellos.
Según Heródoto: “La nación de los Escitas era la más reciente y moderna,
según confesaban ellos mismos, que refieren su origen de este modo.
Hubo en aquella tierra, antes del todo desierta y despoblada, un hombre
que se llamaba Targitao, cuyos padres fueron Júpiter y una hija del río
Borístenes” . Téngolo yo por fábula, pero ellos se empeñan en dar por
hijo de tales padres a Targitao, y en atribuir a ese tres hijos,
Lipoxais, Arpoxais y Colaxais el menor de todos. Reinando estos
príncipes, cayeron del cielo en su región ciertas piezas de oro, a
saber, un arado, un yugo, una copa y una segur. Habiéndolas visto el
mayor de los tres, se fue hacia ellas con ánimo de tomarlas para sí,
pero al estar cerca, de repente el oro se puso hecho un ascua,
apartándose el primero, acercóse allá el segundo, y sucedióle lo mismo,
rechazando a entrambos el oro rojo y encendido; pero yendo por fin el
tercero y menos de todos, opagóse la llama, y él fuese con el oro a su
casa. A lo cual atendiendo los dos hermanos mayores, determinaron ceder
al menor todo el reino y el gobierno”.
Añaden que de Lipoxais desciende la tribu de los Escitas llamados
Aucatas, Del segundo, Arpoxais, la de los que llevan el nombre de
Catiaros y de Traspies. Y del más joven los que se llaman Paralatas. El
nombre común a todos los de la nación dicen que es el de Scolotos,
apellido de su rey, aunque los Griegos los nombren Escitas. Tal es el
origen y descendencia que se dan a sí mismos. Respecto de su cronología,
dicen que desde sus inicios y su primer rey Targitao, hasta la venida
de Darío a su país, pasaron nada más de mil años. Los reyes guardan
aquel oro sagrado que les vino del cielo con todo el cuidado posible, y
todos los años, en un día de fiesta celebrado con grandes sacrificios,
van a sacarlo y pasearlo por la comarca. Y añaden que si alguno en aquel
día, llevándolo consigo, se quedase a dormir al raso, ese tal muriera
antes de pasar aquel año. «Viendo Colaxaislo dilatado de la región,
repartióla en tres reinos, dando el suyo a cada uno de sus hijos, si
bien quiso que aquel en que hubiera de conservarse el oro divino fuese
mayor que los demás». Según ellos, las tierras de sus vecinos que se
extienden hacia el viento Bóreas son tales, que a causa de unas plumas
que van volando por el aire, ni es posible descubrirlas con la vista, ni
penetrar caminando por ellas, estando toda aquella tierra y aquel
ambiente lleno de plumas, que impiden la vista a los ojos.
Después de oír a los Escitas hablando de sí mismos, de su país y de lo
que se extiende más allá, oigamos acerca de ellos a los Griegos que
moran en el Ponto Euxino. Cuentan que Hércules al volver con los bueyes
de Gerion llegó al país que habitan al presente los Escitas, entonces
despoblado.
Añaden que Gerion moraba fuera del Ponto o Mediterráneo en una isla
vecina a Gades, más allá de las columnas de Hércules, llamada por los
Griegos Erithrea (¿Atlántida?), y situada en el Océano. Y que este
Océano, empezando al Levante, gira alrededor del continente. Desde allá
vino, pues, Hércules a la región llamada ahora Escitia, en donde como le
acogiese un recio y frío temporal, cubrióse con su piel de león y se
echó a dormir. Al tiempo que dormía dispuso la Providencia que
desaparecieran las yeguas, que sueltas del carro estaban allí paciendo.
Levantado Hércules de su sueño, púsose a buscar a sus perdidas yeguas, y
habiendo girado por toda aquella tierra, llegó por fin a la que llaman
Hilea, donde halló en una cueva a una doncella de dos naturalezas:
semivíbora a un tiempo y semivirgen, mujer desde las nalgas arriba y
sierpe de las nalgas abajo. Algo similar a los nagas de la India.
Causóle admiración el verla, pero no dejó de preguntarle por sus yeguas
sí acaso las había visto por allí descarriadas. Respondióle ella que las
tenía en su poder; pero que no se las devolvería a menos que no
quisiese conocerla, con cuya condición y promesa la conoció Hércules sin
hacerse más de rogar.
Y aunque ella con el objetivo de gozar por más largo tiempo de su buena
compañía íbale dilatando la entrega de las yeguas, queriendo él partir
con ellas, restituyóselas y dijo: -«He aquí esas yeguas que por estos
páramos hallé perdidas; pero buenas albricias me dejas por el hallazgo,
pues quiero que sepas como me hallo encinta de tres hijos tuyos. Dime lo
que quieres que haga de ellos cuando fueren ya mayores, si escoges que
les dé habitación en este país, del que soy ama y señora, o bien que te
los remita.» Esto dijo, a lo que él respondió: -«Cuando los veas ya de
mayor edad, si quieres acertar, haz entonces lo que voy a decirte. ¿Ves
ese arco y esa banda que ahí tengo? Aquel de los tres a quien entonces
vieres apretar el arco así como yo ahora, y ceñirse la banda como ves
que me la ciño, a ese harás que se quede por morador del país; pero al
que no fuere capaz de hacer otro tanto de lo que mando, envíale fuera de
él. Mira que lo hagas como lo digo; que así tú quedarás muy satisfecha,
y yo obedecido.».
Habiéndole hablado así, dicen que de dos arcos que Hércules tenía,
aprestó uno y sacando después una banda que tenía unida en la parte
superior una copa de oro, púsole en las manos el arco y la banda, y con
esto se despidió. Después que ella vio crecidos a sus hijos, primero
puso nombre a cada uno, llamando al mayor Agatirso, Gelono al que
seguía, y al menor Escita, teniendo después presentes las órdenes de
Hércules, que puntualmente ejecutó.
Y como en efecto no hubiesen sido capaces dos de sus hijos, Agatirso y
Gelono, de hacer aquella prueba de valor en la contienda, partieron de
su tierra arrojados por su misma madre. Pero habiendo cumplido Escita
con la empresa propuesta, quedó dueño de la región. Y de él descienden
por línea directa cuantos reyes hasta aquí han tenido los Escitas. Para
rememorar aquella copa, los Escitas traen sus copas pendientes de sus
bandas, y esto fue lo único que mandó la madre a su hijo Escita. Así
cuentan esta historia los Griegos colonos del Ponto. Pero circula otra
historia: Apurados y agobiados en la guerra por los Masagetas, los
Escitas nómadas o pastores que moraban primero en el Asia, dejaron sus
tierras y pasando el río Araxcs se fueron hacia la región de los
Cimerios, de quienes era antiguamente el país que ahora poseen los
Escitas. Viéndolos aquellos Cimerios venir contra ellos, entraron a
deliberar lo que sería conveniente hacer siendo tan grande el ejército
que se les acercaba. Dividiéronse en dos bandos, uno de los cuales
seguía a sus reyes, el otro opinaba que no convenía entrar en contienda
ni exponerse al peligro siendo tantos los enemigos y que era menester
abandonar el país.
La opinión de sus reyes era que había de pelear a favor de la patria
contra los que venían. Ni el pueblo quería obedecer a sus reyes, ni
éstos ceder a aquél. El pueblo estaba obstinado en que sin disparar una
flecha era preciso marchar cediendo la tierra a los que venían a
invadirla. Los reyes continuaban en su resolución de que mejor era morir
por su patria con las armas en la mano, que acompañar en la huida a la
muchedumbre. Obstinándose los dos bandos en sus opiniones y viéndose
iguales en número, vinieron a las manos entre sí. Los sobrevivientes
cimerios enterraron a los que de ambos bandos murieron en la batalla
cerca del río Tiras, donde hasta el presente se pueden ver todavía sus
sepulturas. Por ello los Escitas se apoderaron de una región desierta.
