Científicos creen haber dado con el motivo, y tiene mucho que ver con la razón por la que los neumáticos de los coches tienen surcos
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Todos lo hemos experimentado alguna vez. Cuando pasamos
mucho tiempo con las manos en el agua, dándonos un baño o fregando los
cubiertos, los dedos en remojo se nos quedan arrugados como los de un
anciano. Investigadores de la Universidad de Newcastle han indagado
sobre el asunto y han llegado a la conclusión de que este efecto tiene
una explicación que tiene que ver con nuestra propia evolución. Los dedos arrugados mejoran nuestro agarre de objetos mojados o que se encuentran bajo el agua,
de la misma forma que un neumático con surcos se aferra mejor a la
carretera. Es probable que esta capacidad les viniera estupendamente a
nuestros antepasados dedicados a recolectar frutos en entornos húmedos.
Anteriormente se creía que las arrugas en manos y pies
mojados eran el resultado del paso del agua por la capa externa de la
piel, haciendo que se hinche, pero la formación de estas arrugas es en
realidad un proceso activo. El arrugamiento distintivo está causado por
la constricción de los vasos sanguíneos debajo de la piel, controlada
por el sistema nervioso autónomo. Como es un proceso activo, debería
tener una función importante. En efecto, los científicos de Newcastle
han demostrado que puede ofrecer una ventaja.
En el estudio, publicado en la revista Biology Letters,
se pidió a voluntarios que recogieran canicas de diferentes tamaños con
las manos normales o con los dedos arrugados después de haber
permanecido en agua caliente durante 30 minutos. Eran más rápidos con las canicas mojadas si sus dedos estaban arrugados. Sin
embargo, los dedos arrugados no suponen ninguna diferencia a la hora de
mover objetos secos. Esto sugiere que las arrugas en los dedos de manos
y pies tienen la función de mejorar nuestro control sobre los objetos
bajo el agua «o tal vez incluso sobre objetos húmedos en general».
Como neumáticos
«Hemos demostrado que los dedos arrugados dan un mejor
agarre en mojado, lo que podría funcionar como las huellas de los
neumáticos, que permiten que más parte de la rueda esté en contacto con
el firme y se realice un mejor agarre», explica Tom Smulders, autor de
la investigación.
A su juicio, en un tiempo remoto, las arrugas en los dedos pudieron favorecer a nuestros antepasados para
recolectar alimentos en una vegetación húmeda o en arroyos. «El efecto
en los dedos de los pies también supondría una ventaja, ya que pudo
permitirles caminar mejor bajo la lluvia».
Esto plantea la pregunta de por qué no tenemos los dedos
permanentemente arrugados. «Nuestros pensamientos iniciales son que
podría disminuir la sensibilidad en los dedos o aumentar el riesgo de
daños cogiendo objetos», apunta Smulders, que no descarta nuevos
estudios al respecto.
Informando: http://elarcadelmisterio.blogspot.com/
Fuente: ABC
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