Un grupo de investigadores ha conseguido, por primera vez, convertir las ondas sísmicas que se registraron en sobrecogedoras secuencias de audio
Cuando está a punto de cumplirse un año del terremoto que arrasó Japón,
un grupo de investigadores ha conseguido, por primera vez, convertir
las ondas sísmicas que se registraron entonces en sobrecogedoras secuencias de audio.
El resultado es una espectacular colección de documentos en los que las
gráficas pueden verse y escucharse al mismo tiempo. El estudio aparece
en la edición de marzo/abril de Seismological Research Letters.
Dentro de apenas unos días se cumplirá un año de la tragedia. El pasado 11 de marzo, un terremoto de magnitud 9, el cuarto en intensidad desde el año 1900, sacudía Japon y se cobraba la vida de más de 15.000 personas.
Sin embargo, y debido a la presencia en la región de miles de
sismógrafos (y a la buena disposición de las autoridades japonesas para
compartir sus datos con el resto del mundo), el seismo de Tohoku-Oki ha
sido, sin duda, el mejor estudiado y medido de todos los tiempos.
Esta ingente cantidad de información y datos
ha permitido a los científicos compartir sus hallazgos de múltiples
formas, algunas de ellas únicas. Es el caso de Zhigang Peng, profesor
asociado de la Escuela Técnica de Ciencias Atmosféricas
y de la Tierra, en Georgia, que ha conseguido convertir las ondas
sísmicas del terremoto en secuencias de audio. El resultado permite,
tanto a los expertos como al público en general, "ecuchar" cómo sonaba
el terremoto a medida que sus ondas se iban propagando a través de la
corteza terrestre por todo el mundo.
"Hemos sido capaces -afirma el profesor Peng- de dar vida a los datos del terremoto,
combinando información sísmica visual y auditiva. La gente podrá a
partir de ahora escuchar los cambios de tono y amplitud al mismo tiempo
que observan en un gráfico los cambios de la frecuencia sísmica. El
público podrá relacionar las señales del terremoto con sonidos
familiares como truenos, palomitas de maiz estallando o fuegos
artificales".
Los diferentes sonidos pueden ayudar a explicar varios aspectos clave en la secuencia del terremoto, incluyendo el temblor principal y sus réplicas. Por ejemplo, la gráfica y los sonidos que encabezan estas líneas
se obtuvieron cerca de la línea costera de Japón, entre Fukushima
(donde estaba la central nuclear) y Tokio. El boato que se escucha al
principio es el temblor principal, de 9 grados de magnitud.
Después, y a medida que las placas de roca se deslizan decenas
de metros hacia nuevas posiciones, se producen las réplicas, que en el
impresionante documento se escuchan como pequeños estallidos justo
después del temblor principal. Estos movimientos de ajuste de las placas
durarán, probablemente, años enteros.
A medida que las ondas sísmicas se alejan del epicentro del terremoto y se desplazan a través de la tierra, pueden provocar nuevos seísmos incluso a miles de kilómetros de distancia. Como se aprecia en la grabación de arriba, realizada a partir de medidas obtenidas en California, el terremoto provocó sutiles movimientos en lo más profundo de la falla de San Andrés. En este documento, el ruido inicial, que recuerda a una tormenta lejana, corresponde al temblor principal en Japón. Después, una especie de contínuo repiqueteo similar al de una lluvia intermitente refleja los pequeños temblores registrados en la falla.
A medida que las ondas sísmicas se alejan del epicentro del terremoto y se desplazan a través de la tierra, pueden provocar nuevos seísmos incluso a miles de kilómetros de distancia. Como se aprecia en la grabación de arriba, realizada a partir de medidas obtenidas en California, el terremoto provocó sutiles movimientos en lo más profundo de la falla de San Andrés. En este documento, el ruido inicial, que recuerda a una tormenta lejana, corresponde al temblor principal en Japón. Después, una especie de contínuo repiqueteo similar al de una lluvia intermitente refleja los pequeños temblores registrados en la falla.
Esta clase de animaciones no solo ayudan a los investigadores a explicar los conceptos al público en general, sino que proporcionan una útil herramienta para identificar y comprender señales sísmicas similares en otras regiones del planeta.
El oído humano es capaz de escuchar sonidos con
frecuencias comprendidas entre los 20 Herzios y los 20 kiloherzios, un
rango que se encuentra muy por encima de las señales sísmicas que pueden
registrar los sismógrafos. Por eso, Peng y sus colegas se limitaron a
reproducir los sonidos a mayor velocidad de la real para aumentar la
frecuencia y llevarla hasta niveles audibles. Lo cual permite, además,
escuchar datos que duran minutos, incluso horas, en apenas unos pocos
segundos.
Informando: http://elarcadelmisterio.blogspot.com/
Fuente: ABC
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