“Y
los Dioses gobernaron desde Akakor. Gobernaron sobre los hombres y
sobre la Tierra. Tenían naves más rápidas que el vuelo de los pájaros;
naves que llegaban a su punto de destino sin velas y sin remos, tanto
por la noche como por el día. Tenían piedras mágicas para observar los
lugares más alejados, de modo que podían ver ciudades, ríos, colinas y
lagos. Cualquier hecho que ocurriera sobre la Tierra o en el cielo
quedaba reflejado en las piedras. Pero lo más maravilloso de todo eran
las residencias subterráneas. Y los Dioses se las entregaron a
susServidores Escogidos como su último regalo. Porque los Maestros
Antiguos son de la misma sangre y tienen el mismo padre”
La Crónica de Akakor
Karl Brugger
El
3 de enero de 1984, Karl Brugger (imagen inferior-izquierda),
corresponsal de origen alemán que por ese entonces residía en el estado
de Río de Janeiro –Brasil -, fue asesinado en pleno día por un tirador
anónimo que le disparó a quemarropa mientras se encontraba paseando con
un colega amigo, Ulrich Eucke, por la famosa playa de Ipanema. (1)
En una ciudad donde la criminalidad, marginalidad y pobreza registran
una de las tasas más elevadas del mundo, nadie prestó demasiada atención
a la desaparición del periodista. La policía abrió un expediente para
investigar el hecho, aunque las pruebas recopiladas no fueron muy
efectivas. Solamente se pudo reconocer el arma, identificada como una
ametralladora portátil 9 mm similar a una mini UZI, y que suele utilizar
el personal militar. El agresor nunca fue detenido y el caso entró en
zona muerta.
Ocho años antes de su deceso, Brugger, había alcanzado cierto éxito con
un libro de su autoría, “La Crónica de Akakor. Mito y leyenda de un
pueblo antiguo de Amazonia(1976)” (2), best-sellers en Europa y EE.UU.
La obra fue la culminación de un largo reportaje que dejó un saldo de
doce tapes de grabación, con un único interlocutor,Tatunca Nara, mestizo
indígena y líder de los Ugha Mongulala quién en forma oral contó un
extraño y fantástico relato sobre los orígenes milenarios de su pueblo.
Nacía la leyenda de Akakor.
Remontémonos a 1971. Cuenta la historia, que los integrantes de una
línea área comercial alemana Swissair, se encontraban paseando por
Manaus estado de Amazonia, cuando fueron abordados por un mendigo
vestido en forma harapienta, que les solicitó el pago de una comida.
La sorpresa surgió al comprobarse que el desconocido, podía expresarse
en perfecto alemán, causando el asombro de los tripulantes y en especial
de su comandante, Ferdinand Schmidt, experimentado aviador.
“ En 1977, un medio europeo, Spekula, publicó un artículo crítico sobre
la historia de Akakor. Las comparaciones entre las declaraciones del
libro, y las grabaciones mostraron serias desviaciones. Se advirtieron
conceptos más refinados e intelectuales que de ningún modo se esperaban
de un indígena de la selva. Se determinó, que Brugger habría manipulado
Crónica de Akakor, intercalando pasajes completos de viejas leyendas
mitológicas.”
El misterioso personaje dijo llamarse Tatunca Nara, príncipe de una
tribu perdida de la selva, los Ugha Mongulala. Reveló además, que un
contingente de 2.000 alemanes arribaron a su país en los últimos tramos
de la Segunda Guerra Mundial -1939-1941-, refugiándose en Akakor,
antigua ciudad subterránea legada por maestros venidos de las
estrellas.
De vuelta en Alemania y aún impresionado por el relato de Tatunca Nara,
Schmid, decide informar acerca del extraordinario encuentro a un
periodista, Kart Brugger quién prestaba colaboración para una televisora
pública nacional, la ARD, una de las cadenas de comunicación más
importante de Europa.
Nacido en Munich -1941-, Brugger, además de su título como Periodista,
contaba con estudios en Sociología e Historia. Con el tiempo se
transformó en un reputado especialista de culturas nativas americanas.
Intrigado por la confidencia, el corresponsal alemán decide aceptar el
reto y partir a Brasil en busca del “príncipe del mundo subterráneo”.
A su llegada, inicia una serie de investigaciones que después de un año
de pesquisas e indagaciones, se verían coronadas por el éxito.
Tatunca Nara
“El
3 de marzo de 1972. M., al mando en Manaus del contingente brasileño en
la jungla, facilitó el encuentro. Fue en el bar Gracas á Deus («Gracias
a Dios») donde por primera vez me enfrenté con el blanco caudillo
indio. Era alto, tenía el pelo largo y oscuro y un rostro finamente
moldeado. Sus ojos castaños, ceñudos y suspicaces, eran los
característicos del mestizo. Tatunca Nara vestía un descolorido traje
tropical, regalo de los oficiales, como posteriormente me explicaría.
El cinturón de cuero, ancho y con una hebilla de plata, era realmente
sorprendente. Los primeros minutos de nuestra conversación fueron
difíciles. Con cierta indiferencia, Tatunca Nara (imagen derecha) expuso
en un deficiente alemán sus impresiones de la ciudad blanca, con sus
miles de personas, la prisa y la precipitación en las calles, los altos
edificios y el ruido insoportable. Sólo cuando hubo vencido sus reservas
y su suspicacia inicial, me contó la más extraordinaria historia que
jamás había escuchado. Tatunca Nara me habló de la tribu de los ugha
mongulala, un pueblo que había sido «escogido por los dioses» hacía
15.000 años.
Describió dos grandes catástrofes que habían asolado la Tierra, y habló
de Lhasa, el legislador, un hijo de los dioses que gobernó el continente
sudamericano, y de sus relaciones con los egipcios, el origen de los
incas, la llegada de los godos y una alianza de los indios con 2.000
soldados alemanes. Me habló de gigantescas ciudades de piedra y de los
poblados subterráneos de los antepasados divinos. Y afirmó que todos
estos hechos habían sido registrados en un documento denominado la Crónica de Akakor.
Pero Brugger, dudó.
“ La historia parecía demasiado extraordinaria: otra leyenda más de los
bosques, el producto del calor tropical y del efecto místico de la
jungla impenetrable. Cuando Tatunca Nara concluyó su relato, yo tenía
doce cintas con un fantástico cuento de hadas”
A pesar de sus vacilaciones en el terreno, el periodista decidió sondear
entre sus contactos regionales para ver si se obtenían datos extras que
validaran la historia. Cuando le fueron presentados los resultados,
quedó sorprendido.
Supo, que la irrupción de Tatunca Nara en escena se produjo en 1968.
“Cuando un periódico menciona a un caudillo indio que salvó las vidas de
doce oficiales, le fueron concedidos un permiso de trabajo brasileño y
un documento de identidad. Según diversos testimonios, el misterioso
caudillo habla un deficiente alemán y sólo comprende algunas palabras de
portugués, pero está familiarizado con varias lenguas indias habladas
en las zonas altas del Amazonas. Unas pocas semanas después de su
llegada a Manaus, Tatunca Nara desapareció súbitamente sin dejar huella
”.
En 1969 estalló un violento enfrentamiento que involucró a las tribus
salvajes y los colonos blancos en la provincia fronteriza peruana Madre
de Dios.
“El líder de los indios, quien, según los informes de prensa peruanos,
era conocido como Tatunca («gran serpiente de agua»), huyó tras la
derrota a territorio brasileño. Con objeto de impedir una repetición de
los ataques, el gobierno peruano solicitó del brasileño la extradición,
pero las autoridades brasileñas se negaron a cooperar. Las hostilidades
en la provincia fronteriza de Madre de Dios se prolongaron durante 1970 y
1971.
