Una microalga, la 'Chlamydomona nivalis', es la responsable
de un fenómeno que desde hace miles de años ha intrigado a
esquiadores y exploradores. Esta eucariota, que sobrevive en
ambientes acuosos bajo cero y se concentra en poblaciones de varios
millones por centímetro cuadrado, provoca ese tono virado al rosa
de la nieve.
on la llegada de las primeras nieves en el otoño los picos más
altos de las montañas de Colorado (EE UU) se cubren con un manto
rosa de nieve. No es un fenómeno exclusivo de esta zona de la
Tierra, ya que se ha podido observar en numerosas montañas de todo
el mundo, salvo en el continente africano.
Los lugareños norteamericanos lo denominan nieve de sandía (Watermelon snow, por el color de la
pulpa de esta fruta). La fantasía y la mitología le han atribuido
un carácter mágico que induce a su ingesta. De hecho, quien la ha
probado dicen que tiene un sabor agradable.
Las superficies de nieve rosada se conocen desde hace miles de
años, el propio Aristóteles en sus tratados sobre la Naturaleza
hace referencia a ella, y ha intrigado a exploradores y alpinistas,
que suelen incluir en sus relatos fantásticos sobre sus recorridos
por tierras vírgenes la descripción de estas alfombras heladas de
color rosado. Suelen ser más visibles en el deshielo de la
primavera.
Sobrevivir en ambientes extremos.
El asunto tiene su explicación científica y biológica. La
coloración tiene que ver con la capacidad de tienen algunas
especies de sobrevivir a los ambientes más hostiles, en esta
ocasión, a las bajas temperaturas y de ellas, sobre toda una, la de
las microalgas, que ya han demostrado ser capar de adaptarse (mutar
y sobrevivir) a ambientes extremos.
La Chlamydomonas nivalis es la responsable del tono
rosado de la nieve. Las poblaciones de esta microalga alcanzan los
varios millones de ejemplares por centímetro de nieve y pueden
estar concentrados en espacios cuya profundidad ronda los 25
centímetros.
Sus esporas son de color rojo-naranja (gracias a un pigmento, la
astaxantina
que bloquea los rayos UV) y dan lugar a densas floraciones, también
conocidas como 'blooms'. Cuando las condiciones se vuelven
más extremas, esporulan grandes cantidades de este pigmento.
Entonces es cuando el manto nevado toma ese color.
La capacidad de adaptación de las microalgas.
Los biólogos han podido comprobar que las microalgas son capaces de
vivir en hábitats tan contaminados como el Río Tinto (con unos niveles de adificación y pH
que apenas permiten la vida tal y como la conocemos), y que fueron
capaces de sobrevivir a la gran extinción provocada por la Gran Bola de Nieve (Snow Ball Earth), el cambio climático
más radical que sufrió el Planeta hace 600 millones de años.
Durante ese tiempo, se congelaron los océanos y el hielo alcanzó
más de 100 metros de espesor, incluso en las latitudes tropicales.
Aunque en esa época ni los grandes animales ni las plantas poblaban
la tierra firme, existía una rica vida en los ambientes acuáticos
en la que estaban representadas la gran mayoría de las divisiones
de algas que existen hoy en día.
La rápida capacidad de reproducción (las generaciones se suceden en
cuestiones de pocos meses) de las microalgas permitió la aparición
de mutantes (anomalías) que curiosamente estaban preparados para
vivir en estos ambientes helados. Se han contabilizado hasta la
fecha hasta 350 tipos de algas que se reproducen y viven con
facilidad a temperaturas bajo cero.
Pero no crean que es el único tono que son capaces de conseguir las
microalgas. Otras especies tiñen la nieve de color negro, marrón o
amarillo. Y para los aprensivos, no tengan mayor problema en
comerse un pedazo de la apetitosa nieve de sandía. Salvo que se de
un atracón, es incoua para la salud.
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