Parece que los Cimerios, huyendo hacia el Asia, poblaron aquella
península donde ahora está la ciudad griega de Sínope. Y que los
Escitas, yendo tras ellos, vinieron a parar en Media, porque los
Cimerios se retiraron siguiendo siempre la costa. Y los Escitas, dejando
el Cáucaso a su derecha, los iban buscando, hasta que internándose
tierra adentro se metieron en el referido país. Más tarde los escitas
destruyeron un ejército macedonio enviado por Alejandro Magno para
sojuzgarlos, aunque antes habían sido ellos derrotados en los Balcanes
por Alejandro y sus falanges. Desde finales del siglo IV a.C., otros
nómadas de las estepas, los sármatas, invadieron los territorios escitas
provenientes del Este y terminaron por expulsarlos. Un motivo de este
resultado pudo estar relacionado con los caballos de los nobles
sármatas. Mientras que la raza sármata común era pequeña y veloz, las
carcasas y esqueletos de caballos encontrados en el yacimiento de
Pazyryk, Asia Central, revelan que estos animales alcanzaron una alzada
de 152 cm o más.
Normalmente de color pardo o castaño, a veces bayo, con cascos oscuros
(que, como se sabe, son menos propensos a romperse o desgastarse que los
claros), los machos estaban castrados. Con estos animales, los sármatas
podían contar con una caballería pesada, de hombres y caballos vestidos
de armadura, aunque no de metal sino de escamas de cascos de caballo o
cuero ligero y resistente. Los hombres llevaban largas lanzas con ambas
manos y cargaban a un galope suicida.
Apoyados por sus propios arqueros a caballo, debieron disfrutar de una
gran ventaja sobre la caballería escita, más ligera. En las antiguas
fuentes chinas se los denomina sai. En los Reinos medios de la India se
los conocía con el nombre de shaka (nombre que a veces se restringe a la
más septentrional de sus tribus y otras cosas). En documentos persas
traducidos al latín del griego se les llama saces [sakes] o sacii
[sakii] (en latín la c se pronuncia como k).
También en latín se usa el nombre sármatae (sármatas) y en griego
scythae, aunque el nombre que se daban a sí mismos habría sido alān o
aryānah. Este nombre ha pervivido en el moderno nombre osetio īron. Por
otra parte se considera que el gentilicio del actual pueblo osetio es
una variante de escita. En idioma acadio, los escitas eran los gugu
(jefes) de las tierras de Mat Gugu. En idioma sumerio, la palabra gug
significa ‘oscuridad’ o ‘tinieblas’. En hebreo esta palabra gug (o gog)
significa ‘alto’ o ‘techo’ y figuradamente ‘soberbio’. En conclusión
estos significados unidos se parafrasean como “los escitas (Gog) que
vienen de las tierras tenebrosas”.
Los arios se expandieron en Europa por mar y tierra bajo muchos nombres.
Y bajo el Imperio Británico se extendieron por distintas partes del
mundo. Los Escitas, otro grupo ario, también migraron desde el norte del
Cáucaso hacia Europa donde su nombre fue cambiado por los romanos para
distinguirlos de otros pueblos. Los emblemas sagrados de los Escitas
incluían la serpiente, el buey (Nimrod / Tauro), el fuego (el Sol,
conocimiento), y Tho o Theo, el dios a quien los egipcios llamaron Pan.
Los romanos llamaron a los Escitas los Sarmatae (Sármatas) y los
Germani, de la palabra del latín Germanus, que quiere decir “genuino“.
Los Escitas fueron conocidos, por lo tanto, como el “Pueblo Genuino” y
por supuesto de Germani se pasa a germanos y Germany (Alemania). Este
cambio de nombre es confirmado por los escritos del historiador romano
Plinio y del griego Strabo. Los Anglo-Sajones que invadieron Gran
Bretaña también eran conocidos como Germani por los romanos. La región
llamada Vieja Sajonia es Alemania del norte y Países Bajos de hoy en
día. Tanto los Anglos como los Sajones vinieron desde el mismo origen
genético – los Cimerios y Escitas blancos del Cáucaso y del Medio /
Próximo Oriente. Es lo mismo con Guillermo el Conquistador y sus
Normandos, las últimas personas en invadir Gran Bretaña en 1066 en la
batalla de Hastings. Los términos Normando y Normandía se originan en
Norsemen (hombres del Norte) o escandinavos, porque vinieron desde
Escandinavia para habitar esa región de Francia.
En el Antiguo Testamento (de la Biblia) los describen varios profetas.
Sus contemporáneos los consideraban muy salvajes y sanguinarios porque
tomaban la sangre de su primera víctima en una batalla y vestían con
cueros cabelludos humanos así como usaban cráneos humanos (en ocasiones
de sus propios amigos y familiares que habían matado en alguna querella o
duelo) como vasijas.
Algunas tribus escitas no enterraban a sus muertos y esperaban que los
buitres se los comieran y si esto ocurría era un augurio de bienestar
para la tribu. El águila era una encarnación del dios del viento para
algunos de ellos, copiaron esta creencia de los sumerios. También antes
de una guerra enviaban pensamientos malos como saetas a los enemigos
para matarlos y si estos no morían o se enfermaban procedían a la
guerra.
Las tribus llamadas «escitas reales» que se asentaron en Ucrania,
sembraban trigo para vendérselo a los griegos. Además del origen
histórico se le atribuyen algunas leyendas al origen de este pueblo
desde una que los hace descender del mismísimo Zeus del Olimpo, hasta
otra que narra la disputa de tres hermanos por un hacha, un arado, un
yugo y un vaso de oro caídos del cielo. Los escitas tenían la creencia
de que el oro les había sido proporcionado por los Arimaspos, seres de
un solo ojo como los Cíclopes, los cuales habían robado tesoros de los
nidos de los grifos.
Los hebreos creían que los cimerios (que en la Biblia se los conoce como
descendientes de Gómer, el nieto de Noé por Jafet, su hijo) eran la
tribu madre de los escitas criadores de caballos, que en el Libro del
Génesis se les conoce como descendientes de Askenaz (o Askenazí), el
primero de los tres hijos de Gómer mencionados en el Génesis. Los
cimerios eran antiguos nómadas ecuestres que, según el historiador
griego Heródoto (siglo V a. C.), habitaban originariamente en la región
norte del Cáucaso y el mar Negro, en la actual Rusia y Ucrania, entre el
siglo VIII a. C. y el VII a. C. Registros asirios, sin embargo, los
ubican primero en la región de Azerbaiyán en el 714 a. C.
Sus orígenes son oscuros, ya que podrían ser tanto indoeuropeos como
uralo-altaicas, si bien esta última teoría no es ampliamente aceptada.
Su idioma se considera que podría estar emparentado con el tracio o con
las lenguas iranias. La «hipótesis tracia» está basada en el hecho de
que el autor griego Estrabón relaciona en un pasaje a los trericon los
tracios y en otro con los cimerios. La «hipótesis irania», por otro
lado, argumenta que la cultura de los cimerios en Asia Menor es
indistinguible de la contemporánea de los escitas. Adicionalmente, los
términos asirios Gimirri (cimerio) y persa Saka (escita) son usados como
sinónimos en fuentes del antiguo Oriente Próximo, notoriamente en la
famosa Inscripción de Behistún. Por estos dos motivos muchos expertos,
incluyendo al ruso Askold Ivancik, suponen su relación próxima con los
escitas.
De todas maneras, aún si los cimerios fueran tracios o pertenecientes a
alguna desconocida rama indoeuropea o no-indoeuropea, podrían haber
tenido una clase irania dominante, como fue el caso de los escitas. A
comienzos del siglo XX fueron asociados con los protoindoeuropeos (arios
o jafetitas). Jafet es el primero de los tres hijos de Noé que la
Biblia menciona como progenitor de los pueblos indoeuropeos. Muy poco se
sabe arqueológicamente de los cimerios de la costa norte del mar Negro.
