Un telescopio en el Polo Sur y el observatorio espacial Herschel de la ESA detectan por primera vez un tipo de luz muy débil y antigua, emitida cuando el cosmos era un «bebé» de menos de medio millón de años
ESA/Planck
En la novela y película «Contact» del astrofísico Carl Sagan, una civilización extraterrestre envía a la Tierra una transmisión acompañada por un vídeo del discurso de Adolf Hitler en los Juegos Olímpicos de 1936,
la primera señal de televisión de la historia con la potencia
suficiente como para llegar al espacio interestelar. La ficción
imaginada por Sagan ilustra cómo una emisión de ondas con la potencia
adecuada, ya sean luminosas, de radio u otro tipo, puede recorrer
distancias inimaginables a través del universo y ser detectada por
instrumentos lo suficientemente sensibles. Dado que las ondas se
desplazan a la velocidad de la luz, cuando vemos en el cielo una
estrella situada a 25 años luz estamos contemplando la luz que la
estrella emitió hace 25 años; estamos viendo el pasado. Si contáramos
con un instrumento lo suficientemente fino como para escudriñar el
universo a una distancia de 13.800 millones de años luz, observaríamos
lo que ocurrió hace 13.800 millones de años. Y lo que sucedió por
aquellas fechas fue el Big Bang, el nacimiento del universo.
La hipótesis que manejan los astrofísicos dice que una
fracción de segundo después de aquella colosal explosión, el universo se
expandió rápidamente en un proceso conocido como inflación.
Por entonces, el universo estaba en un estado de plasma tan caliente
que la luz no podía atravesarlo. Unos 380.000 años más tarde, el cosmos
se enfrió lo suficiente como para hacerse transparente y permitir el
paso de la luz. Aquella primera luz imprimió en el cielo un retrato del
universo en pañales cuyo eco aún hoy podemos detectar y que se conoce
como radiación cósmica de fondo de microondas.
Esta especie de señal de televisión del universo bebé, que
fue teorizada por primera vez en 1948, ha podido recogerse en los
últimos años gracias a los sofisticados instrumentos de las sondas WMAP
de la NASA y Planck de la Agencia Europea del Espacio (ESA). Ambos
satélites han completado el mapa del cosmos naciente en el que se pueden
apreciar diminutas fluctuaciones sobre su temperatura base, inferior a
270 grados bajo cero. Estas regiones corresponden a áreas de distinta
densidad, en las que los científicos reconocen las semillas que luego
dieron lugar a estrellas y galaxias.
Pero la radiación de fondo, considerada una de las
principales pruebas de que existió un Big Bang, no es el final del
camino, sino una puerta que aún guarda muchas incógnitas. En 2002 se
demostró que una pequeña parte de la radiación, menos de un 10%, está polarizada,
una propiedad de las ondas electromagnéticas que presentan una cierta
ordenación geométrica. Por ejemplo, los filtros polarizadores empleados
en fotografía eliminan los destellos y consiguen cielos más azules
porque bloquean las ondas dispersadas al rebotar. La radiación de fondo
no solo presenta fluctuaciones de temperatura, sino también de
polarización; estas últimas se consideran una prueba de la inflación, ya
que reflejan la dispersión de la radiación debida a la energía del Big
Bang.
ESA/Planck
Esta polarización recibe el nombre de modos E. Pero de
ella, una pequeña parte aún más residual sufre un segundo tipo de
polarización, llamada modos B. Estos se deben a un efecto llamado de
lente gravitatoria. De la misma manera que una lente óptica desvía la
luz, esta también se dobla durante su trayecto por el universo debido a
la gravedad ejercida por la materia, incluyendo la materia oscura,
invisible a la observación. “Cuando la lente gravitatoria distorsiona
los fotones polarizados de la radiación de fondo, transforma parte de
los modos E en modos B”, explica Joaquin Vieira, científico del
Instituto Tecnológico de California y de la Universidad de Illinois
(EE.UU.). Así, los modos B pueden ofrecer información esencial sobre la
distribución de la materia que provoca este efecto de lente.
Los modos B son más difíciles de detectar porque su señal
es más débil: las fluctuaciones son del orden de uno entre diez
millones. Pero gracias a los avances en los instrumentos de observación,
un equipo de científicos de EE.UU., Canadá, Reino Unido y Suráfrica ha
conseguido por fin demostrar estos modos B. “Esta detección ha sido
posible por una astuta y única combinación de observaciones terrestres
desde el Telescopio del Polo Sur [de la Fundación Nacional de Ciencia de
EE.UU.], que ha medido la luz del Big Bang, y datos del observatorio
espacial Herschel [de la ESA], que es sensible a las galaxias asociadas a
la materia oscura que causa el efecto de lente gravitatoria”, resume
Vieira, que ha dirigido el análisis de los datos de Herschel.
Arrugas en el espacio-tiempo
La principal implicación del hallazgo la subraya el autor
principal del estudio publicado en Physical Review Letters, Duncan
Hanson, de la Universidad McGill en Montreal (Canadá): “La detección de
esta pequeña señal de modos B por lente gravitatoria es un hito
importante hacia la medición de otro tipo de modos B más esquivos,
creados durante la inflación del Big Bang”. Los modos B a los que Hanson
se refiere se produjeron debido a las ondas gravitatorias generadas por
las violentas colisiones de la materia, y entre esta y la energía,
durante el rápido proceso de inflación. En palabras del coautor del
estudio Stephen Hoover, de la Universidad de Chicago (EE.UU.), “las
ondas gravitatorias son arrugas en el tejido del espacio-tiempo, y
pensamos que las originadas durante la inflación dejaron una huella en
los modos B de la polarización de la radiación de fondo”.
Estos son aún más difíciles de detectar que los ocasionados
por lente gravitatoria, pero el hallazgo de estos últimos demuestra que
es posible registrarlos. Ahora, los cosmólogos especulan si estos
esquivos modos B creados en el primer segundo de existencia del universo
podrían aparecer en los nuevos resultados del telescopio espacial Planck
que se conocerán en 2014. De ser así, no solo se confirmaría la
hipótesis de la inflación, sino que estaríamos más cerca que nunca del origen del universo.
Informando: http://elarcadelmisterio.blogspot.com/
Fuente: ABC
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