Las tribus indias salvajes huyeron hacia los bosques casi inaccesibles
cercanos al nacimiento del río Yaco. A Tatunca Nara parecía habérselo
tragado la tierra. Perú cerró la frontera con Brasil e inició la
invasión sistemática de los bosques vírgenes. Según los testigos
oculares, los indios peruanos compartieron el destino de sus hermanos
brasileños: fueron asesinados y murieron víctimas de las enfermedades de
la civilización blanca”.
Por ese mismo año, una terrible sequía golpeó a la región de los Ugha
Mongulala. Con el hambre en puerta, Tatunca Nara decidió arriesgarse a
salir a la superficie, para pedir ayuda a los “Blancos Bárbaros”, y así
aliviar los pesares que amenazaban a su gente.
Su confianza se depositó en un sacerdote (3).
“Vestido con las ropas de los soldados alemanes, abandoné Akakor y
después de un laborioso viaje, llegué a Río Branco. una de sus grandes
ciudades, situada en la frontera entre Brasil y Solivia. Aquí me dirigí
al sumo sacerdote de los Blancos Bárbaros, a quien había conocido por
intermedio de los doce oficiales blancos. Le revelé el secreto de Akakor
y le hablé sobre la miserable situación de mi pueblo. Como prueba de mi
historia, le entregue dos documentos de los Dioses, y éstos
convencieron definitivamente al sumo sacerdote blanco. Accedió a mi
petición y regresó conmigo a Akakor. La llegada a Akakor del sumo
sacerdote blanco provocó violentas discusiones con el consejo supremo.
Los ancianos y los señores de la guerra rechazaron todo contacto con él.
Para evitar cualquier posible traición, exigieron incluso su cautividad.
Solamente los sacerdotes estaban preparados para discutir una paz
justa. Después de argumentaciones infinitas, el consejo supremo concedió
al sumo sacerdote blanco un período de seis meses, durante el cual
expondría a su propio pueblo la terrible situación de los Ugha
Mongulala. Para que pudiera reforzar su historia, le fueron entregados
varios escritos de los Padres Antiguos. Si no lograba convencer a los
Blancos Bárbaros, tenía la obligación de devolver los documentos a
Akakor.
Durante seis meses, nuestros exploradores esperaron en el lugar acordado
para el encuentro en la zona alta del Río Rojo. El sumo sacerdote
blanco no regresó. (Algún tiempo después me enteraría de que había
muerto en un accidente de aviación. De todos modos, había enviado los
documentos a una lejana ciudad llamada Roma. Esto es lo que, en
cualquier caso, dijeron sus servidores.)”
En las postrimerías de 1972, Tatunca Nara llevó su historia a las
autoridades brasileñas, para convencerlas de tomar cartas en el asunto.
“Con la ayuda de los doce oficiales cuya vida había salvado, entró en
contacto con el servicio secreto brasileño. Apeló asimismo al Servicio
de Protección India (FUNAI) y le habló a N., secretario de la embajada
de la República Federal de Alemania en Brasilia, sobre los 2.000
soldados alemanes que, según sostenía, habían desembarcado en Brasil
durante la Segunda Guerra Mundial y están todavía vivos en Akakor, la
capital de su pueblo. N. no creyó la historia y negó a Tatunca Nara todo
acceso posterior a la embajada.
FUNAI sólo accedió a cooperar una vez que muchos de los detalles de la
historia de Tatunca Nara sobre tribus indias desconocidas de la Amazonia
fueron comprobados durante el verano de 1972. El servicio formó una
expedición para establecer contacto con los misteriosos ugha mongulala y
dio instrucciones a Tatunca Nara para que hiciera todos los
preparativos necesarios. Sin embargo, estos planes se vieron
interrumpidos por la resistencia de las autoridades locales de la
provincia de Acre. Siguiendo instrucciones personales del entonces
gobernador Wanderlei Dantas, Tatunca Nara fue arrestado. Poco antes de
su extradición a la frontera peruana, sus amigos oficiales lo liberaron
de la prisión de Río Branco y lo devolvieron a Manaus”
Con los datos recogidos, Brugger decidió emprender una expedición hacia
Akakor, que contaría con la guía de Tatunca Nara y la participación de
un fotógrafo. Pero la aventura casi termina en tragedia.
Fotografías tomadas del archivo de Karl Brugger,
donde se retratan extrañas formaciones en forma de Domo y pilares desconocidos.
“Abandonamos Manaus el 25 de septiembre de 1972. Remontaríamos el río
Purus hasta donde pudiéramos en un barco alquilado, tomaríamos después
una canoa con motor fuera borda y la utilizaríamos para alcanzar la
región del nacimiento del río Yaco en la frontera entre Brasil y Perú,
luego continuaríamos a pie por las colinas bajas al pie de los Andes
hasta llegar a Akakor. Tiempo necesario para la expedición: seis
semanas; probable regreso: a comienzos de noviembre. Nuestro equipo se
componía de hamacas, redes para mosquitos, utensilios de cocina,
alimentos, las ropas habituales para la jungla y vendajes médicos. Como
armas, un Winchester 44, dos revólveres, un rifle de caza y un machete.
Además, llevábamos nuestro equipo de filmación, dos registradoras
magnetofónicas y cámaras.
Los primeros días fueron muy diferentes de lo que esperábamos: nada de
mosquitos, ni de serpientes de agua ni de pirañas. El río Purus era como
un lago sin orillas. Contemplábamos la jungla sobre el horizonte, con
sus misterios ocultos tras una muralla verde. El primer pueblo que
alcanzamos fue Sena Madureira, último asentamiento antes de penetrar en
las todavía inexploradas regiones fronterizas entre Brasil y Perú. Era
un lugar Típico de la Amazonia: polvorientas carreteras de arcilla,
ruinosas barracas y un desagradable olor a agua estancada. Ocho de cada
diez habitantes sufren de beriberi, lepra o malaria. La malnutrición
crónica ha dejado a estos seres en un estado de triste resignación.
Rodeados por la brutalidad de la inmensidad y aislados de la
civilización, dependen principalmente del licor de caña de azúcar, único
medio de escapar a una realidad sin esperanza.
En un bar, nos despedimos de la civilización y nos topamos con un hombre
que dice conocer las zonas altas del río Purus. En su búsqueda de oro,
fue hecho prisionero por los indios haisha, una tribu semi-civilizada
que se asienta en la región del nacimiento del río Yaco. Su relato es
desalentador: nos habla y no para sobre rituales caníbales y flechas
envenenadas. El 5 de octubre, en Cachoeira Inglesa, cambiamos el bote
por la canoa. A partir de aquí dependemos de Tatunca Nara. Los mapas de
ordenanza describen el curso del río Yaco, pero sólo de una manera
imprecisa. Las tribus indias que viven en esta región no tienen aún
contactos con la civilización blanca. A J. y a mí nos domina un
sentimiento de incomodidad. ¿Existe, después de todo, un lugar como
Akakor? ¿Podemos confiar en Tatunca Nara? Pero la aventura se muestra
más apremiante que nuestra propia ansiedad.
Doce días después de haber dejado Manaus, el paisaje comienza a cambiar.
Hasta aquí el río semejaba un mar terroso sin orillas. Ahora nos
deslizamos a través de las lianas por debajo de árboles voladizos. Tras
una curva del río, hallamos a un grupo de buscadores que han construido
una primitiva factoría sobre la orilla del río y criban la arena de
grano grueso con cedazos. Aceptamos su invitación de pasar la noche y
escuchar sus extraños relatos sobre indios con el pelo pintado de rojo y
azul con flechas envenenadas. El viaje se convierte en una expedición
contra nuestras propias dudas. Nos hallamos a apenas diez días de
nuestro presunto objetivo.