Se ha relacionado con la llamada cultura de catacumbas de Rusia
meridional, que parece haber sido derrocada por la cultura Srubna que
avanzaba desde el lejano oriente. La cultura de Srubna, también cultura
de las tumbas de madera, era una cultura de la Edad del Bronce tardía
(siglos XVI-IX a. C.).
Es sucesora de la cultura Yamna, de la cultura de las catacumbas y de la
cultura de Abáshevo. Ocupaba el área compredida entre la costa
septentrional del mar Negro desde el río Dniéper hacia el este por
encima de las vertientes septentrionales del Cáucaso hasta las costas
del mar Caspio, cruzando el Volga, hasta los límites de la
aproximadamente contemporánea cultura de Andrónovo. El nombre deriva del
ruso cруб (srub), “marco de madera“, por la forma en que eran
construidas las tumbas. Se enterraban partes de animales con los
cuerpos. La economía era agrícola mixta y pasto de ganado. Los cimerios
históricos se ha sugerido que descendieran de esta cultura. La cultura
de Srubna es sucedida por los escitas y sármatas en el I milenio a. C. y
por los jázaros y cumanos en el I milenio d. C.
Esto concordaría con el relato griego de cómo los cimerios fueron
desplazados por los escitas. También en la Biblia el profeta Ezequiel,
en el año 593 a. C., relata que Gog (los escitas) de las tierras de
Magog (estepas del Turquestán) dirigía los ataques de conquista contra
varios pueblos del Medio Oriente. En el idioma acadio estos nombres son
Gugu y Mat Gugu. Sin embargo, la expulsión de la cultura de las
catacumbas data del segundo milenio antes de Cristo, varios siglos antes
de que haya registros de la aparición de los escitas en Asia. Las
diferencias de fechas son difíciles de reconciliar. Algunos restos
arqueológicos encontrados en Ucrania y el norte del Cáucaso han sido
relacionados con los cimerios. Los mismos son de un estilo claramente
diferente tanto de los posteriores escitas como de los anteriores Yamna.
El primer registro histórico de los cimerios aparece en los anales de
Asiria en el año 714 a. C.
Allí
se describe cómo un pueblo denominado Gimirri, que ayudó a las fuerzas
de Sargón II a vencer al reino de Urartu. Su tierra original, llamada
Gamir o Uishdish, parece haber estado ubicada dentro del estado de
Mannae. El geógrafo Claudio Ptolomeo ubicaría luego la ciudad cimeria de
Gomara en esta región. Algunos autores modernos sostienen que los
cimerios eran mercenarios, a los que los asirios conocían como Khumri,
reubicados allí por Sargón.
Otros los relacionan con la cultura del vaso campaniforme de cerámica,
atribuida a mercaderes cimerios que llegaron hasta Europa. Sin embargo,
relatos griegos posteriores describen a los cimerios viviendo
previamente en las estepas, entre los ríos Tyras (Dniéster) y Tanais
(Don). Los mismos son descriptos en la Odisea de Homero como habitantes
de una tierra de niebla y oscuridad al borde del mundo, en la costa del
Océano. Varios reyes cimerios son mencionados en fuentes griegas y de la
Mesopotamia, incluyendo Tugdamme (Lygdamis en griego; mediados del
siglo VII a. C.), y Sanda Kshatra (finales del siglo VII a. C.).
De acuerdo con las Historias de Heródoto (440 a. C.), los cimerios
habrían sido expulsados de las estepas por los escitas. Para asegurarse
el entierro en su tierra ancestral, los hombres de la familia real
cimeria se dividieron en grupos y lucharon entre sí hasta la muerte. Los
campesinos cimerios enterraron los cuerpos a lo largo del río Tyras y
huyeron del ataque escita a través del Cáucaso hasta Anatolia y el
Oriente Próximo. Su influencia parece haberse extendido desde Mannae
hacia el Este a través de los asentamientos medos de los montes Zagros, y
al sur hasta el Elam. Las migraciones de los cimerios fueron
registradas por los asirios, cuyo rey, Sargón II, murió en batalla
contra ellos en 705 a. C. Subsecuentemente los registros sobre este
pueblo apuntan su conquista de Frigia en 696-695 a. C., lo que llevó al
rey frigio Midas a envenenarse antes de ser capturado. En 679 a. C.,
durante el reinado de Esarhaddon de Asiria, atacaron Cilicia y Tabal (o
Tubal) bajo su nuevo líder Teushpa. Esarhaddon los derrota cerca de
Hubushna (tentativamente identificada con la moderna Capadocia). En el
654 o 652 a. C. —la fecha exacta no es clara— los cimerios atacaron el
reino de Lidia, matando al rey lidio Giges y causando gran destrucción a
la capital de Lidia, Sardes. Regresaron diez años más tarde durante el
reinado del hijo de Giges Ardis II y esta vez capturaron la ciudad, con
la excepción de la ciudadela. La caída de Sardes fue un gran golpe a los
poderes de la región. Los poetas griegos Calino y Arquíloco registraron
el pavor que este hecho inspiró en las colonias griegas de Jonia,
algunas de las cuales fueron hostigadas por asaltantes cimerios.
Sin embargo, la ocupación cimeria de Lidia fue breve, posiblemente
debido a una plaga. Entre los años 637 y 626 a. C. fueron derrotados por
Aliates II de Lidia. Esta derrota marcó efectivamente el fin del poder
cimerio. El término Gimirri fue usado cerca de una centuria después en
la Inscripción de Behistún (515 a. C.) como un equivalente babilonio del
persa saka (escitas). La inscripción de Behistún es a la escritura
cuneiforme lo que la piedra Rosetta a los jeroglíficos egipcios: el
documento clave para el desciframiento de una escritura perdida, que
muestra el mismo texto en otro idioma conocido. Se encuentra en la
provincia de Kermanshah, al oeste de Irán. Fue erigida por el rey Darío I
de Persia.La inscripción incluye tres versiones del mismo texto,
escritas en tres escrituras y lenguajes diferentes: persa antiguo,
elamita y babilonio. Un oficial del ejército británico, Sir Henry
Rawlinson, transcribió la inscripción en dos momentos, en 1835 y 1843.
Rawlinson pudo traducir el texto cuneiforme en antiguo persa en 1838, y
los textos elamitas y babilonios fueron traducidos por Rawlinson y otros
después de 1843. El lenguaje babilonio era una forma tardía del acadio;
ambas son lenguas semíticas. Pero no existen menciones posteriores de
los cimerios en Asia, siendo su destino final incierto. Se ha especulado
que se asentaron en Capadocia, conocida en armenio como Gamir (el mismo
nombre que la tierra ancestral cimeria en Mannae). Sin embargo, ciertas
tradiciones francas los ubican en la desembocadura del Danubio
(Sicambres).
Lidia o Reino de Lidia fue una región histórica situada en el oeste de
la península de Anatolia, en lo que hoy son las provincias turcas de
Izmir y Manisa. Fue reino e imperio desde la caída del Imperio hitita
hasta su conquista por los persas, según parece desde el 1300 a. C.
Destacó como potencia comercial y fue conocida por su riqueza en oro,
proveniente del río Pactolo y de las minas del monte Tmolo. Actualmente
se cree que su riqueza provenía más de la fertilidad de sus campos o
bien de su superioridad comercial respecto a los griegos. Fue el primer
lugar donde se acuñó moneda, antes incluso que en China o India. Esas
primeras monedas datan del reinado de Giges, en la segunda mitad del
siglo VII a. C., hacia el 620 a. C., e incluso antes, durante el
reinado de Ardis II (652-621 a. C.). Los conocimientos actuales se
apoyan en los hallazgos de monedas de electro u oro blanco, cuyos
yacimientos principales se hallan en Éfeso, en la costa de Asia Menor.
