Europa, EE.UU. y Rusia trabajan en distintos proyectos para destruir o desviar una hipotética roca espacial que ponga en peligro la Tierra. Mientras, Eros realiza su máxima aproximación en 37 años
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El gigantesco asteroide Eros realizará
mañana miércoles su máximo acercamiento a la Tierra desde 1975. No
supone peligro alguno, ya que se situará a 26,7 millones de kilómetros,
lo que sigue siendo una distancia considerable. Pero mide nada menos que
34 km de longitud, un dato que impresiona. Si algo semejante fuera
directo hacia nosotros, las posibilidades de evitar una gran hecatombe
serían mínimas. Para proteger a la Tierra del impacto de cometas y asteroides peligrosos, algo que, aunque parezca el argumento de una película de ciencia ficción, ocurrirá antes o después en los próximos 10.000 años, la Unión Europea ha puesto en marcha una ambiciosa misión espacial. También EE.UU. y Rusia trabajan en el mismo campo.
La Tierra ha sufrido ya varias colisiones de asteroides, algunas tan importantes como la que tuvo lugar hace 65 millones de años en la Península de Yucatán (México) y que además de acabar con los dinosaurios,
según la teoría más aceptada, causó la extinción de la mitad de las
especies animales de la Tierra. Otro episodio histórico, sucedió hace
poco más de un siglo, en Tunguska (Siberia),
cuando un objeto de unos ochenta metros de diámetro colisionó con la
Tierra generando una energía equivalente a mil bombas atómicas. Campos y
campos quedaron arrasados.
Las
misiones espaciales de desviación de asteroides estudian cómo actuar
para que esto no vuelva a ocurrir, pero la tarea es ingente y nada
fácil. En enero de 2010, hace ahora dos años, un informe del National Research Council (NRC)
de EE.UU. para determinar el alcance real del posible impacto de un
asteroide determinaba que, si bien existen fórmulas para hacer frente a
este tipo de amenazas, ninguna sería puesta en práctica con la suficiente rapidez en caso de impacto inmediato.
En
Europa, el encargado de llevar a cabo esta tarea será el consorcio
industrial Astrium, que contará con una financiación de cuatro millones
de euros en los próximos tres años para desarrollar este proyecto
internacional. La tarea de Astrium será perfeccionar un «impactador cinético», una nave espacial encargada de estrellarse a una altísima velocidad contra el asteroide para trastocar su órbita levemente y desviarlo de la trayectoria original para evitar la colisión con la Tierra.
Astrium,
que ya había estudiado este concepto hace unos cuantos años por encargo
de la Agencia Espacial Europea (ESA), procederá ahora a su
actualización y elaboración. Pero esta idea no está exenta de peligros.
El aspecto técnico más crítico del impactador cinético
radica en la orientación, navegación y control de colisión contra el
objeto, ya que el impactador necesita velocidades relativas superiores a
10 kilómetros por segundo y una precisión espacial con un margen de tan
solo unos pocos metros.
Interacción gravitatoria
Estados
Unidos y Rusia se centran en otros dos posibles métodos de desviación
de asteroides, trabajos que también supervisará Astrium. El primero,
investigado por el Instituto Carl Sagan, de Palo Alto (California), que
también lleva a cabo trabajos similares para la NASA, está basado en la interacción gravitatoria entre
un asteroide y una nave espacial que, durante el tiempo suficiente,
provocaría el cambio de órbita de la roca. La aproximación podría ser
realizada por la sonda Dawn, que fue lanzada en en 2007 para examinar
Vesta y Ceres y que finalizará sus tareas en el cinturón de asteroides
en 2015. Sin embargo, esta estrategia puede resultar muy lenta, ya que alterar el trayecto del asteroide puede requerir años e incluso décadas.
Otra solución alternativa puede ser la deflexión (en vez de la destrucción) por onda expansiva,
mediante una explosión cercana a la superficie del asteroide. Este
concepto será investigado por el TsNIImash, una institución rusa que
también trabaja para la agencia espacial rusa Roskosmos.
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