La monótona dieta, el esfuerzo físico y el temor a lo desconocido han
contribuido cada uno lo suyo. Lo que en Manaus parecía una fantástica
aventura se ha convertido ahora en una pesadilla. Principalmente,
comprendemos que nos gustaría dar la vuelta y olvidarlo todo sobre
Akakor antes de que sea demasiado tarde .Todavía no hemos visto a ningún
indio. En el horizonte aparecen las primeras cumbres nevadas de los
Andes; a nuestras espaldas se extiende el verde mar de las tierras bajas
amazónicas. Tatunca Nara se prepara para el regreso con su pueblo. En
una extraña ceremonia, se pinta su cuerpo: rayas rojas en su rostro,
amarillo oscuro en el pecho y en las piernas. Ata su pelo por detrás con
una cinta de cuero decorada con los extraños símbolos de los ugha
mongulala.
El 13 de octubre nos vemos obligados a regresar. Después de un peligroso
pasaje sobre rápidos, la canoa es atrapada por un remolino y zozobra.
Nuestro equipo de cámaras, empaquetado en cajas, desaparece bajo los
densos arbustos de la orilla; la mitad de nuestros alimentos y de las
provisiones médicas se han perdido también. En esta situación
desesperada, decidimos abandonar la expedición y regresar a Manaus.
Tatunca Nara reacciona con irritación: se muestra violento y
contrariado. A la mañana siguiente, J. y yo levantamos nuestro último
campamento. Tatunca Nara, con la pintura de guerra de su pueblo,
cubriéndole únicamente un taparrabos, toma la ruta terrestre para
regresar con su pueblo. Este fue mi último contacto con el caudillo de
los ugha mongulala. ”
Pasaría mucho tiempo hasta que Karl Brugger y Tatunca Nara volvieran a
reunirse. Con la edición del libro, la fama de Akakor se extendió por
todos los rincones, y su historia, trascendió fronteras.
En su crónica oral, el líder de los Ugha Mongulala relató al periodista
germano, que visitantes estelares aterrizaron en Sudamérica hace cerca
de 15.500 años, procedentes de Schwerta, lugar remoto y “centro de un
imperio conformado por numerosos mundos situado en los confines de
nuestro universo ”.
Fueron 130 familias que se establecieron en este continente.
“Ellos civilizaron a los hombres y fundaron la Tribu de los Ugha
Mongulala, que significa “Tribus Escogidas Aliadas”. Y para sellar su
alianza eterna, se unieron a ellos. De aquí que los miembros de esta
Tribu se parezcan a los Shuerta, hasta en el color de la piel”.
Tatunca los describió como similares a nosotros en lo físico, salvo por un detalle: los desconocidos contaban con seis dedos.
Los extranjeros erigieron 26 ciudades, casi todas subterráneas, tres de las cuales fueron elegidas como principales.
“ La ciudad de Akakor se extendía más allá del río Purus, en un alto
valle, situado en la frontera que divide a Brasil de Perú. La región de
Madre de Dios (Perú) y Acre (Brasil), señalarían los límites de su
territorio”
Impresionante Dólmen situado en la Región Sur de Brasil.
En la lengua de Schwerta, Akakor significa Fortaleza 2. (Aka: 2 Kor: Fortaleza).
Toda la ciudad está rodeada por una gran muralla de piedra con trece
puertas. Éstas son tan estrechas que únicamente permiten el acceso de
las personas de una en una.
La llanura del Este, a su vez, está protegida por atalayas de piedra en
las que escogidos guerreros se hallan continuamente en vigilancia de los
enemigos. Akakor está dispuesta en rectángulos. Dos calles principales
que se cruzan dividen la ciudad en cuatro partes, que corresponden a los
cuatro puntos universales de nuestros Dioses.
El Gran Templo del Sol y una puerta de piedra tallada de un único bloque están situados sobre una gran plaza en el centro.
El templo mira hacia el Este, hacia el Sol naciente, y está decorado con
imágenes simbólicas de nuestros Maestros Antiguos. En cada mano, una
criatura divina sostiene un cetro en cuyo extremo superior hay una
cabeza de jaguar. La figura está coronada con un tocado de ornamentos
animales. Una extraña escritura, y que sólo puede ser interpretada por
nuestros sacerdotes, reseña la fundación de la ciudad. Todas las
ciudades de piedra construidas por nuestros Maestros Antiguos tienen una
puerta semejante.
El edificio más impresionante de Akakor es el Gran Templo del Sol. Sus
paredes exteriores están desnudas y fueron construidas con piedras
artísticamente labradas. El techo está abierto de modo que los rayos del
Sol naciente puedan llegar hasta un espejo de oro, que se remonta a los
tiempos de los Maestros Antiguos, y que está montado en la parte
delantera. Figuras de piedra de tamaño natural flanquean la entrada del
templo por ambos lados. Las paredes interiores están tapizadas con
relieves. En una gran arca de piedra hundida en la pared delantera del
templo se encuentran las primeras leyes escritas de nuestros Maestros
Antiguos”
Luego le sigue Akanis (Fortaleza 1), edificada “sobre una estrecha
lengua de tierra, cercana a México, dónde se enfrentan los dos océanos
(4).
La última, Akahim (Fortaleza 3) quizás la más misteriosa, se encuentra al norte de Brasil lindante con Venezuela.
“ Se parece a Akakor, con su puerta de piedra, el Templo del Sol y los
edificios para el príncipe y los sacerdotes. Una piedra labrada en forma
de dedo extendido señala el camino hacia la ciudad. La entrada real
está oculta detrás de una inmensa cascada de agua. Sus aguas caen hasta
una profundidad de 300 metros”. . Yo puedo revelar estos secretos porque
desde hace 400 años Akahim está en ruinas.
Después de guerras terribles contra los Blancos Bárbaros, el pueblo de
los Akahim destruyó las casas y los templos de la superficie y se retiró
al interior de las residencias subterráneas. Estas residencias están
dispuestas como la constelación estelar de los Dioses y se hallan
conectadas mediante unos largos túneles de forma trapezoidal. Hoy en
día, sólo cuatro de las residencias están todavía habitadas; las nueve
restantes están completamente vacías. Los en un tiempo poderosos Akahim
apenas ascienden actualmente a 5.000 almas.
“Akahim y Akakor se comunican entre sí mediante un pasadizo subterráneo y
un enorme sistema de espejos. El túnel comienza en el Gran Templo del
Sol de Akakor, continúa por debajo del cauce del Gran Río y termina en
el centro de Akahim. El sistema de espejos se extiende desde el Akai por
encima de la alineación de los Andes, hasta las Montañas Roraina, que
es como las llaman los Blancos Bárbaros.
Consiste en una serie de espejos de plata de altura equivalente a la de
un hombre y montados sobre unos grandes andamios de bronce. Cada mes,
los sacerdotes se comunican por este sistema los acontecimientos más
importantes en un idioma de signos secretos. Fue de esta forma cómo la
nación hermana de los Akahim tuvo noticias por primera vez sobre la
llegada de los Blancos Bárbaros al país llamado Perú.”
Además de la descripción de las ciudades subterráneas, se incluyeron
otras revelaciones importantes, que acrecentaron aún más el enigma
Tatunca habló de tecnología extraterrestre y documentos antiguos que se ocultarían en los recintos.
“Mi pueblo únicamente ha conservado la memoria del Imperio de Samón y
sus regalos a Lhasa, los pergaminos escritos y las piedras verdes.
