A veces las evidencias que podrían
corroborar una determinada historia se escabullen para tornar esa
historia aún más enigmática e improbable de lo que por si misma parece.
En otros casos las pruebas resultan ser tan endebles como la evidencia
que en este caso nos acompaña: una simple fotografía. Sin embargo la
historia de este retrato en sí es tan interesante como lo que en él
vemos.
Teoberto Maler es
el responsable de esta captura fotográfica. El fue un personaje más que
interesante, el cual dedicó gran parte de su vida a explorar y
documentar la cultura maya plasmada en inmortales construcciones de
piedra legadas a la humanidad futura.
Era arquitecto e ingeniero, por lo
cual podemos imaginar su enorme interés por las construcciones
piramidales de la antigua cultura centroamericana.
Fué uno de los
primeros, si no el primero, en tener un concepto moderno de la
preservación arqueológica dado que se disgustaba con los exploradores de
su época quienes arrebataban inescrupulosamente objetos y piedras
grabadas de las ruinas; Maler consideraba que los sitios arqueológicos
debían permanecer intactos, por lo cual es considerado un precursor de
la disciplina arqueológica moderna.
El prestigio de Maler es indiscutible
al punto que uno de los complejos de edificaciones en Tikal lleva su
nombre: Complejo Maler. El dejó su firma grabada en una de las paredes
de roca de una de las estructuras principales de la acrópolis central,
inmortalizando así su presencia en el sitio.
La fotografía
La foto tomada por Maler nos muestra
una escena por demás sobrecogedora, intrigante y a la vez familiar. Un
hombre ataviado indudablemente con vestimenta de la cultura maya, se
encuentra en una canoa escapando de una situación escalofriante: un gran
cataclismo, el cual se hace evidente en la erupción del volcán que está
al fondo y otros más allá del horizonte; la portentosa actividad
sísmica está presente en el derrumbe de una pirámide justo a la
izquierda del volcán. Las consecuencias de un poderoso tsunami se pueden
apreciar en la persona que flota en las aguas a la deriva; y el pez
muerto, símbolo de un gran desastre ecológico marino. Otros detalles de
la fotografía serán considerados más adelante. ¿Pero por qué esta
fotografía debería considerarse una excelente evidencia en vez de una
prueba endeble? Para responder esta pregunta debemos remitirnos a un
posible amigo de Maler, el arquitecto inglés Robert Stacy-Judd , quien utilizó dicha fotografía en un libro que este publicó en 1939 “Atlantis: Mother of Empires”.
Aparentemente la foto original habría
estado en poder del propio Robert Stacy-Judd y según declaraciones del
propio Stacy-Judd, antes de morir Maler habría revelado que lo que
muestra la fotografía es sólo una porción de un extenso friso que
circunda la totalidad de una cámara subterránea. No deberíamos dudar que
el arquitecto inglés dijo la verdad, pero además conociendo su
inclinación e interés por el arte maya, deberíamos sospechar que si
Maler le confió la ubicación de esa cámara, Stacy-Judd jamás revelaría
su ubicación sin antes ser el ‘primero’ en llegar hasta ese lugar
perdido en las selvas guatemaltecas. Pero eso tal vez nunca lo sabremos.
Tampoco sabremos si esa información
“llegó” o fue comprada por algún coleccionista privado o algún
testaferro de la NASA. ¿La NASA? ¡Sí la NASA! Muchas personas piensan
que a ese organismo del “gobierno” estadounidense sólo le importan los
viajes espaciales y la puesta en órbita de satélites artificiales; sin
embargo ya sabemos con certeza que en los años 70s, más precisamente en
1976, una expedición patrocinada por la NASA y comandada por el ex
astronauta Neil Armstrong exploró la Cueva de los Tayos,
en Ecuador, donde el húngaro-argentino Juan Moricz había descubierto
años atrás a un grupo de aborígenes que hablaban el antiguo idioma
húngaro y eran los guardianes del acceso a una cueva que según Moricz
recorría las entrañas de la cordillera de los Andes y donde se guardaban
unas planchas de metal con extraños símbolos jamás descifrados.
Armstrong dijo posteriormente que nunca encontraron nada, lo cual
contradice sus primeras declaraciones donde aseguró que aquella
experiencia había sido más sorprendente que su viaje a la Luna. No cabe
duda que “alguien” aconsejó a Armstrong rectificar sus declaraciones
pues fuera lo que fuera lo que el ex astronauta vio en la Cueva de los
Tayos, esto no era algo que debía cederse al dominio público.
Entonces, volviendo a nuestra
fotografía del friso maya, si la NASA o algún otro grupo con oscuras
intenciones de desinformación se apoderó literalmente del sitio
descubierto por Maler, jamás sabremos algo acerca de esas ruinas. Pero
hay una pregunta que no puedo dejar de hacerme y que a la vez quiero
dejar flotando en la mente del lector ¿El resto del friso donde Maler
tomó la foto del escape, contenía alguna información que relacione ese
evento con el fin del calendario maya?
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