Cuenta la leyenda que en 1947, un pastor buscaba una cabra perdida por
los desiertos montes próximos al Mar Muerto cuando, tras lanzar una
piedra en el interior de una cueva, el eco le devolvió el sonido de algo
que se hacía pedazos.
Con el tiempo, ese algo resultó ser uno de los más grandes descubrimientos del siglo XX: los manuscritos de Qumrán (llamados también 'Los Manuscritos del Mar Muerto').
Durante más de cincuenta años, los documentos fueron celosamente
guardados y estudiados por un selecto grupo de investigadores mientras
se negaba el acceso al resto de interesados, con la excusa de que la
labor de reconstrucción e interpretación era una tarea titánica que
llevaría muchísimo tiempo resolver.
Finalmente, las presiones de la comunidad científica, la propagación de
diferentes hipótesis acerca del delicado contenido que tales rollos
podían contener y las cada vez más abundantes críticas a un ocultamiento
premeditado hicieron que los manuscritos fueran sacados a la luz
pública.
Así, hoy sabemos que los manuscritos de Qumrán son un extensísimo
compendio de textos que van desde el 250 a. C. hasta el año 66 d. C., y
que dan fe de las tradiciones esenias,
una corriente judía de carácter ascético cuyos miembros vivían
retirados en el desierto de Palestina y cuyo origen se remonta al siglo
II a. C.












1700 a. C. aproximadamente. Según el Libro de los Jubileos,
texto apócrifo escrito en tono midrásico, probablemente en el siglo II
a. C. por un judío fariseo (de la versión hebrea sólo se conservan los
fragmentos encontrados entre los manuscritos del Mar Muerto; la versión
mejor conservada es la etíope): “Durante trescientos años, Henoc
aprendió todos los secretos (del Cielo y de la Tierra) de los bene
Elohím (‘los hijos de los Dioses’)”. Etimológicamente midrásico proviene del verbo hebreo darâs, que significa buscar, investigar, estudiar. El nombre de dios El
es el nombre de uno o varios dioses ugaríticos que fueron importados a
Palestina e introducidos en los textos sagrados hebreos. Por ejemplo, en
Génesis 1 se dice: «Entonces Elohím dijo (en plural): “Hagamos al hombre a nuestra imagen, a nuestra semejanza”» y en Génesis 3: «Miren, el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros, conociendo lo bueno y lo malo». Durante la descripción de la Torre de Babel (Génesis 11), los Elohím dicen: «Ahora pues, descendamos y confundamos sus lenguas».
Algunos historiadores bíblicos opinan que el judaísmo fue en un tiempo
una religión politeísta, hasta que los sacerdotes del dios Yahvéh
ganaron el suficiente poder político y religioso como para declarar un
Dios único. Sin embargo, otros opinan que este término sería usado como
un plural mayestático de un solo Dios. «Eran gigantes que habían
bajado a la Tierra porque carecían de compañía femenina. Los dioses El
les enviaron para enseñar a la humanidad la verdad y la justicia». En el Libro de Enoc los hijos de los Elohím son llamados «Vigilantes» y se les menciona como un grupo de ángeles.