Nuestros sacerdotes los han guardado en el recinto religioso subterráneo
de Akakor, en donde también se conservan el disco volante de Lhasa y la
extraña vasija que puede atravesar las montañas y las aguas. El disco
volante es del color del oro resplandeciente y esta hecho de un metal
desconocido. Su forma es como la de un cilindro de arcilla, es tan alto
como dos hombres colocados uno encima del otro, y lo mismo de ancho. En
su interior hay espacio para dos personas. No tiene velas ni remos.
Pero dicen nuestros sacerdotes que con él Lhasa podía volar más rápido
que el águila más veloz y moverse entre las nubes tan ligero como una
hoja en el viento. La extraña vasija es igualmente misteriosa. Seis
largos pies sostienen una bandeja plateada. Tres de los pies apuntan
hacia delante, otros hacia atrás. Estos e parecen a cañas dobladas de
bambú y son móviles; terminan en unos rodillos de la largura parecida a
los lirios del valle. Fieles a los deseos de nuestros Maestros Antiguos,
los sacerdotes recogieron todos los conocimientos y todas las
experiencias y lo conservaron en las residencias subterráneas.
Los objetos que dan testimonio de 12.000 años de la historia de mi
pueblo se guardan en una habitación labrada en la roca. Aquí se hallan
también los misteriosos dibujos de nuestrosPadres Antiguos. Están
grabados en verde y en azul sobre un material desconocido para nosotros.
Ni el agua ni el fuego pueden destruirlo.”
“Uno de los mapas muestra que nuestra Luna no es la primera y que
tampoco es la única de la historia de la Tierra. La Luna que nosotros
conocemos comenzó a acercarse a la Tierra y a girar en derredor de ella
hace miles de años. En aquel entonces el mundo tenía otro aspecto.
“En el Oeste, allí donde los mapas de los Blancos Bárbaros solamente
registran agua, existía una gran isla. Asimismo en la parte
septentrional del océano se encontraba una gigantesca masa de tierra.
Según nuestros sacerdotes, ambos quedaron sumergidas bajo una inmensa
ola durante la primera Gran Catástrofe, la de la guerra entre las dos
razas divinas. Y añaden que esta guerra trajo la desolación a la Tierra y
también a los mundos de Marte y de Venus, que es como los Blancos
Bárbaros los llaman.”
Y también de cuerpos alienígenas en estado de suspensión.
“Entré en el recinto religioso al despuntar la mañana, poco después de
la salida del sol. Envuelto en el traje dorado de Lhasa, descendí por
una espaciosa escalera. Me condujo al interior de una habitación, y ni
aún ahora puedo decir si ésta era grande o pequeña. El techo y las
paredes eran de un color infinitamente azulado. No tenían ni comienzo ni
final. Sobre una losa de piedra labrada había pan y una fuente de agua,
los signos de la vida y la muerte. Un profundo silencio reinaba en la
habitación. Repentinamente, una voz que parecía proceder de todas partes
me ordenó que me levantara y que entrara en la siguiente habitación,
que se parecía al Gran templo del Sol. Sus paredes estaban recubiertas
de muchos y muy diversos instrumentos. Brillaban y resplandecía en todos
los colores.
Tres grandes losas hundidas en el suelo fosforecían como el hierro.
Contemplé maravillado los extraños instrumentos durante algún tiempo.
Tan deslumbrados estaban, mis ojos por la brillante luz que tarde
bastante tiempo en reconocer algo que ya nunca olvidaré. En el centro de
la habitación cuyas paredes irradiaban una misteriosa luz se
encontraban cuatro bloques de piedras transparentes. Cuando, lleno de
temor, pude acercarme, descubrí en ellos a cuatro misteriosas criaturas:
cuatro muertos vivientes, cuatro humanos durmientes, tres hombres y una
mujer. Yacían en un líquido que los cubría hasta el pecho. Eran como
los humanos en todos los aspectos, sólo tenían seis dedos en las manos y
seis dedos en los pies.”
Cuando esta información llegó a oídos de los investigadores, Erich Von
Däniken, de origen suizo, fue uno de los primeros en retomar la posta
abandonada por el periodista alemán. En el libro de Brugger, Däniken ,
figuraba en los créditos como redactor del prólogo de Akakor, y por
ende, contaba con antecedentes en el tema. Teniendo en cuenta el
espíritu aventurero que el escritor tan bien supo imprimir en sus
libros, no resultó sorpresa su intención de lanzar una expedición en
busca de la ciudad perdida, a pesar de la experiencia fallida de
Brugger. Pero desde el comienzo, arreciaron las dificultades.
En Testigo de los Dioses, el suizo relató los pormenores que hicieron fracasar la operación.
“Hace dos años entré en contacto, sin que ello guardase ninguna relación
con el libro de Brugger, con un señor de Manaus llamado Ferdinand
Schmidt. Dicho señor Schmidt había sido toda su vida piloto de la
Swissair. Después de jubilarse aceptó la misión de trabajar para la Cruz
Roja en Brasil. Esa misión le llevó a Manaus, y en el marco de sus
actividades tuvo ocasión de tratar muchas veces a Tatunca Nara. Este le
contó al señor Schmidt la historia de su tribu, exactamente en los
mismos términos que más tarde publicaría Brugger.
Schmidt y yo intercambiamos algunas cartas, y luego tuvimos una
entrevista en Zurich. Yo propuse organizar una expedición al territorio
de la tribu de Tatunca, como única manera de verificar hasta que punto
era verídica tan extraordinaria historia. Schmidt regresó a Manaus y, en
su calidad de experto piloto, empezó a programar la expedición,
manteniéndose al mismo tiempo en contacto con Tatunca, quién dijo
hallarse dispuesto a guiar un pequeño grupo hasta los lugares donde
moraba su tribu.
La expedición estaba prevista para la primera quincena de julio (1977), y
deberíamos acercarnos cuanto fuese posible al territorio de la tribu
empleando dos helicópteros. Contábamos para ello con la autorización de
la Comisaría brasileña de asuntos indígenas, la FUNAI. El jefe de la
expedición iba a ser Tatunca Nara, pues sólo él sabía el emplazamiento
de la misteriosa ciudad. Pese a mi gran curiosidad, yo no deseaba
lanzarme a ciegas a una aventura que iba implicar para mí un esfuerzo
financiero bastante considerable. Después de las conversaciones
preliminares, Ferdinand Schmidt convenció al caudillo indígena para que
regresara solo, de momento, a reunirse con los de su tribu y recoger
allí una prueba convincente de la existencia de artefactos técnicos como
los descritos por él.
Por ejemplo, Tatunca podría tomar fotografías de los mismos. La
presentación de esos documentos sería la señal de salida para la
expedición, ya preparada en todos sus detalles. Tatunca recibió una
cámara de manejo sencillo y, además, un motor fuera de borda nuevo para
su barca. A finales de marzo salió de Manaus con instrucciones de
regresar dos meses más tarde. Tatunca nunca apareció.
“Ahora bien, como los indios no tienen la noción de la puntualidad tan
definida como nosotros, los retrasos no son cosa rara tratándose de
ellos. Por otra parte, era posible que la demora viniese impuesta por
condiciones climáticas adversas. A veces, los afluentes del río Negro,
llevan tan poco caudal, que dejan pasar una lancha motora y se hace
preciso aguardar a las próximas lluvias. El 10 de julio aterricé en
Manuas. Tatunca aún no había aparecido. El retraso era de un mes y
medio.
Sin su presencia, hubiese sido absurdo iniciar la expedición con los
helicópteros. Pero la empresa que alquilaba los helicópteros no estaba
dispuesta a tener inmovilizados por mucho tiempo sus costosos aparatos.
