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lunes, 10 de febrero de 2014

Un físico español negó los agujeros negros «clásicos» cuatro años antes que Hawking



El joven Miquel Piñol ya propuso, como ahora hace el científico británico, una especie de «horizonte aparente», pero su investigación pasó desapercibida para la comunidad científica

Un físico español negó los agujeros negros «clásicos» cuatro años antes que Hawking
NASA
Recreación artística de un agujero negro, en una imagen de archivo
Hace unas semanas, el físico británico Stephen Hawking causaba una considerable conmoción en el mundo académico al proponer, en una primera investigación todavía no revisada por pares, que los agujeros negros no existen como tal, sino que son algo muy distinto de lo que creíamos conocer. En sus conclusiones, eliminaba el «horizonte de sucesos», la frontera invisible a partir de la cuál nada puede escapar, ni siquiera la luz, para apostar por un «horizonte aparente» que mantiene prisioneras temporalmente la materia y la energía para después liberarlas de nuevo. Cuando Miquel Piñol, un joven físico español que actualmente trabaja en el Hospital La Fe de Valencia, leyó estos resultados se quedó asombrado. Hace cuatro años, firmaba junto a Ignacio López-Aylagas, ingeniero informático, un trabajo que se parece enormemente, en su concepción teórica, a lo que ahora dice el científico de Oxford.

El artículo de los españoles apareció en Arxiv.org, la misma plataforma online sostenida por la Universidad de Cornell para prepublicaciones científicas que ha utilizado Hawking. Piñol, entonces tan solo un becario de la Universidad de Barcelona, detallaba en su escrito el concepto de «colapso asintótico» que defiende su afamado colega y que no se había considerado con anterioridad. «Las estrellas, cuando tienen mucha masa, dejan de ser estables y entran en un proceso de colapso, como un edificio que se derrumba», explica Piñol. Entonces, la teoría clásica expone que todo el edificio quedará reducido «al nivel del suelo como un montón de escombros», formando lo que conoceríamos como un agujero negro. «Sin embargo, nosotros proponemos una solución alternativa: que ese edificio (la estrella) cada vez se derrumba de forma más lenta, como si las vigas y los ladrillos chocaran unas con otros relantizando el proceso. Eso es una solución asintótica, como una tortuga que quiere llegar a la meta, pero cada día recorre una distancia que es la mitad de la anterior y no llega nunca», apunta el investigador.
Al igual que en el ejemplo del edificio, los agujeros negros que conocemos son regiones del espacio donde toda la materia está acumulada en un punto. A una cierta distancia de este punto se encontraría el supuesto horizonte de sucesos, el límite del agujero negro, de forma que todo lo que pase esa frontera ya no tiene posibilidad de retorno. Pero a partir de las ecuaciones de Einstein, Piñol y López-Aylagas se dieron cuenta de que el horizonte de sucesos no solo describe una superficie de la que no se puede salir, sino una en la que no se puede entrar. «Si nada puede entrar, no podrá crecer y no podrá formarse el horizonte de sucesos», apunta Piñol.

«Hoyos grises»

Lo que Hawking llama «horizonte aparente» concuerda con las conclusiones de los españoles porque «se tiende a formar un horizonte de sucesos pero nunca ocurre, la materia se acumula cada vez más, pero no llega a cruzar ese límite, permanece cerca, como le ocurre a la tortuga». De esta forma, la materia colapsante puede ser emitida antes de pasar la famosa frontera.
Piñol cree que, por tradición, el agujero negro podría seguir llamándose así, pero el nombre técnico que él propondría sería astros asintóticamente colapsantes o, en palabras más sencillas, «hoyos grises, en el sentido de que no son ni tan agujeros ni tan negros».
Entonces, ¿son muy diferentes los agujeros negros de lo que creíamos hasta ahora? A juicio del físico, «vistos desde fuera no habría diferencias, la estructura interna sería distinta y, a una cierta distancia, siempre que no sea demasiado cerca, el efecto gravitatorio sobre la materia circundante sería absolutamente la misma. Es como un huevo crudo y un huevo duro. La diferencia está más allá de la cáscara, pero de la cáscara para fuera parecen completamente iguales». El agujero negro, entonces, sería «como una cebolla con muchas capas que se va comprimiendo. Cada capa va acercándose al horizonte aparente sin cruzarlo».

¿Lo conocía Hawking?

Hace cuatro años, los autores intentaron publicar el artículo en revistas, pero no se mostraron interesadas. Sí recibieron atención de Dejan Stokovic, de la Universidad de Buffalo (Nueva York), quien había llegado a las mismas conclusiones con otros cálculos matemáticos. Pero, ¿sabía Hawking de la existencia de este artículo? «En su momento le escribí preguntándole qué le parecía la idea y recibí una notificación de que le había llegado el correo, pero que era un hombre muy ocupado y que probablemente tardaría tiempo en leerlo. No hubo más respuesta», recuerda Piñol.
El estudio de Hawking todavía está a la espera de ser publicado en una revista científica. Piñol no cree que cambie sus conclusiones pero quizás sí parte del método de cálculo para llegar a ellas. Entonces se verá si, en realidad, el estudio español fue un auténtico precursor del de Hawking.





Fuente:    ABC

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