Un geólogo cree haber obtenido la respuesta al misterio de las rocas «viajeras» de California con la ayuda de un tupper y un frigorífico
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Racetrack Playa, en el Valle de la Muerte,
una larga extensión de lodos en California (EE.UU.), es un paisaje
extraño. Es un lago seco, rodeado de montañas, plano y largo como si le
hubiera pasado por encima una apisonadora especialmente empeñada. En
verano, el suelo agrietado parece la piel de un elefante. Pero lo más
extraño de todo son unas piedras esparcidas por doquier que van del tamaño de un guijarro al de un ser humano. Lo que tienen de asombroso estas rocas es que dejan un rastro de movimiento, como si hubieran reptado por el suelo. Algunas
pistas son rectas y solo tienen unos metros de largo, pero otras tienen
extensiones que alcanzarían las dos porterías de un campo de fútbol, se
curvan o se cruzan entre sí.
Para añadir más misterio al caso, resulta que nadie ha visto realmente cómo se mueven las rocas.
Las explicaciones populares van desde el magnetismo a poderosos campos
de energía o absurdas intervenciones alienígenas -incluso hay quien ha
robado piedras para ver si se mueven en otro lugar lejos del valle-,
pero la ciencia pretende encontrar su propia respuesta. La revista del Smithsonian ha recopilado lo que se sabe sobre este misterio.
En 1948, dos geólogos del USGS, McAllister y Allen Agnew,
propusieron que son remolinos de polvo los que provocan el extraño
movimiento, tal vez en combinación con una inundación intermitente de la
playa. En 1952, otro geólogo probó esta hipótesis con un experimento de
campo, pero los resultados no fueron concluyentes.
En las décadas siguientes, los científicos apuntaron al
hielo, que se forma en la planicie durante el invierno. Durante la
década de 1970, geólogos del CalTech y la Universidad de California UCLA
siguieron los movimientos de 30 piedras, a las que incluso pusieron
nombres. Plantaron estacas de madera alrededor de las piedras, con la
idea de que si las capas de hielo eran las responsables, el hielo
congelaría las estacas, inmovilizando así las piedras. Pero algunas
piedras siguieron paseándose y a pesar de las frecuentes visitas, la
pareja nunca vio un solo movimiento.
John Reid, profesor de la Universidad Hampshire, llevó a
grupos de estudiantes a la playa cada año desde 1987 hasta 1994 para
estudiar las piedras. Debido a que muchos rastros eran paralelos, estaba
convencido de que las rocas estaban encerradas juntas en grandes capas
de hielo que eran sopladas por fuertes vientos.
Pero Paula Messina, geóloga de la San Jose State, utilizó
un GPS para crear un mapa digital de los rastros y descubrió que la
mayoría no iban en paralelo. Además, los modelos basados en el viento
fueron puestos en duda cuando los investigadores trataron de calcular la
velocidad del viento necesaria para mover las capas de hielo.
La solución, en un tupperware
Ralph Lorenz, científico planetario de la Universidad de
Johns Hopkins, creó en 2006 una red de estaciones meteorológicas en
miniatura en el Valle de la Muerte como parte de un proyecto con la NASA
sobre las condiciones climáticas de Marte. Entonces descubrió las
piedras reptantes. «Yo estaba intrigado, como todo el mundo, así que
utilizamos los instrumentos que teníamos para tratar de conocer cuáles
eran las condiciones reales de la playa», explica a la revista del Smithsonian.
A medida que el equipo de investigación estudiaba los
patrones climáticos en el Valle de la Muerte, también buscaron casos
similares en otros entornos y descubrieron que el hielo ayudó a poner a
flote rocas en las playas árticas, creando barricadas a lo largo de la
costa. Los científicos comenzaron a poner esta idea a prueba en el
valle.
Lorenz probó su teoría en su cocina. «Tomé una pequeña
piedra y la puse en un Tupperware. Lo llené de agua de forma que la roca
sobresaliera un poco. Lo puse en el congelador y obtuve un bloque de
hielo con una roca que sobresalía», explica. Volcó la roca helada
flotando en una bandeja de agua con arena en la parte inferior. Soplando
sobre el hielo, se dio cuenta que podía enviar la roca deslizándose por
la bandeja, dejando un rastro en la arena mientras se movía. Después de
décadas de cálculos teóricos de innumerables científicos, la respuesta
parecía estar ahí, sacada de un tupper.
Lorenz y su equipo presentaron su nuevo modelo en 2011.
«Básicamente, un bloque de hielo se forma alrededor de la roca, y el
nivel de líquido cambia de forma que la roca queda flotando en el
barro». explica. «Es una pequeña capa de hielo flotante que pasa a tener
una quilla hacia abajo que puede cavar un sendero en el barro blando».
Los cálculos muestran que, en este escenario, el hielo no produce
ninguna fricción en el agua, por lo que las piedras son capaces de
deslizarse con solo una ligera brisa. El equipo sostiene que su modelo
explica el movimiento mucho mejor que cualquier otro, ya que no requiere
de vientos rapidísimos o enormes capas de hielo.
La explicación científica, si es que es la definitiva, no
resta un ápice de encanto al misterio de las rocas reptantes, una de las
incógnitas naturales más intrigantes del mundo.
Informando: http://elarcadelmisterio.blogspot.com/
Fuente: ABC
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