Insistió en que avisáramos con cuatro semanas de anticipación, cuando
estuviéramos dispuestos a utilizarlos. Por tanto, si yo hubiera dado luz
verde a la expedición el 10 de julio, habríamos tenido que partir
cuatro semanas más tarde, con Tatunca o sin él. Como a mediados de julio
Tatunca seguía si aparecer, anulé la expedición.
Saqué pasaje para regresar a Europa, y precisamente el último día de mi
estancia allí se presentó Tatunca con su barca por el río Negro. Su
primera pregunta fue si habíamos recibido las fotos, entregadas diez
días antes a un carguero comercial con instrucciones que nos fuesen
transmitidas a nosotros. Desde luego, no habíamos recibido nada. Tatunca
dijo que había estado con los de su tribu en la ciudad de Akahim, y nos
reiteró de nuevo sus manifestaciones acerca de los depósitos de
material técnico de los dioses en la mencionada ciudad. El caso es que
no lleva consigo ninguna prueba.
Cuando se lo reprochamos, él nos contestó que su obligación era mirar
por su pueblo y no por nosotros, y que no podía traicionar a los suyos
llevándose ningún objeto de los que ellos consideraban sagrados; que
ello sería lo mismo que para nosotros robar una Iglesia. Nuestra
conversación duró doce horas, y todavía no sé que pensar de toda esa
historia. Lo que nos contó no era ilógico ni imposible …¡pero sí
extraordinariamente improbable!. Tatunca notó mi desconfianza, y
prometió hablar con sus sacerdotes aquella misma noche …”
“Tatunca dijo que los indios sabían comunicarse por vía extrasensorial
o, como diríamos nosotros, telepática.(5) Si bien, según Tatunca, esa
clase de comunicación no emplea palabras ni frases, sino una
concentración intensa de sentimientos, de sensaciones como el hambre, el
amor, la amistad, el odio, la felicidad, la guerra, la enemistad, y así
sucesivamente. Con ello sería posible crear símbolos y entenderse a
distancia. Dijo que todos los indios practicaban esta clase de
comunicación telepática desde su primera infancia.”
“Aplacé mi regreso veinticuatro horas. Al día siguiente, Tatunca se
presentó con mucho aplomo y dijo que había conseguido explicar a sus
sacerdotes que no podía presentarse ante mí con las manos vacías, pues
el hombre blanco no le haría caso. Ahora tenía permiso de los sacerdotes
para aportar una prueba capaz de convencerme. Por consiguiente,
partiría de nuevo a reunirse con los suyos, recogería la prueba y
volvería a Manaus. El señor Schmidt quedó encargado de avisarme por
teléfono cuando todo ello se hubiese cumplido. Hasta la fecha Tatunca no
se ha presentado con las pruebas prometidas. Sigo esperando.”
Cuando Tatunca se relacionó con Däniken , le contó detalles inéditos de
las ciudadelas y que diferían un tanto del relato confiado a Brugger.
Uno de esos ejemplos se presentó con Akahim.
El indígena señaló que en esa fortaleza se,
“adoraba un objeto misterioso que hace mucho tiempo atrás había sido
entregado a los sacerdotes por los Dioses venidos del cielo en una nave
brillante. Un objeto milenario que según las tradiciones comenzaría a
cantar en el momento que esos Dioses retornaran a la Tierra. Y que
recientemente había comenzado a emitir extraños zumbidos semejantes al
de las abejas, causando un intenso fervor y reverencia entre su pueblo”.
Esto motivó las ansias del escritor por encontrar el objeto extraterrestre.
A pesar de sus reservas iniciales, Däniken dio luz verde para que la
expedición se concretase. Nuevamente Tatunca y Schmidt fueron
convocados. El gobierno brasileño la autorizó, pero con la condición que
se contará con la participación de Roldão Pires Brandão, un renombrado
arqueólogo y expedicionario. Faltando dos días para arribar a Akahim, se
produjo un confuso episodio que involucró a Pires Brandão (6), el cual
resultó herido de bala en un brazo, hecho calificado como “accidente”.
Durante la travesía truncada, Pires Brandão observó extrañas formaciones
en la selva. A su regreso partió en un vuelo por la zona, dándose
cuenta que esos montículos no eran normales, sino que se asemejaban a
pirámides. Por esa época un grupo de exploradores ingleses intentaban
llegar a Akahim a través de Venezuela. Temiendo perder la primicia, el
arqueólogo informó de su descubrimiento a la revista “Veja”, una de las
más importantes de Brasil. El 1 de Agosto de 1979, un reportaje de cinco
páginas mostró el increíble hallazgo. La noticia recorrió el mundo (7).
Cuatro años antes, en 1975, el satélite Landsat de la NASA había captado
diez formaciones piramidales en el sudeste del Perú, en la zona de Alta
Madre de Dios.
NOTAS
“Karl Brugger tenía tatuada en su pecho una tortuga, igual a la que
también posee Tatunca Nara, en idéntico lugar de su cuerpo. Es el
emblema de la tribu Ugha Mongalula: la bala asesina perforó justamente
ahí”.
“En 1977, un medio europeo, Spekula, publicó un artículo crítico sobre
la historia de Akakor. Las comparaciones entre las declaraciones del
libro, y las grabaciones mostraron serias desviaciones. Se advirtieron
conceptos más refinados e intelectuales que de ningún modo se esperaban
de un indígena de la selva. Se determinó, que Brugger habría manipulado
Crónica de Akakor, intercalando pasajes completos de viejas leyendas
mitológicas.”
Obispo Grotti.
¿Istmo de Panamá?
Tatunca contó a Karl Brugger que sus sacerdotes: “saben como transmitir
el pensamiento si utilizar palabras. Esto le permite comunicarse con
otras personas a través de las más largas distancias, no en detalle,
sino que pueden trasmitirse si su corazón están alegres o tristes. Pero
para esta comunicación son precisos el conocimiento del legado de los
Dioses y un poder absoluto sobre las fuerzas mentales”.
“Durante la 5ta. reunión mundial de la “Ancient Astronaut Society”
realizada en julio de 1978 en Chicago (EE.U), Daniken hizo un relato
pormenorizado y ampliado de los hechos … manifestando su esperanza de
que la expedición pudiera obtener el ansiado contacto con la
civilización subterránea de Akakor. Pero tres meses después, en la
revista “Ancient Skies”, órgano de la asociación mencionada … en su
volumen 5, nº 4, el propio renombrado escritor aparecía suscribiendo un
comunicado – o al menos, a él se le atribuía - donde narraba los enormes
problemas que había causado Roldão, que entre otras menudencias se
hirió con sus propia arma, por negligencia en el manejo de la misma, y
por eso se debió forzar el regreso de los expedicionarios cuando sólo
faltaban dos días para llegar a Akahim.
El itinerario que había seguido era el curso del Río Negro, y luego
penetraron en un sub-afluente del Amazonas donde, como la región era muy
montañosa debieron continuar su camino a pie. Fue justamente al llegar a
la base de un cerro donde Brandão se accidentó y, por fortuna, pudo
socorrérsele a tiempo, pero tenía fiebre muy alta y habría fallecido, de
continuar . Así accedieron a un puesto policial, donde un hidroavión
recogió al grupo, trasladándolo sin perdida de tiempo a Manaus”.
“Según parece, Brandão se autolesionó con el fin de detener la
expedición organizada por Dãniken una vez que él tuviese localizada la
ubicación exacta de las pirámides”. Así aseguró para Brasil la primicia
del descubrimiento, adelantándose a otras expediciones extranjeras que
ya merodeaban por la zona.