Debido a su expansión por las costas jonias y a la enorme influencia
cultural que los jonios tuvieron sobre los lidios, en ciertos periodos
históricos muchos historiadores consideran a Lidia, si no parte de los
pueblos griegos, al menos altamente helenizados. Esta aculturación fue
mutua, aunque de menor intensidad por parte lidia, de manera que los
avances musicales, comerciales e incluso la literatura y los juegos
populares lidios fueron adoptados por los griegos, mientras que la
arquitectura, la religión y la vestimenta griegas influyeron en las
lidias. No obstante siempre existieron diferencias entre griegos y
lidios, una de las más llamativas fue el trato otorgado a la mujer por
parte de los hombres, mucho más ecuánime en la sociedad lidia. Autores
clásicos como Estrabón, observando más diferencias que similitudes,
concluyeron que los lidios no eran parte de los pueblos griegos. Se
desconocen prácticamente todos los datos de la mitología lidia, y tanto
su literatura como sus rituales se han perdido, en ausencia de cualquier
monumento o área arqueológica que haya aportado inscripciones extensas.
Ésta es la causa de que cualquier referencia a los mitos que
envolvieron a Lidia nos llegue a través de los antiguos griegos.
Para los griegos el principal regente de la Lidia mítica fue Tántalo,
cuya hija predilecta, Níobe, junto a su marido Anfión, enlazan los
asuntos de Lidia con Tebas. En la mitología griega, Tántalo era un hijo
de Zeus y la oceánide Pluto, rey de Frigia o del monte Sípilo en Lidia
(Asia Menor). Se convirtió en uno de los habitantes del Tártaro, la
parte más profunda del Inframundo, reservada al castigo de los malvados.
Se dice de Níobe que un torbellino la transportó hasta el monte Sípilo,
en tierra lidia. Curioso el tema de los torbellinos que se llevan a
alguien, tan frecuente en la Biblia. A través de Pélope, la línea de
Tántalo se divide, según los mitos de la segunda dinastía micénica.
Según informa Pausanias, Tántalo era oriundo de Sípilo. Ónfale, hija del
río Yárdano, fue reina de Lidia. Ésta requirió a Heracles (Hércules)
para que la sirviera durante un tiempo. Sus aventuras en Lidia son las
de un héroe griego en una tierra periférica y extraña. Este relato
sirvió posteriormente para que se mencione a Tirseno, hijo de Heracles. A
partir de él hay una tradición que supone un origen lidio de los
etruscos, llamados por los griegos tyrrenoi (palabra derivada
probablemente de Tirreno o Tirseno), aunque ellos se llamaban a sí
mismos rasena. Estos héroes ancestrales indican que la dinastía lidia
afirmaba descender de Heracles. También se dicen pertenecientes a la
dinastía de Heracles a los reyes que gobernaron Lidia, aunque quizá no
descendieran de Ónfale. También existe la leyenda, aportada por
Estrabón, de que Etruria fue fundada por colonos procedentes de Lidia,
dirigidos por Tirreno, hermano de Lido. Esta emigración fue ordenada por
el rey Atis debida a una hambruna. Esta teoría está en discusión en la
actualidad, pero no se descarta debido a algunas semejanzas entre ambas
civilizaciones, como los objetos de cerámica.
Sin embargo, Dionisio de Halicarnaso apunta que la lengua y las
vestiduras etruscas fueron totalmente diferentes a las de los lidios.
Otros cronistas posteriores ignoraron la teoría de Heródoto de que
Anfión fue el primer rey lidio, señalando a Alceo, Belos y Nino en los
primeros puestos de la lista real. Estrabón hace que Atis, padre de Lido
y Tirreno, sea un descendiente de Heracles y Ónfale. Muchas otras
referencias apuntan en su lugar a Atis, Lido y Tirreno entre los reyes
lidios anteriores a la dinastía de Heracles. Las minas de oro a lo largo
del río Pactolo, en las montañas occidentales de Anatolia, fueron
fuente proverbial de la riqueza de Creso, el último rey en la historia
del Reino de Lidia, pues se dice que el legendario rey Midas, de Frigia,
navegó por sus aguas, convirtiéndolas en oro. La historia del Reino de
Lidia puede dividirse de acuerdo a las tres dinastías que lo gobernaron,
de las que la primera fue completamente mitológica y parte de la
segunda se ha reconstruido parcialmente, ya que hay divergencias sobre
las fuentes. Esta controversia en los datos y el desconocimiento del
periodo histórico llamado Edad Oscura, con el colapso del mundo
micénico, hacen que se puedan fijar hasta tres fechas plausibles de la
fundación del reino: algunas fuentes fechan el nacimiento de Meoncia, y
por tanto del reino de Lidia, en el año 1579 a. C.; otros autores
defienden que ocurrió en torno al 1300-1200 a. C., debido a la debilidad
de los hititas y a la aparición de los nombres Meoncia y Arzawa, si
bien siempre mencionados ambiguamente; mientras que otros se ciñen a lo
que se conoce mejor y datan la fundación en torno al año 700 a. C.
Ya hubiese sido fundado en tiempos tan remotos o no, se sabe que antes
del año 680 a. C. Lidia era un reino vasallo de Frigia, que en esa época
cayó en poder de los cimerios, propiciando la total independencia y
expansión de Lidia. Según una teoría, Lidia surge tras la caída del
Imperio Hitita, como resultado del colapso político y económico que
llevó a la disgregación de éste en el siglo XII a. C. En esa época el
nuevo reino se llamaba Arzawa, aunque de acuerdo con las fuentes
griegas, el nombre original de Lidia fue Meoncia o Meonia, por estar
habitada por los pelasgos meonios. Homero la cita como Meonia, llamando
maiones a sus habitantes y mencionando que procedían de Hida, al pie del
monte Tmolo. Se cree que Hida pudo haber sido el nombre del lugar
donde se levantó Sardes y no un asentamiento distinto a esta ciudad,
como se creyó antiguamente. Siglos después Heródoto, en su libro Clío(el
primero de Historia), añade que los meonios o meones o mayones pasan a
llamarse lidios después del reinado de uno de sus reyes, Lido o Leído,
hijo de Atis, que independizó el territorio completamente del dominio
extranjero y cuyas referencias datan de una época dinástica mitológica.
Este epónimo les valió ante los griegos el nombre de lidios. El término
hebreo, Lûḏîm, se encuentra en Jeremías y se considera una derivación
de Lud, hijo de Sem. En tiempos bíblicos los guerreros lidios fueron
famosos arqueros. Algunos meonios existieron aún en tiempos históricos,
en las tierras interiores a lo largo del río Hermo, donde se tienen
referencias de una ciudad llamada Meoncia. La cita de Heródoto dice
textualmente: «Los que reinaban en el país antes de Agrón, eran
descendientes de Lido, el hijo de Atis; y por esta causa todo aquel
pueblo, que primero se llamaba Meón, vino después a llamarse lidio». Por
último, también Estrabón menciona un nombre similar en esta cita: «Los
cimerios (…) realizaron una expedición a la lejana región del lago
Meotis».
