La próxima misión de la NASA tiene como objetivo capturar un pequeño asteroide con un robot que estará listo en 2017
NASA
La NASA está a punto de intentar algo completamente nuevo:
en lugar de simplemente visitar o aterrizar sobre un asteroide, pretende
capturar uno en pleno vuelo y traerlo después a la Tierra. Los detalles
de esta revolucionaria misión se anunciaron el pasado 10 de abril, al
mismo tiempo que se hizo público el presupuesto de la agencia espacial
norteamericana para 2014.
La idea parece sencilla, y consiste en localizar, primero,
un pequeño asteroide (entre 5 y 7 metros), enviar hasta él una nave
capaz de capturarlo y traerlo después hasta las cercanías de la Tierra,
al alcance de los astronautas, que podrán visitarlo y estudiarlo con
toda comodidad. La construcción del robot que «cazará» el asteroide costará 78 millones de dólares y estará listo para ser lanzado en 2017.
Todo empezó hace un año
El proyecto fue sugerido por primera vez hace un año por el
Instituto Keck de Estudios Espaciales, entidad adscrita al Instituto de
Tecnología de California (Caltech), y adoptado después por la NASA y
también por la Oficina de Política Científica y Tecnológica de la Casa
Blanca. Hace ya algún tiempo, el presidente Obama anunció su intención
de enviar una nave tripulada para que astronautas aterrizaran en un
asteroide en el año 2025, pero los costes de esa misión han resultado
ser prohibitivos.
Sin embargo, traer un asteroide «a casa», probablemente al segundo Punto de Lagrange entre la Tierra y la Luna (EML2) sería algo técnicamente posible y presupuestariamente asequible.
Los puntos de Lagrange son las cinco posiciones de un sistema orbital
en las que las fuerzas gravitatorias de dos cuerpos (por ejemplo la
Tierra y la Luna) se equilibran, de modo que un objeto pequeño (como un
satélite o un asteroide) puede mantenerse estacionario con respecto a
los dos más grandes. EML2, situado sobre la cara oculta de nuestro
satélite, es uno de esos cinco puntos gravitatorios privilegiados del
sistema Tierra-Luna.
Según los cálculos del Instituto Keck, remolcar un
asteroide de unos siete metros y 500.000 kg. de peso tendría un coste
aproximado de 2.650 millones de dólares. Para llegar hasta el objetivo y
traerlo a la Tierra se utilizarían impulsores eléctricos y de energía
solar. Una vez colocado en el punto elegido, el asteroide quedaría al
alcance de un cohete Orion tripulado, que podría así estudiarlo a sus
anchas.
Tecnología disponible
La propia NASA explica que toda la tecnología necesaria
para desarrollar esta misión está actualmente disponible. Por un lado,
nuestros conocimientos sobre los varios tipos de asteroides y sus
localizaciones han aumentado exponencialmente durante las últimas
décadas. Por otro, años de experiencia en la Estación Espacial Internacional han servido para conocer con detalle cómo los humanos pueden vivir y moverse por el espacio.
Pero no solo eso. También la base submarina Aquarius, de la
NOAA (la poderosa agencia meteorológica estadounidense) ha aportado su
granito de arena. Durante sus 16 misiones, los «aquanautas» han
desarrollado técnicas aplicables a la exploración espacial por parte de
los humanos. Técnicas que han sido probadas después en el Neutral
Buoyancy Laboratory del Centro Espacial Johnson y en varias de las
misiones simuladas del NASA Extreme Environment Mission Operations
(NEEMO), en las que, precisamente se establecieron los protocolos de
anclaje a un asteroide y aproximación de los astronautas durante un
paseo espacial.
Elegir el mejor
En cuanto a los posibles riesgos, la agencia espacial
asegura que la misión no supondría amenaza alguna para la Tierra ya que
los asteroides elegidos serían del tipo C (condritas carbonáceas, los
más comunes), que tienen la misma densidad que «una bola de barro seca»
y que, además, llegarían hasta nuestro planeta a una velocidad
muchísimo menor que la del asteroide (de similar tamaño) que hace unas
semanas explotó en Rusia, sobre la ciudad de Chelyabinsk.
Sin duda, la parte más difícil será precisamente la de
encontrar un asteroide adecuado, ya que se necesita una roca bastante
más pequeña que las que habitualmente se ven pasar en las proximidades
de la Tierra. Algo que, por cierto, con la tecnología actual de
detección, resulta bastante complicado. Las condritas carbonáceas, en
efecto, apenas si reflejan la luz solar, y resulta difícil distinguirlas
en la negrura espacial. Y si bien es cierto que algunos candidatos
potenciales podrían ya haber sido detectados (y desechados como «ruido»
por los algoritmos de escaneo de los grandes telescopios), sería
necesario también calcular a la perfección sus órbitas y elegir uno que volviera a pasar cerca de la Tierra hacia el 2017, año en que se prevé que esté lista la misión.
Sistema de autoprotección
Otra ventaja, aseguran los impulsores de la idea, sería que el proyecto podría resultar de gran utilidad en el caso de que nos viéramos amenazados por un asteroide que siguiera una ruta directa de colisión contra
nosotros. Por no hablar del creciente interés de más de una compañía
privada por encontrar un medio de explotar comercialmente los recursos
de los asteroides, en especial agua y metales. Es el caso, por ejemplo,
de Planetary Resources, empresa fundada en 2010 por Eric Anderson
(co-fundador, en 1998, de Space Adventures) y el ingeniero de la NASA
Chris Lewicky (que fue director de vuelo de las misiones Spirit y
Opportunity a Marte).
La empresa, que está financiada por Google, tiene como objetivo la explotación minera espacial y
está preparando, precisamente, una batería de pequeños telescopios
espaciales (15 en los próximos cinco años) llamados Arkyd 100, que serán
desplegados en la órbita terrestre con la misión de localizar
asteroides «potencialmente explotables» y estudiar su composición.
Un asteroide de 7 metros y 500 toneladas de peso, estima la
compañía, puede contener unas 100 toneladas de agua y otras 200
toneladas de minerales. Todo un negocio pues, que podría convertirse muy
pronto en realidad.
Informando: http://elarcadelmisterio.blogspot.com/
Fuente: ABC
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