“Casi enseguida surge una cohorte de negadores, juzgando que esas
elevaciones no tienen nada de pirámides; manifestando “son sólo pequeños
morros”. A eso Daniken se siente obligado a responder y en forma
enfática publica en la primera página del nº 14 (volumen 6) de Ancient
Skies (septiembre-octubre de 1979) un caluroso artículo, con el título
de “Akahim existe”, ilustrándolo con la fotografía de una forma
piramidal”.
“Dichas pirámides y la ciudad de Akahim se situaban en la cordillera de
Parima, en el sistema montañoso del Gurupira, en las fuentes donde nace
el río Padauiri (que es afluente del Rio Negro). Su localización está
cercana a la frontera con Venezuela y el territorio es considerado por
el gobierno brasileño de “seguridad nacional”. Las pirámides son de base
cuadrangular y la más elevada debe tener entre 100 y 150 metros de
altura. Las otras son de menores dimensiones. El arqueólogo Roldao Pires
Brandao observó que “las pirámides por su forma son idénticas a las
descubiertas en México”. Las fotos publicadas por la revista Veja
muestran otras construcciones cubiertas por vegetación baja.”
“La expedición brasileña pudo fotografiar las pirámides desde unos
cuatro kilómetros de distancia pero, les fue imposible aproximarse a
ellas ni a las ruinas de la ciudad abandonada de Akahim ya que no podían
abrirse camino a través de la tupida jungla por falta de braceros.
Pirámide de Akahim.
Revista Veja 01-08-79
“La expedición brasileña asegura haber tenido como guía al indio Tatunca
Nara que, no solo les llevó hasta el lugar donde se ubicaban las
pirámides sino que prosiguieron hasta el noroeste, siguiendo las crestas
de la Sierra de Gurupira, hasta llegar a las inmediaciones de las
ruinas de una ciudad perdida y abandonada medio escondida entre la
espesura de la selva. En ella pudieron observar incontables bocas de
cavernas por entre las rocas del lugar adyacente.
Al parecer, según testimonios posteriores, la ciudad ya había sido vista
por pilotos civiles y militares de las Fuerzas Aéreas Brasileñas que
sobrevolaron la región. Un etnólogo que les acompañó, Ryoku Yuhan (1),
llegó a la conclusión, después de haber examinado “desde lejos” la
ciudad, de que las ruinas tenían gran semejanza con construcciones de
estilo incaico y deben tener una antigüedad de “cientos de siglos” (?).
Incluso apuntó la posibilidad de que tales ruinas correspondiesen a las
de Eldorado, tan buscadas por los españoles. Esta ciudad fue localizada a
unos 180 kms. del lugar donde se ubicaban las pirámides.”
El descubrimiento de las pirámides del Amazonas, le brindó a la historia
de Akakor una publicidad extra. Tatunca Nara, aumentó su credibilidad
entre los investigadores, que intuyeron tras su relato una fuente de
verdad.
“Además de estas poderosas ciudades, los Padres Antiguos erigieron tres
recintos religiosos sagrados: Salazere, en las zonas altas del Gran Río;
Tiahuanaco,
sobre el Gran Lago: yManoa, en la llanura elevada del Sur. Eran las
residencias terrestres de los Maestros Antiguos y un lugar prohibido
para los Ugha Mongulala. En el centro se levantaba una gigantesca
pirámide, y una espaciosa escalera conducía hasta la plataforma en la
que los Dioses celebraban ceremonias desconocidas por nosotros. El
edificio principal estaba rodeado de pirámides más pequeñas e
interconectadas por columnas, y más allá, sobre unas colinas creadas
artificialmente, se situaban otros edificios decorados con láminas que
resplandecían.
Cuentan los sacerdotes que con la luz del Sol naciente las ciudades de
los Dioses parecían estar en llamas. Éstas radiaban una misteriosa luz,
que se reflejaba en las montañas nevadas.”
" También los recintos religiosos son un misterio para mi pueblo. Sus
construcciones son testimonio de un conocimiento superior,
incomprensible para los humanos. Para los Dioses, las pirámides no sólo
eran lugares de residencia sino también símbolos de la vida y de la
muerte. Eran un signo del sol, de la luz, de la vida. Los Maestros
Antiguos nos enseñaron que hay un lugar entre la vida y la muerte, entre
la vida y la nada, que está sujeto a un tiempo diferente. Para ellos,
las pirámides suponían una conexión con la segunda vida”.
Con la noticia en primera plana, Däniken optó por una nueva expedición,
la cual tampoco prosperó. Solo alcanzó para un relato oral de Ferdinand
Schhmidt (2).
Llegados al punto más abajo de la catarata mayor, en el que estaba
enclavado nuestro antiguo campamento, nos plantamos en veinte minutos de
marcha a través de la selva ante la pared rocosa que había que escalar.
Alcanzamos el punto más alto, que estaba poblado de muchas variedades
de cactus, y que ofrecía una grandiosa panorámica hacía el oeste. Desde
aquí pude fotografiar las tres pirámides y la inmediata cadena montañosa
con las antiguas ruinas de Akahim. A partir de ahora nos encaminamos
juntos en dirección hacia la catarata, a través de la selva, y a poca
distancia de la orilla.
De repente había ante nosotros, apoyado en un árbol, un indio.
Pirámide oculta en la maleza de la selva amazonía.
Entre él y nosotros mediaba una hondonada pequeña. Tatunka se detuvo y
exclamó “Ramos”.El indio se encaminó hacía Tatunka y ambos se abrazaron.
Ramos tenía cabellos negros que le caían sobre los hombros, lucía una
cinta trenzada en la frente, era de piel bastante oscura, pero tenía
ojos claros, verdes. De la oreja derecha le pendía una cadenita en forma
de gota, con alguna figura y un reborde exterior decorado.
Ramos era el jefe de la tropa de los Mongulala y estaba allí con sus
guerreros, quienes esperaban más arriba. Ramos advirtió a Tatunka que
los sacerdotes de su tribu habían decidido su casamiento con la princesa
que le había sido asignada hace ya muchos años(3). Después Ramos le
preguntó por el escritor (Däniken), ya que los Mongulala esperaban
encontrarse con él, en lugar de con Ferdinand Schmid.
Como Tatunka debía volver para casarse con la princesa, Schmid tuvo que
elegir entre proseguir él solo con Ramos y sus guerreros o echar para
atrás y regresar: El suizo sabía que apenas quedaban unos kilómetros
para alcanzar Akahim, la ciudad donde se ocultaban las reliquias
tecnológicas de los dioses. Schmid estaba en un dilema. Ramos y sus
guerreros no le daban garantías por su vida tanto en su viaje a Akahim
como en el retorno a Manaos.
Pese ello, con cierta osadía, se empeñó en ir a Akahim. Pensó que,
después de tan largo y penoso camino por una jungla donde llovía
copiosamente la mayor parte del tiempo, estando a un par de pasos del
objetivo tanto tiempo esperado no podía desaprovechar aquella
oportunidad que, tal vez, fuese la última.
Pero Tatunka le dijo que tenía miedo de volver solo a la civilización.
Argumentó que, si regresaba sin Schmid, los blancos - y en especial el
propio Däniken -, querrían saber de su paradero y Tatunka se preguntaba
si creerían la palabra de un indio. Schmid pensó que si le daba una
carta para Erich von Däniken el problema quedaba resuelto. Pero el indio
no lo veía claro. Si les daba la carta a los blancos estos podrían
pensar que él la escribió presionado por amenazas. De esta forma, Schmid
no tuvo más remedio que volver con Tatunka a Manaos.