Magog era el segundo hijo de Japheth (Jafet), mencionado en el Génesis,
de donde surgieron varias tribus nómadas, conocidas como los escitas, a
partir del siglo VIII a.C. También Magog es considerado un escita
criador de caballos y camellos bactrianos. Magog es una palabra
compuesta que significa literalmente la “tierra de Gog“, en donde el
prefijo Ma es equivalente a tierra en el idioma hebreo; los prefijos Me y
Mi en esta lengua también pueden usarse como “lugar de“. La palabra
Gog, usada como adjetivo o sustantivo, puede significar alto, gigante,
jefe, techo, grande, exaltado, elevado o soberbio. Y debido a que este
pueblo de Gog habitaba principalmente en los altiplanos, mesetas y
montes del Cáucaso, en su fase de asentamiento, en este contexto puede
significar ” los que viven en la azotea del mundo”. En ciertas épocas
del año estos nómadas trasladaban su ganado a las estepas, su habitat
natural (estepas del Turquestán y de Ucrania). Los descendientes de Gog
criaban mayormente caballos, mulas y camellos bactrianos hacia el siglo
VIII a. C. En el idioma acadio estos nombres se escriben como Gugu y Mat
Gugu. En la historia secular, este pueblo es clasificado como escita
dentro del grupo mayor de los pueblos protoindoeuropeos, que efectuaron
grandes migraciones durante el siglo XX a. C. La primera mención
escrita de los escitas la hace el rey asirio Asarhaddón en un texto
religioso. Le sucedió su hijo, el famoso rey asirio Asurbanipal, que en
las crónicas de sus guerras menciona por primera vez al rey de los
escitas. El rey lidio Giges, que reinó en el siglo VII a. C., es
considerado escita por la mayoría de los historiadores. En casi todos
los ejércitos del Medio Oriente se contrataron antiguamente mercenarios
escitas para las distintas batallas con diversas tribus e imperios y,
por esto, a través de la milicia algunos alcanzaron posiciones de poder
importantes en varios países.
Cabe apuntar que la interpretación, que hacen ciertos teólogos, de que
Magog significa demonio, es razonable porque los escitas invocaban al
dios de la guerra antes de una batalla, y algunas tribus se aliaban a
Satán mediante pactos, para obtener la victoria. Los herederos de esta
costumbre de sacrificar animales negros al demonio, para apaciguarlo
como parte de un pacto , fueron las tribus de los tártaros de la región
del Ural-Altai antes de entrar en guerra contra otras tribus. El demonio
Erlik era dueño de los que tenían pensamientos malos. Según ellos, por
eso les dirigía en las batallas. Los escitas religiosos buscaban la
protección de Tabatí o Tabiti, diosa del fuego y del hogar, con
sacrificios. Y algunas tribus sacrificaban un caballo negro fogoso a
Satán (Erlik) para apaciguarlo. Un caballo negro era la representación
de Satán para algunas tribus en épocas primitivas. Téngase en cuenta que
la adoración del fuego era una costumbre iraní, pero estas costumbres
fueron originalmente de los escitas esteparios. La transliteración del
nombre hebreo Gog en el idioma acadio es Gugu, que significa jefe. Y en
el idioma sumerio es Gug, que significa tiniebla. En conjunto estas
transliteraciones, traducciones y equivalencias añaden varios otros
significados a Magog. Entre otros, se representa a las tinieblas o lo
tenebroso. En resumen, lugar alto y tierra tenebrosa de donde vienen
los escitas con su rey Gagu. Gog: Gagu, Giges, Gasgas (que también era
una tribu considerada escita por algunos historiadores), Gaggu, Gug,
Gagi, Gugu y otras similares en los diferentes idiomas del Medio
Oriente se usaban como nombres, apodos, títulos y adjetivos para
mencionar y describir principalmente las cualidades personales de los
mandos militares escitas, tales como supremo, altivo, altanero,
general, jefe supremo, comandante, capitán, caudillo y hasta “El
emperador del norte“.
Un ejemplo del uso de Gug como título se encuentra en la epopeya de
Gilgamés en su traducción babilónica. En la palabra compuesta Gugallu,
que significa Jefe, el sufijo allu especifica el rango y la función del
cargo. En el arameo la palabragugallu se usaba para el inspector de
canales o el técnico de irrigación de las aguas. Algunas de estas
transliteraciones se podían usar como gentilicios, como por ejemplo el
Gaga y Guigayá de las cartas de Amarna, que designan la región que para
los egipcios era Gag (sureste de Turquía), cuyo nombre designa también a
los habitantes del norte procedentes de Carquemis. También la palabra
mesopotámica Igigi, que significa dioses y consejo supremo de los dioses
de las áreas celestiales, viene de la misma raíz etimológica semítica
que Gug. No se puede separar fácilmente lo personal (cualidades y
valores) de la función ministerial en esa época, porque un rey escita
era jefe supremo (soberbio), gobernante (sabio) y guerrero (el tenebroso
o rey del terror). Y este rey era su pueblo y su tierra a la misma vez.
Los nombres hebreos tratan de recoger todos estos significados. Si no
se translitera la palabra Gog y se suprime la vocal “o”, su significado
pasa a ser escalera o techo (su sinónimo hebreo es azotea y se escribe
como GG). Y en el hebreo ambas palabras son sustantivos femeninos y
pueden usarse como verbos, adjetivos y adverbios. Es de la palabra techo
que se deriva el principal significado de todas los demás palabras
transliteradas de Gog; como alguien que está en eminencia y un lugar
alto.
Y sobre el tema de Gog y Magog podemos leer en la Biblia (Ezequiel) este
apocalíptico relato: “La palabra de Yahveh me fue dirigida en estos
términos: Hijo de hombre, vuelve tu rostro hacia Gog, en el país de
Magog, príncipe supremo de Mesek y Túbal, y profetiza contra él. Dirás:
Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy contra ti, Gog, príncipe supremo
de Mesek y Túbal. Yo te haré dar media vuelta, te pondré garfios en las
quijadas, y te haré salir con todo tu ejército, caballos y caballeros,
todos bien equipados, inmensa asamblea, todos con escudos y paveses, y
diestros en el manejo de la espada. Persia, Kus y Put están con ellos,
todos con escudo y yelmo. Gómer, con todas sus huestes, Bet Togarmá, en
el extremo norte, con todas sus huestes, pueblos numerosos, están
contigo. Disponte y prepárate, tú y toda tu asamblea concentrada en
torno a ti, y ponte a mi servicio. Al cabo de muchos días, recibirás
órdenes. Después de muchos años, vendrás hacia la tierra cuyos
habitantes escaparon a la espada y fueron congregados de entre una
multitud de pueblos en los montes de Israel, que habían sido un desierto
permanente. Desde que fueron separados de los otros pueblos, habitan
todos en seguridad. Tú subirás, avanzarás como un huracán, como un
nubarrón que cubrirá la tierra, tú y todas tus huestes, y los numerosos
pueblos que están contigo. Así dice el Señor Yahveh: Aquel día te
vendrán al corazón proyectos y concebirás perversos planes. Dirás: «Voy a
subir contra una tierra abierta, marcharé contra gente tranquila que
habita en seguridad. Habitan todos en ciudades sin murallas, sin
cerrojos ni puertas.». Irás a saquear, a hacer botín, a poner tu mano
sobre ruinas repobladas, en un pueblo congregado de entre las naciones,
entregado a reponer el ganado y la hacienda, que habita en el centro de
la tierra.»
“Sabá, Dedán, los mercaderes de Tarsis y todos sus leoncillos te dirán:
«¿A saquear has venido? ¿Para hacer botín has concentrado tu asamblea?
¿Para llevarte el oro y la plata, para apoderarte de ganados y
haciendas, para hacer un gran botín?». Por eso, profetiza, hijo de
hombre. Dirás a Gog: Así dice el Señor Yahveh: ¿No es verdad que aquel
día, cuando mi pueblo Israel viva en seguridad, te pondrás en
movimiento? Vendrás de tu lugar, del extremo norte, tú y pueblos
numerosos contigo, todos montados a caballo, enorme asamblea, ejército
innumerable. Subirás contra mi pueblo Israel como un nublado que recubre
la tierra. Será al fin de los días; yo te haré venir entonces contra mi
tierra para que las naciones me conozcan, cuando yo manifieste mi
santidad a sus ojos, a costa tuya, Gog. Así dice el Señor Yahveh: Tú
eres aquel de quien yo hablé antaño, por medio de mis siervos los
profetas de Israel, que profetizaron en aquel tiempo, durante años, que
yo te haría venir contra ellos. Aquel día, cuando Gog avance contra el
suelo de Israel – oráculo del Señor Yahveh – estallará mi furor. En mi
cólera, en mis celos, en el ardor de mi furia lo digo: Sí, aquel día
habrá un gran terremoto en el suelo de Israel. Temblarán entonces ante
mí los peces del mar y los pájaros del cielo, las bestias del campo y
todos los reptiles que serpean por el suelo, y todos los hombres de
sobre la faz de la tierra. Se desplomarán los montes, caerán las rocas,
todas las murallas caerán por tierra. Convocaré contra él toda clase de
terrores, oráculo del Señor Yahveh. Volverán la espada unos contra
otros. Le castigaré con la peste y la sangre, haré caer una lluvia
torrencial, granizos, fuego y azufre, sobre él, sobre sus huestes y
sobre los numerosos pueblos que van con él”.
