Preparando el material para una excavación, rocé inadvertidamente una vieja cantimplora metálica y se manifestó al momento el éter de quien dijo ser el genio de los cazadores de dinosaurios.
- Me has liberado de una tediosa espera. Puedes pedirme seis deseos paleontológicos.
- ¿Seis? ¿No eran tres los deseos que conceden los genios?
- En efecto, pero estamos de promoción, dado que cada vez perdemos más cuota de mercado en favor de las monedas arrojadas a las fuentes de las ciudades (que, por cierto, son de tan escaso valor que quienes las arrojan poco entusiasmo parecen poner en el deseo solicitado).
- No pondré objeciones a tan generosa oferta, por supuesto. Allá va mi petición...
Mi primer deseo consiste en poder excavar un gran yacimiento de dinosaurios; mejor dicho: grande, no, que sea enorme (puestos a pedir...).
El segundo será que tenga dinosaurios nuevos, que nunca nadie antes los haya descrito.
El tercero que, además de dinosaurios, también tenga otros tipos de animales desconocidos: cocodrilos, tortugas, invertebrados...
El cuarto deseo será que la antigüedad del yacimiento sea tal que no se hayan encontrado apenas dinosaurios de ese periodo temporal en Europa.
El quinto será que los vertebrados no estén representados sólo por huesos aislados sino que se recuperen esqueletos bastante completos y sin estar mezclados entre sí.
Finalmente, que ese yacimiento esté en Teruel, para tenerlo cerca de mi equipo de investigación y para poder presentar al público de Dinópolis los hallazgos que se realicen.
- Bien, concederé todos tus deseos, pero no tendré que hacer uso de mi magia, pues ese lugar ya existe: dirígete con tu equipo de paleontólogos a la Mina Santa María de Ariño y, si consigues que te dejen entrar (un deseo que no has pedido), ya puedes empezar a recolectar miles de huesos. Estaré pendiente de las revistas científicas para comprobar si has tenido éxito. ¡Nos vemos en un millón de años!
¡Vaya con el astuto genio! Tenía razón; yo tendría que haber sido más práctico y menos técnico en las peticiones. Si no podía entrar en la mina, ninguno de los deseos podría materializarse. Felizmente, los responsables de la empresa minera que extrae lignito en Ariño permitieron el acceso a su interior tras diversas gestiones y lógicas comprobaciones: hay que estar seguro de las intenciones de unos desconocidos cuando quieren revolver las tierras de tu negocio...
El primer día que pudimos acceder al interior de la mina, para valorar su potencial paleontológico, no quisimos despertar ninguna inquietud en nuestros anfitriones, por lo que fuimos simplemente "con las manos en los bolsillos". Una supervisión preliminar de las capas favorables para contener huesos de vertebrados reveló la existencia de fragmentos de huesos dispersos a lo ancho de una pendiente de gran extensión. De repente, una concentración de huesos, perfectamente limpios y accesiblemente dispuestos, resultó contener buena parte del esqueleto de un nuevo dinosaurio acorazado que hemos denominado Europelta carbonensis. El único testimonio gráfico de ese día histórico, el 24 de mayo de 2010, en el que se encontró la primera concentración de las más de cien actualmente documentadas, quedó reflejado -torpemente y casi a hurtadillas- en la no demasiado buena cámara de mi móvil.
Hasta el momento, ya se han publicado siete nuevos animales procedentes del Cretácico Inferior de la mina de Ariño: dos dinosaurios (Proa valdearinnoensis y Europelta carbonensis), dos cocodrilos (Hulkepholis plotos y Anteophthalmosuchus escuchae) y tres ostrácodos (Rosacythere denticulata, Theriosynoecum escuchaensis y Theriosynoecum arinnoensis).
Mientras continuamos los estudios de los fósiles del yacimiento, yo voy frotando sin éxito todas las cantimploras que tenemos en el cuarto de los materiales de excavación. Me falta un deseo por pedir: disponer de los recursos necesarios para recuperar todos los fósiles que sea posible antes de que el azar de los deslizamientos accidentales de terrenos -inevitables por la configuración de la explotación minera- o los efectos de la meteorización se sigan llevando por delante algunos importantes fósiles.
- Me has liberado de una tediosa espera. Puedes pedirme seis deseos paleontológicos.
- ¿Seis? ¿No eran tres los deseos que conceden los genios?
- En efecto, pero estamos de promoción, dado que cada vez perdemos más cuota de mercado en favor de las monedas arrojadas a las fuentes de las ciudades (que, por cierto, son de tan escaso valor que quienes las arrojan poco entusiasmo parecen poner en el deseo solicitado).
- No pondré objeciones a tan generosa oferta, por supuesto. Allá va mi petición...
Mi primer deseo consiste en poder excavar un gran yacimiento de dinosaurios; mejor dicho: grande, no, que sea enorme (puestos a pedir...).
El segundo será que tenga dinosaurios nuevos, que nunca nadie antes los haya descrito.
El tercero que, además de dinosaurios, también tenga otros tipos de animales desconocidos: cocodrilos, tortugas, invertebrados...
El cuarto deseo será que la antigüedad del yacimiento sea tal que no se hayan encontrado apenas dinosaurios de ese periodo temporal en Europa.
El quinto será que los vertebrados no estén representados sólo por huesos aislados sino que se recuperen esqueletos bastante completos y sin estar mezclados entre sí.
Finalmente, que ese yacimiento esté en Teruel, para tenerlo cerca de mi equipo de investigación y para poder presentar al público de Dinópolis los hallazgos que se realicen.
- Bien, concederé todos tus deseos, pero no tendré que hacer uso de mi magia, pues ese lugar ya existe: dirígete con tu equipo de paleontólogos a la Mina Santa María de Ariño y, si consigues que te dejen entrar (un deseo que no has pedido), ya puedes empezar a recolectar miles de huesos. Estaré pendiente de las revistas científicas para comprobar si has tenido éxito. ¡Nos vemos en un millón de años!
¡Vaya con el astuto genio! Tenía razón; yo tendría que haber sido más práctico y menos técnico en las peticiones. Si no podía entrar en la mina, ninguno de los deseos podría materializarse. Felizmente, los responsables de la empresa minera que extrae lignito en Ariño permitieron el acceso a su interior tras diversas gestiones y lógicas comprobaciones: hay que estar seguro de las intenciones de unos desconocidos cuando quieren revolver las tierras de tu negocio...
El primer día que pudimos acceder al interior de la mina, para valorar su potencial paleontológico, no quisimos despertar ninguna inquietud en nuestros anfitriones, por lo que fuimos simplemente "con las manos en los bolsillos". Una supervisión preliminar de las capas favorables para contener huesos de vertebrados reveló la existencia de fragmentos de huesos dispersos a lo ancho de una pendiente de gran extensión. De repente, una concentración de huesos, perfectamente limpios y accesiblemente dispuestos, resultó contener buena parte del esqueleto de un nuevo dinosaurio acorazado que hemos denominado Europelta carbonensis. El único testimonio gráfico de ese día histórico, el 24 de mayo de 2010, en el que se encontró la primera concentración de las más de cien actualmente documentadas, quedó reflejado -torpemente y casi a hurtadillas- en la no demasiado buena cámara de mi móvil.
Fotografía de una parte del esqueleto de Europelta (zona coloreada en el mapa de excavación) tal y como se localizó en el yacimiento. A un metro de distancia se encontraba enterrado el cráneo del animal (marcado con una C en el mapa). / Luis Alcalá-Fundación Dinópolis.
Informando: http://elarcadelmisterio.blogspot.com/
Fuente: elmundo
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