Resignado, el suizo captó la señal de alerta, marchándose de regreso a
su país. Otros investigadores desoyeron “las señales”, y continuaron
buscando las ciudades subterráneas. La mayoría desapareció en la selva
amazónica.
Lista macabra:
1977: Un joven norteamericano obsesionado con Akakor arriba al Cuzco,
para tratar de organizar una expedición que lo conduzca hacia las zonas
desconocidas de del sureste del Perú. Contrató a una guía para que lo
acompañara hasta las fuentes del Río Yaco, donde esperaba entrevistarse
con un “indígena” que lo llevaría a la ciudad oculta. Nunca más se lo
vio con vida.
1980: John Reeds, otro norteamericano desaparecido. Una carta fue
encontrada dentro de sus pertenencias donde declara estar a dos días de
Akahim. En la misma hay elogios hacia Tatunca Nara. Sin embargo contra
los deseos de este se interno solo en la selva.
1983: Herbert Wanner. Ciudadano suizo. Desaparecido y encontrado muerto.
Tuvo contacto con Tatunca Nara. Interrogado negó cualquier implicancia.
1986: Christine Heuser. Investigadora alemana de la AAS (4). Paso cuatro
semanas con Tatunca Nara. Se cree que tuvo un romance con el líder de
los Ugha Mongulala. Hasta hoy figura como desaparecida.
En la distancia, Karl Brugger observaba los acontecimientos que se
sucedían y planificaba su regreso en silencio, el cual se concretó en
1981. Acompañado de Tatunca Nara, intentó convencer a un cineasta,
Orlando Senna para que produjera un video documental sobre Akakor.
Senna se negó a participar, argumentando:
“que no estaban dadas las condiciones de seguridad para una incursión a zonas tan inhóspitas” (5).
Cuando en 1984 sobreviene la muerte del periodista, un nuevo capítulo
comienza a escribirse en la intrincada y enigmática historia de Akakor.
Hasta ese entonces no existían objeciones demasiado graves en contra de
la figura de Tatunca Nara, pero todo eso cambió, cuando desde Alemania
se difundió que el indígena en realidad era un ciudadano de ese país con
un pasado como convicto.
Günter Hauck, tal su verdadero nombre, figuraba en los archivos
policiales alemanes como desaparecido desde el 15 de Febrero de 1968,
fecha, en la cual abordó un barco para dirigirse a Río de Janeiro. A
partir de allí, su rastro se perdía. El expediente también mencionaba,
que durante su estadía en prisión fue conocido con el apodo de Tatunca
Nara.
Solo el dato de la fecha, bastaba para demoler una de las primeras
incongruencias detectadas del relato que Tatunca contara a Karl Brugger.
Era imposible que su proclama de príncipe de Akakor fuera viable en
1968, teniendo en cuenta que su ingreso a Sudamérica se produjo en esa
misma época.
En medio de la polémica, otro tema salió a luz. Se denunció que en los
días posteriores a la muerte de Brugger, el consulado alemán entró a su
departamento y se llevó toda la documentación privada del periodista.
¿Qué estaba pasando?.
Surgieron versiones acerca de un nuevo libro que Brugger pensaba
publicar a la brevedad. Según sus allegados, el periodista confió, que
estaba trabajando en una hipótesis más controversial acerca del tema de
las ciudades subterráneas, y que de conocerse, causaría sensación.
También habló, sobre incursionar en el tema nazi y sus exploraciones en
la jungla sudamericana, pues dijo contar con documentos inéditos que
avalarían su investigación (6).
De estas afirmaciones se desprende, que Brugger nunca perdió las
esperanzas de encontrar las ciudades perdidas. Podemos suponer, que era
consciente de la verdadera identidad de Tatunca Nara, pero aún así, el
indígena continuó jugando un papel fundamental en el trazado de su
historia. Tal vez Brugger, no creyó necesario hacer público un detalle
que ponía en riesgo la credibilidad de su libro, y por otra parte, hasta
sus últimos días tuvo la certeza que Tatunca no mentía.
Pero si no mentía, no se explica el fracaso de todas las expediciones
emprendidas, incluyendo la del propio Brugger. Ahora bien, en el tren de
conjeturas, ¿qué es lo que se esconde tras Akakor?. Y, ¿por qué ese
repentino interés en el factor nazi?.
Veamos.
Durante la redacción de Crónicas de Akakor,
Tatunca Nara contó a Brugger una intrigante historia. Refirió, que en
1936 Sinakaia, príncipe de su pueblo por esos años, tomó parte en el
asalto de Santa María, poblado brasileño situado en las zonas altas del
Río Negro. Los Ugha Mongulala, asesinaron a gran parte de los ocupantes,
exceptuando, a cuatro mujeres que fueron hechas prisioneras. Sólo
sobrevivió una monja de nacionalidad alemana, Reinha, que más tarde
renunció a sus hábitos y se casó con Sinkaia. De esta unión habría
nacido Tatunca Nara.
Cuatro años después, en 1941, la nueva princesa partió como embajadora
en un viaje secreto hacia Alemania. Un año después, Reinha regresó con
algunos dirigentes alemanes. Se estableció una alianza entre los dos
pueblos. El acuerdo contemplaba que Akakor, recibiría dos mil soldados
alemanes para enseñar a los Ugha Mongulala el manejo de armas poderosas,
y que a cambio, estos últimos, se comprometían a construir grandes
fortificaciones y a ganar nueva tierra cultivable.
“Pero la parte más importante del acuerdo, estableció que los alemanes
desembarcarían en la costa brasileña y ocuparían las ciudades más
importantes. Los guerreros de los Ugha Mongulala apoyarían la campaña
mediante rápidas incursiones sobre los poblados de los Blancos Bárbaros
situados en el interior del país.
Tras la esperada victoria, Brasil sería dividido en dos territorios: los
soldados alemanes reclamarían las provincias de la costa; los Ugha
Mongulala serían satisfechos con la región sobre el Gran Río que les
había dado por los Dioses 12.000 años antes.”
Según Tatunca los soldados alemanes tenían una ruta de viaje que les permitía ingresar al Continente Sudamericano sin problemas.
“El punto de partida lo constituía una ciudad alemana llamada Marsella.
Se les decía que su destino era Inglaterra. Una vez a bordo de la nave,
que podía moverse bajo el agua como un pez, les era revelado su
auténtico destino. Después de viajar durante tres semanas por el océano
oriental, llegaban a la desembocadura del Gran Río. Aquí les recogía un
barco más pequeño, que los transportaba hasta las zonas altas del Río
Negro.
En la última parte de su viaje eran acompañados por exploradores de Ugha
Mongulala. El trayecto hasta la gran Catarata situada en la frontera
entre Brasilo y Perú lo realizaban en canoas, y desde aquí solamente
eran necesarios veinte horas de camino hasta llegar a Akakor. En
conjunto el viaje de los soldados alemanes duraba unas cinco lunas.”
Para 1945 dos mil soldados alemanes se encontraban viviendo en Akakor.
La finalización de la Segunda Guerra interrumpió el plan original. Ante
la imposibilidad de volver a Alemania, los soldados optaron por
establecerse con los Ugha Mongulala.
En este punto de su libro, Brugger, prestó mucha atención y decidió
buscar registros históricos que dieran asidero a la versión brindada por
Tatunca.