“Manifestaré mi grandeza y mi santidad, me daré a conocer a los ojos de
numerosas naciones y sabrán que yo soy Yahveh. Y tú, hijo de hombre,
profetiza contra Gog. Dirás: Así dice el Señor Yahveh: Aquí estoy contra
ti, Gog, príncipe supremo de Mések y Túbal. Yo te haré dar media
vuelta, te conduciré, te haré subir desde el extremo norte y te guiaré a
los montes de Israel.
Romperé tu arco en tu mano izquierda y haré caer tus flechas de tu mano
derecha. En los montes de Israel caerás tú, tus huestes y los pueblos
que van contigo. Te he entregado como pasto a toda clase de aves de
rapiña y a las fieras del campo. En la haz del campo caerás, porque he
hablado yo, oráculo del Señor Yahveh. Mandaré fuego sobre Magog y sobre
los que viven seguros en las islas, y sabrán que yo soy Yahveh.
Manifestaré mi santo nombre en medio de mi pueblo Israel, no dejaré que
vuelva a ser profanado mi santo nombre, y las naciones sabrán que yo soy
Yahveh, santo en Israel. He aquí que todo esto llega y se va a realizar
– oráculo del Señor Yahveh -: éste es el día que yo he anunciado.
Entonces los habitantes de las ciudades de Israel saldrán a quemar y a
entregar a las llamas las armas, paveses y escudos, arcos y flechas,
mazas y lanzas. Harán fuego con ello durante siete años.
No irán ya a buscar leña en el campo, ni la recogerán en el bosque,
porque harán el fuego con las armas. Saquearán a sus saqueadores y harán
botín de sus depredadores, oráculo del Señor Yahveh. Aquel día, yo daré
a Gog como sepulcro en Israel un lugar famoso, el valle de los Oberim,
al este del mar, el que corta el paso a los viajeros: allí será
enterrado Gog con toda su multitud, y se le llamará valle de Hamón Gog”.
“La casa de Israel los enterrará para purificar la tierra, durante siete
meses. Todo el pueblo de la tierra será movilizado para enterrarlos, y
ello les dará renombre el día que yo manifieste mi gloria, oráculo del
Señor Yahveh. Luego se escogerán hombres que recorran constantemente el
país y entierren a los que hayan quedado por el suelo, para purificarlo.
Al cabo de siete meses empezarán su búsqueda. Cuando, al recorrer el
país, alguno de ellos vea huesos humanos, pondrá al lado una señal hasta
que los sepultureros los entierren en el valle de Hamón Gog, (Hamoná es
también el nombre de una ciudad) y purifiquen así la tierra. En cuanto a
ti, hijo de hombre, así dice el Señor Yahveh: Di a los pájaros de todas
clases y a todas las fieras del campo: Congregaos, venid, reuníos de
todas partes para el sacrificio que yo os ofrezco, un gran sacrificio
sobre los montes de Israel; comeréis carne y beberéis sangre. Carne de
héroes comeréis, sangre de príncipes de la tierra beberéis. Todos son
carneros, corderos, machos cabríos, pingües toros de Basán. Comeréis
grasa hasta la saciedad y beberéis sangre hasta la embriaguez, en este
sacrificio que yo os brindo. Os hartaréis a mi mesa de caballos y
caballeros, de héroes y de toda clase de guerreros, oráculo del Señor
Yahveh. Así manifestaré yo mi gloria entre las naciones, y todas las
naciones verán el juicio que voy a ejecutar y la mano que pondré sobre
ellos. Y la casa de Israel sabrá desde ese día en adelante que yo soy
Yahveh su Dios. Y sabrán las naciones que la casa de Israel fue
deportada por sus culpas, que, por haberme sido infieles, yo les oculté
mi rostro y los entregué en manos de sus enemigos, y cayeron todos a
espada. Los traté como lo merecían sus impurezas y sus crímenes, y les
oculté mi rostro”.
Estos nombres de Gog y Magog, como figuras literarias, en principio
representan a cualquier enemigo de Yahveh. Mediante el estudio de la
lengua hebrea, Agustín de Hipona interpretó el nombre de la tribu Mesec,
que acompañará a Gog en la invasión de Israel al final de los tiempos,
también como techo. Otro significado para esta palabra es posesión y su
traducción en griego es moschoi (que para los griegos eran los que
vivían en los bosques de Turquía) y en asirio es muskhi(que para los
asirios eran un grupo de varias tribus, entre ellas los frigios). En el
lejano noreste de Asia Menor se traducía como moskhoi que significaba
<>. Y parafraseando nuevamente estos
significados, obtenemos otro más preciso para algunas de esas tribus,
como el siguiente: “los escitas que vienen y viven en las alturas
boscosas”. En la literatura hebrea, Gog, sus acompañantes y su tierra
Magog (Ucrania y Cáucaso) se asocian a menudo a tradiciones
apocalípticas. Se supone que Magog es el ancestro de los escitas y quizá
de los persas y los partos. El poeta griego Hesíodo, en el siglo VIII
a. C., relacionó a Mat Gugu con los escitas, posiblemente por
influencia de las fuentes literarias u orales babilónicas y asirias.
Flavio Josefo identificó, en efecto, a los descendientes de Magog como
los escitas, un nombre usado en la Antigüedad para la gente del norte
del Mar Negro. También se ha conjeturado a veces que los descendientes
de Magog eran los antecesores de los pueblos eslavos . Para los árabes
son los Turcomanos descendientes de Yadjudj y Madjudj, según el Corán.
Las Puertas Caspias o el muro de Al Magog (algunos creen que se refiere a
la muralla china) se asocian con la entrada a las tierras de los
escitas. En este caso se cree que los chinos son Magog. El libro etíope
de los Jubileos, que es una traducción de una obra judaica, dice que los
protoesenios ubicaban a Gog y Magog en Ucrania durante el siglo IV a.
C. Según algunas tradiciones irlandesas, tales como las crónicas
irlandesas, la raza irlandesa está compuesta por varias tribus
indoeuropeas incluyendo descendientes de Magog. Baath (Boath), Jobhath y
Fathochta son los tres hijos de Magog. Y Partholón, Nemed e Iobath son
descendientes de Magog. Se supuso que Magog pudo haber tenido un nieto
llamado Heber, que se separó navegando por el Mediterráneo. Hay también
una leyenda húngara que dice que los magiares descienden de los hermanos
gemelos Hunor y Magor, que vivieron a orillas del mar de Azov en los
años siguientes a la gran inundación (posiblemente el Diluvio universal)
y tomaron a las esposas de los Alanos. Según una versión de esta
leyenda, en la Crónica medieval de Pictum, este Magor es Magog, hijo de
Japheth.
¿Por qué se dice que Feniusa Farsa -antepasado de los milesios
irlandeses- era escita, nieto de Magog y fundador de la raza milesia?
Gog y Magog son nombres que se relacionan estrechamente. Gog era el
nombre de un gigante al que, según se dice, el «troyano Brut» venció en
Totnes, en el Devonshire, cuando invadió Britania al final del segundo
milenio. Pero, ¿cuál era el origen de Gog mac Gog?
La respuesta se halla en el Génesis, donde se dice que Magog era hijo de
Japheth (Jafet), que figura en el mito griego como el titán Japeto,
padre de Atlas, Prometeo y Epimeteo y Menecio. También era hermano de
Gomer, Madai, Javán, Túbal, Mosoc y Tiras, que, según se admite
generalmente, eran los cimerios, medos, jonios; tibarenianos, mosquianos
y tirrenos. Los mosquianos y los tibarenianos, que trabajaban el
hierro, eran tribus de la región sudeste del Mar Negro.
La tribu errante de los cimerios del Mar Negro se convirtió con el
tiempo en los cimbros. Los jonios figuraban como griegos en los tiempos
históricos, pero eran tal vez inmigrantes egeos que entraron en Grecia
desde Fenicia. Los tirrenos eran una tribu egea, algunos miembros de la
cual emigraron de Lidia a Etruria, otros a Tarsos (la ciudad de San
Pablo) y a Tartesos, en la Península Ibérica. Los medos pretendían
descender de la diosa pelasga Medea. A Gog se le identifica con la tribu
septentrional de los Gagi, mencionada en una inscripción del faraón
egipcio Amenhotep III. Y «Gogarene», en la época de Estrabón, era el
nombre de una parte de Armenia situada al este del territorio de los
mosquianos y tirrenos. El abuelo de Magog se afirma que era Noé y el
Ararat de Noé estaba en Armenia, por lo que se opina habitualmente que
Magog representa a Armenia. De todos modos, Josefo interpreta la palabra
como significando «los escitas», nombre que incluía a todas las tribus
del Mar Negro en su época. El «rey Gog de Mesec y Túbal» mencionado en
Ezequiel, actualmente es identificado como Mitrídates VI del Ponto, cuyo
reino incluía la región de los mosquianos y tibarenianos.
Siglos después Josefo confirma esta creencia en su historia del pueblo
israelita. Tan envuelto en leyenda está el origen como la desaparición
de esta tribu de la escena histórica, que alternó el mayor salvajismo
con la confección y el uso de objetos finamente elaborados. Varios
historiadores comentaron la imposibilidad de Darío I (rey persa de la
dinastía de los aqueménidas) de conquistar la región ocupada por los
escitas a pesar de haber triunfado ya sobre Anatolia y haber conquistado
otros territorios importantes. Su antecesor en el trono Ciro el Grande
pereció a manos de una tribu escita, losmasagetas, durante una de sus
campañas militares. A nivel arqueológico se han descubierto numerosos
objetos artesanales de oro de elaboración de gran nivel artístico,
retratando su vida cotidiana o con motivos equinos, pues eran excelentes
jinetes, expertos en hacer lazos e inventores y usuarios del arco de
doble curva. También la tumba de los reyes, que eran grandes túmulos
(kurganes) donde, tras estrangularlos, eran enterrados junto al monarca
sus más cercanos sirvientes, concubinas y hasta caballos.
Tal como ya hemos dicho, los escitas eran grandes jinetes, y en la
guerra, eran temibles arqueros a caballo. El arco escita, era más bien
pequeño para poder ser utilizado cómodamente a caballo, compuesto de
madera, hueso y tendones de animales, recurvo, era un arma formidable.
Los jinetes, además, portaban un característico carcaj llamado
“gorytos”, que contenía tanto las flechas como el pequeño pero potente
arco. Además, los nobles escitas formaban una élite de caballería, con
mejores armaduras y ciertas piezas precursoras de las futuras bardas de
caballería. Se equipaban con lanzas, jabalinas, hachas “sagaris” (que
fue adoptada por muchos persas y luego por los macedonios) y escudos. Y,
con el tiempo, fueron desarrollando tácticas de choque, aunque nunca
abandonaron los arcos como arma. La armadura típica escita consistía en
un coselete de cuero con piezas de hierro para los arqueros a caballo.
Además, los escitas desarrollaron las primeras cotas de escamas de
hierro o bronce cosidas solapadamente sobre los coseletes de cuero. Como
yelmos, tenían tanto yelmos de láminas de bronce como sus tradicionales
gorros de fieltro picudos (gorros frigios, similares a los de los
tracios, por ejemplo), reforzados con escamas metálicas. También solían
adornarse con abundante orfebrería, tanto ellos como sus monturas. Las
espadas escitas medían unos 70 cm. de largo en total, y fueron
evolucionando con el tiempo: de una hoja recta de dos filos se fue
cambiando a una hoja en forma de triángulo isósceles, de un solo filo.
Las empuñaduras y las hojas estaban profusamente decoradas. Algunas eran
auténticas obras de arte. Posteriormente, algunas tribus escitas se
asentaron y se volvieron agrícolas alrededor del Mar Negro. Estas
tribus redujeron su caballería y comenzaron a aportar infantería,
compuesta básicamente de arqueros y tropas auxiliares.
En resumen, Escitia era un área de Eurasia habitada en la antigüedad por
un pueblo iranio conocido como los escitas. Su situación y extensión
varió a lo largo del tiempo, desde la región del Altai, donde se unen
Mongolia, China, Rusia, y Kazajistán hasta la del bajo Danubio y
Bulgaria. Su territorio llegó a extenderse por unos 6000 km, desde
Hungría hasta Manchuria, gracias a un hecho clave en su cultura: la
domesticación del caballo. Los historiadores grecolatinos de la
antigüedad situaban a la Escitia (Escithia) en la costa norte del Mar
Negro, las llanuras al norte del Cáucaso y en la zona al norte del Mar
Caspio; aunque el territorio ocupado por los escitas, con fronteras (en
especial las septentrionales) poco definidas, fluctuaba constantemente.
Es así que las antiguas crónicas chinas ubican poblaciones escitas en
zonas que actualmente corresponden al Xinjiang. Dado su modo de vida y
producción (pueblo cazador-recolector y depredador) y al hecho de haber
sido grandes jinetes hace que, en términos generales, su territorio
fuera un extenso cinturón de estepas que se encuentra en el centro de
Eurasia. En la zona noreste de la nación escita (en el curso medio del
río Volga sobre Samara) vivían los budinos y los gelonos.
Se agrupaban en forma de bandas de merodeadores hostiles. Sus rostros
estaban curtidos por el clima y usaban largas cabelleras desaliñadas, y
los adultos barba. Solían beber de cráneos humanos (de sus enemigos), de
los cuales conservaban sus cueros cabelludos como trofeos. Para
soportar mejor el hambre durante sus largas marchas por las estepas y
desiertos solían ceñirse fuertemente los cinturones. Los hombres,
especialmente durante los combates, se adornaban con gorros que exhibían
cornamentas (en especial de ciervo), se hacían tatuajes en el cuerpo y
clavaban un sable en la tierra para adorarlo en representación del dios
de la guerra.
Asimilaron al dios de la guerra griego Ares, pero no tenían templos para
adorar a sus dioses. También llamaban la atención sus ropas de gran
colorido, confeccionadas con cuero, piel y fieltro, y que solían
representar, de forma muy estilizada y dinámica, a animales (ciervos,
tigres, panteras, etc.); en suma, un estilo típico del llamado arte de
las estepas. Vivían en chozas de ramas montadas sobre sus carros de
macizas ruedas, en constante movimiento entre el Danubio y el Don o
mucho más lejos. Las chozas eran redondas o rectangulares, de generosas
proporciones, de dos o tres habitaciones. Sus paredes generalmente eran
de mimbre, pero también las construían con ramas atadas con correas, y
las revestían con barro o fieltro para protegerse de las lluvias y la
nieve. Los carros más pequeños se desplazaban sobre 4 ruedas y las de
mayor tamaño sobre 6, siendo arrastrados por bueyes.
Incluso cabalgando tenían una sorprendente habilidad para disparar.