Escribió:
“Las operaciones en América del Sur de las asociaciones secretas
alemanas no fueron menos numerosas y bien fundadas. Ya en 1938, un
submarino alemán reconoció la zona inferior del Amazonas. Su tripulación
hizo una investigación geográfica y estableció contactos con la colonia
alemana en Manaus. Realizó asimismo el primer film histórico sobre la
Amazonia, que todavía se conserva en los archivos de Berlín Oriental. El
material fotográfico hecho público demuestra que el interés de los
investigadores fue mucho más allá de la mera recogida de datos
personales. Otras operación, que se halla documentada en los archivos de
la fuerza aérea brasileña, fue el viaje del barco de la S.S. Carolina
en junio de 1943 desde Maceió hasta Belem. Sólo puede imaginarse cuáles
eran las órdenes del audaz carguero alemán.
La fuerza área brasileña pensó que transportaba un cargamento de armas
para agente secretos alemanes y atacó el barco sin éxito. Más esta
explicación, vista retrospectivamente, parece poco probable. Nunca hubo
colonia alemana alguna en el área de Maceió ni tampoco instalaciones de
las fuerzas brasileñas. Hay numerosas referencias sobre operaciones
secretas del Tercer Reich en Brasil. Testigos oculares afirman haber
observado el desembarco de submarinos alemanes en la costa de Río de
Janeiro. Un periodista de la revista brasileña Realidad e incluso
descubrió en el Mato Grosso una colonia alemana, compuesta al parecer
exclusivamente de antiguos miembros de las S.S.
“Según la Crónica de Akakor,
2.000 soldados alemanes llegaron a la capital de los ugha mongulala
entre 1940 y 1945. El punto de partida de esta operación secreta lo
constituyó Marsella. Entre sus miembros se encontraban A. Jung de
Rastatt, H. Haag de Mannheim, A. Schwager de Stuttgart, y K. Liebermann
de Roth. Mujeres y niños acompañaron al último grupo. El contacto había
sido facilitado por una hermana misionera alemana de la estación de
Santa Bárbara. Una investigación de los datos contenidos en la Crónica
de Akakor suministró la evidencia de que los cuatro soldados mencionados
fueron dados por muertos en 1945. Según información recibida de la
diócesis amazónica, la estación misionera de Santa Bárbara fue atacada y
destruida por tribus salvajes indias en el año 1 936. Entre los
numerosos muertos se encontraban varias monjas alemanas.
“Teniendo en cuenta los preparativos técnicos que el desembarco de 2.000
soldados alemanes habría requerido, los datos son insuficientes. Pero
las operaciones de los comandos secretos alemanes durante la Segunda
Guerra Mundial podrían ser comprobadas en los casos en los que hubieran
sido organizadas por la Abwehr. Los documentos sobre las actividades de
la división extranjera del Partido Nacional Socialista o de asociaciones
secretas del tipo de la Ahnenerbe o bien nunca fueron registrados o
bien fueron quemados. Técnicamente, el desembarco de 2.000 soldados
alemanes podría haber sido posible. La predilección de Hitler por las
ciencias ocultas debió haberle urgido a establecer contactos con un
«Pueblo Escogido».
El biógrafo de Hitler, Rauschning, caracteriza al «Führer del Gran Imperio Alemán» de la siguiente manera:
«Los planes y las acciones políticas de Hitler únicamente pueden
comprenderse si uno conoce sus más profundos pensamientos y ha
experimentado su convicción de la relación mágica entre el hombre y el
Universo».”
Coincidimos con Brugger, que tanto la Abwehr, como la Ahnenerbe,
contaban con los medios necesarios para implicarse en una operación de
esta envergadura.
La Abwehr, fue el servicio de inteligencia alemán que comenzó a
funcionar en 1866. Durante la Segunda Guerra Mundial fue dirigido por el
Contralmirante Wilhelm Canaris (1887-1945?) (7). Además de estar
encargado de la inteligencia, la Abwer, desarrolló tareas de espionaje,
contrainteligencia, seguridad, actividades de sabotaje y subversión. En
Sudamérica se concentraron en tareas de inteligencia naval y marítima.
Muchos países del continente que simpatizaban con los alemanes,
prestaron una valiosa colaboración a la causa nazi.
Algunos biógrafos sostienen que Canaris fue,
“el artífice de un plan denominado Z-Plan, un plan, para continuar la
guerra, en caso de que Alemania perdiera militarmente. También creó una
organización denominada “Die Kette” (8) , para continuar la guerra desde
fuera de Alemania si el territorio era invadido y cuyo símbolo era un
águila alemana sobre un Sol negro. Tanto el Z-Plan como la organización
Die Kette no fueron concebidos con fines a corto o mediano plazo, sino
para perdurar por varias generaciones”.
Una hipótesis no confirmada sugiere que Canarias, quién era amigo del general Franco,
“obtuvo la península de Jandia (Fuenteventura) en las Islas Canarias por
su contribución en la guerra civil, supuestamente era una base secreta
de submarinos que sería descubierta después de la guerra, donde los
alemanes la utilizarían como vía de escape, aprovisionamiento y escala
rumbo a otras bases secretas en América del Sur y la Antártica. Esta
residencia llamada Villa Winter sería del General Gustav del servicio de
inteligencia alemán al que los nativos de la isla llamarían “Don
Gustavo”. Esta base estaría construida bajo alto secreto sobre cuevas y
caverna naturales que comunicarían a su vez con la residencia camuflada
que serviría de bunker y punto de observación de la costa.”
Resulta sugestiva la mención de bases sudamericanas. ¿Pudo haberse
establecido alguna en territorio brasileño?. No, si pensamos que este
país le declaró la guerra al Eje en 1942, factor que complica cualquier
acción de esa índole. Pero las posibilidades están abiertas y no se
pueden descartar.
Como segunda opción tenemos a la Ahnenerbe.
Notas
Ryoku Yuhan, es el seudónimo adoptado por José Alair da Costa Pires, quién cambió su nombre al convertirse al budismo.
El bote del capitán Schmidt naufragó, perdiéndose importante material
fílmico que revelaba indicios de Akahim. Rumores que circularon por
Manaus, señalaron a Tatunca Nara como el responsable del fracaso,
atribuido a su errático comportamiento que durante todo el trayecto
buscó boicotear la misión.
Según relató Däniken más tarde, “Tatunca explicó a Schmidt que no podía
volver a Akahim puesto que no quería concretar aquel casamiento, pues
estaba ya matrimonialmente unido en Manaus con una mujer blanca; no
obstante, le dice que puede seguir a Ramos hasta la ciudad, pero no le
garantiza pueda regresar algún día a la “civilización””.
Ancient Astronaut Society. Fundada por Erich Von Däniken en 1973.
“Entrevistado Senna por la revista “Trance”, en el número de junio de
1982, manifestó que no realizó la expedición porque el propio Tatunca no
le garantizó ninguna seguridad, puesto que había que cruzar regiones
muy inhóspitas, con miles de nativos en pie de guerra contra cualquier
invasor que se acercara. El proyecto entonces queda en la nada.
“Se comentó que Karl iba a hacer públicas en los días próximos a su
asesinato, fotos y filmaciones que probaban que hubo un asentamiento del
Tercer Reich en la parte alta de Río Negro”.
En 1940 fue ascendido a Almirante. Desde la Abwerh organizó la ayuda
alemana al General Francisco Franco durante la Guerra Civil Española.
Más tarde sería acusado de integrar una red de conspiradores para matar a
Hitler. En 1945 fue internado en el campo de concentración de
Flossenburg,, donde se lo ejecutó un poco antes de terminar la Guerra.
Investigaciones recientes, sugieren que su detención y posterior muerte,
fue en realidad una pantalla de camuflaje para desviar la atención de
los aliados. Canaris habría continuado con sus operaciones desde la
clandestinidad.
Informando: http://elarcadelmisterio.blogspot.com/
Fuente:
despiertaalfuturo
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