Utilizaban rudimentarias monturas sin estribos, pero eran sumamente
hábiles para mantener el equilibrio sobre el animal. Esto, en épocas en
que los pueblos europeos no habían desarrollado sus cuerpos de
caballería y sólo poseían infantería y carros de guerra, les permitió
desplegar devastadoras maniobras de gran movilidad, exhibiendo
inteligentes tácticas, resultado de generaciones de combates a caballo.
Gracias a esto, llegaron a realizar incursiones en el Oriente Próximo.
No concebían la vida sin el caballo (era frecuente que adornaran las
colas de sus caballos trenzándolas de modo que parecieran un manojo de
serpientes). Incluso en la muerte, un escita rico podía llevarse a la
tumba hasta cien caballos. También los utilizaban como alimento,
comiéndoselos y ordeñando a las yeguas para fabricar quesos y kumis (una
bebida alcohólica a base de yogur). Utilizaban armaduras de cuero y
ropas con mangas angostas que les permitían libertad de movimiento.
Utilizaban como armamento, además del arco y la flecha, una espada de
hoja recta de bronce o de hierro, y un escudo de cuero reforzado con
placas metálicas. Durante sus incursiones montaban manteniendo una
notable armonía de movimientos, e incluso se alimentaban montados en sus
caballos, que obtenían de las manadas salvajes de las estepas. Muchas
de sus costumbres fueron adoptadas luego por los hunos.
Cada hombre tenía gran cantidad de esposas y éstas su comitiva. Las
cortes de los ricos parecían mercados, donde la menos importante de las
esposas podía llegar a tener unas 20 casas rodantes para sus sirvientes.
La poligamia tenía razones económicas. Los hombres se ocupaban de la
caza y la guerra, mientras que las mujeres se ocupaban de los animales,
la generación de alimentos, construcción de las casas, el curtido de
pieles, con los que hacían ropas y zapatos, y otros elementos con los
que también comerciaban.
Por otra parte, dada la división sexual del trabajo que existía entre
ellos y la índole de las actividades asignadas a los varones (caza,
depredación y guerra) es casi seguro que había una elevada cantidad de
mortandad de varones en edad reproductiva por lo cual la forma de
compensar el “déficit” de varones era la poligamia. Dado que desconocían
la escritura, no contamos con documentos escitas, pero se los reconoce
históricamente por las descripciones hechas por Heródoto, Hipócrates y
otros. Estos escritores han descrito de igual manera a diversas tribus
con similar comportamiento, sobre todo en sus tradiciones funerarias, de
las cuales se conoce la gran pompa que exhibían al momento de enterrar a
sus reyes o personajes importantes. Entonces, el término escita no
designa a un único pueblo, sino a numerosos grupos de individuos que
compartían una cultura común.
Sus tumbas eran sumamente visibles, ya que enterraban a sus muertos
resaltando su ubicación apilando tierra y rocas para formar montículos
(kurganes, en ruso), confiando en que sus enemigos no molestarían a sus
muertos en su última morada, dado el temor que suscitaban los escitas a
aquellos a quienes sometían. Durante el siglo XVIII, Pedro el Grande,
zar de Rusia, construyó el Museo Imperial donde se exhibieron parte de
los tesoros encontrados en las estepas ucranianas, donde se estima que
existen unos 100 000 túmulos de esta clase, siendo la zona de Minunsinsk
(Siberia) donde se encuentra la mayor concentración de estas tumbas.
Las piezas recuperadas de las tumbas escitas se encuentran actualmente
en el Museo del Hermitage en San Petersburgo. Los primeros registros
encontrados sobre los escitas, datan de la primera mitad del siglo VII
a. C. Durante el siglo IV a. C., los escitas llegaron a su mayor
desarrollo político, cultural y económico. Muchos componentes de la
comunidad escita se convirtieron en agricultores sedentarios, en la zona
norte del Mar de Azov, llegando inclusive a la zona de Altai. Allí
formaron su reino con capital en la ciudad que los griegos llamaron
“Panticapea” (hoy Kámenskoe Gorodishche).
Incluso Darío I, rey de los persas, en el 514 a. C. intentó conquistar
este reino, al mando de 700.000 hombres, cruzando el Danubio hacia las
estepas actualmente ucranianas, pero sin lograr quebrantar a los
escitas, quienes aterrorizaron a los persas mediante lluvias de flechas
que desorganizaron sus filas, y atacándolos ferozmente a caballo. Uno de
sus grandes reyes, Ateas (nacido hacía el 430 a. C.) empezó una serie
de campañas que lo llevaron a unificar a muchas de las tribus escitas
(400 a. C.), extendiendo su poder desde el río Don hasta Tracia. Su
expansión hacía los Balcanes lo llevó a entrar en conflicto con los
macedonios, tras fracasar varios intentos de alianza entre ambos. Ateas
murió a la edad de 90 años durante una batalla contra Filipo de
Macedonia en las llanuras de la actual Dobruja (339 a. C.).
Sin embargo el reino continuó, a pesar de las presiones de los tracios,
celtas, sármatas, getas y masagetas. Los principales rivales de los
escitas fueron pueblos surgidos, al parecer, del mismo tronco común: los
cimerios (expulsados por los escitas de Crimea), los ya mencionados
getas y los masagetas, así como principalmente los tocarios, los wusun y
los sármatas, quienes les derrotaron entre el siglo I a. C. A algunos
pueblos existentes se les atribuye un origen casi directo de los
escitas. Entre estos se cuentan los osetas de Caucasia e incluso los
yázigas que habitan en la parte oriental de Hungría. Pero en el caso de
los osetas parece predominar un linaje alano sobre el probable linaje
escita. En cuanto a los yázigas, como los kumanos, hace aproximadamente
un siglo que han adoptado la cultura de los magiares.
Como conclusión podemos decir que los fenicios y otros pueblos emigraron
por tierra y mar. Dos de los grupos fueron llamados los Cimerios y los
Escitas y a través de una serie de cambios de nombre poblaron Europa y
se encontraron con los colonos arios más antiguos de Gran Bretaña y
Europa del Norte, que fueron trasladados por los navegantes fenicios,
que son muy importantes para la Historia. Los Cimerios emigraron al
noroeste desde el Cáucaso y el Asia Menor (Turquía) hacia los países que
ahora llamamos Bélgica, Países Bajos, Alemania y Dinamarca. Los
historiadores romanos, Plinio y Tácito, dijeron que todas las personas a
lo largo de la costa desde Países Bajos hasta Dinamarca eran el mismo
grupo étnico y esto es apoyado por evidencia arqueológica que indica que
este pueblo llegó a esa región alrededor de 300 a 250 a.C. Otro grupo
de Cimerios viajó hacia arriba por el río Danubio por Hungría y Austria
hacia Alemania del sur y Francia.
Los romanos los llamaron galos y los griegos los conocieron como los
Keltoi o celtas. Grupos de estas tribus celtas también se instalaron en
Bohemia y Bavaria y otros invadieron Italia del norte. Otra vez no es
una coincidencia que la religión del Budismo surgió de tierras habitadas
por los Sakka (arios Escitas). Al menos para el 500 a.C una tribu
llamada los Sakyas vivió en el área donde se supone que Buda había
nacido alrededor de 63 años antes. Gutama (Señor Buda) fue llamado
Sakyashina, Sakamuni, el sabio Sakya, el maestro y el león de la tribu
de Sakya. Todo esto es muy importante cuando consideramos un origen
único de todas las religiones más importantes, y la mayoría de las
menores, así como sus héroes. Los Escita / Sakka y los Cimerios /
Cimbrios eran de hecho todos el mismo pueblo y esto es confirmado por
las inscripciones anotadas en la roca de Behistun, en las montañas
Zargos, sobre una vieja ruta de caravana procedentes de Babilonia.
Informando: http://elarcadelmisterio.blogspot.com/
Fuente:
despiertaalfuturo
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