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lunes, 16 de abril de 2012

¿Por qué a los occidentales cuesta tanto diferenciar las caras de los asiáticos?



Muchos occidentales se han preguntado alguna vez por qué todos los asiáticos son tan parecidos entre sí o por qué los subsaharianos nos parecen tan similares, pero ¿es real su semejanza o se trata sólo de una sensación errónea? 

La respuesta a esta pregunta ha sido objeto de numerosos trabajos científicos hasta identificar el mecanismo cerebral responsable. La respuesta está en que los seres humanos somos muy hábiles reconociendo rostros, pero con la notable excepción de las caras de personas de otros grupos étnicos: se trata del llamado "other-race effect". 

Nuestro cerebro parece ser mejor decodificando las características únicas de una cara cuando la persona pertenece a nuestro mismo grupo étnico, lo que hace difícil para nosotros identificar rasgos faciales específicos de personas de otras razas y grupos étnicos. El “efecto otro tipo de rostro” u “other-race effect” (ORE, según sus siglas en inglés), es conocido por los psicólogos desde hace mucho tiempo y es un fenómeno desmostrado empíricamente en numerosas investigaciones y aceptado por los especialistas. 

Se refiere a la importante alteración del comportamiento mostrado por los seres humanos en el reconocimiento de rostros en función de si se trata de un sujeto del mismo grupo étnico o no. El efecto ORE refleja una especialización muy precoz en el reconocimiento facial. A los tres meses, todos los bebés pueden identificar todos los rostros indistintamente, pero a los nueve meses han perdido esta capacidad y clasifican los rostros con características distintas dentro de una misma categoría. Como para el lenguaje, el cerebro se especializa muy pronto para procesar únicamente en detalle las señales más familiares. En Psicología Social este efecto se describe como una "ventaja de grupo": las personas tendemos a evaluar y juzgar a los miembros de nuestro propio grupo como mejores y más justos que los miembros de otros grupos. 

El significado del grupo se puede referir a la familia, compañeros de equipo en un equipo de fútbol, compañeros de clase y también diferentes razas y etnias. Aspecto facial promedio de las mujeres del continente asiático La literatura científica ha proporcionado una clara evidencia de que el efecto ORE no se explica por la escasez de las variaciones antropométricas en las caras, sino por nuestra falta de experiencia a la hora de reconocer rostros diferentes a los que solemos encontrarnos día a día. 


Las caras de la misma "etnia" se codifican cerebralmente de forma muy elaborada, con un énfasis en las características únicas faciales que nos ayudan a distinguir una persona de otra. Para caras de otros grupos étnicos, sin embargo, esta información se codifica de forma menos robusta y detallada. En consecuencia, tenemos una memoria más pobre para esas caras, por lo que somos menos propensos a reconocer o distinguir entre ellos. Este fenómeno es universal y se da en todos los seres humanos y grupos, de forma que un subsahariano o un asiático tiene la misma impresión cuando ve a otro individuo de un grupo étnico distinto al suyo. Las dificultades para reconocer a personas de otras razas se debe más a una falta de convivencia con ellas que a sus características físicas y antropológicas. 



Distinguimos a los individuos de otros grupos étnicos en proporción a nuestro conocimiento y nuestro contacto con el grupo en su conjunto. Esto favorece la ilusión perceptiva que nos hace pensar "que todos se parecen entre sí o que son todos iguales". 

Al no convivir con ellos, no estamos habituados a reconocer a gente con esos rasgos faciales, no estamos entrenados para ello. No estamos acostumbrados a mirar las diferencias entre chinos igual que no sabríamos diferenciar entre 12 tipos de nieve como por ejemplo hacen los esquimales. Hay un desconocimiento cultural bastante grande hasta tal punto que no es que veamos a todos los chinos iguales, sino que les vemos iguales a ellos, a los coreanos y a los japoneses, incluso también a los subsaharianos, con independencia de que sean etiopes, congoleños o nigerianos. Cuanto más interaccionamos con esos grupos étnicos empezamos poco a poco a desarrollar estrategias que nos permiten reconocer mejor ese tipo de caras. 

Pero aunque un occidental viviera en un barrio chino, seguiría sin distinguirles si no se relaciona con ellos. Para ello deben formar parte de nuestro entorno personal, de nuestra vida; debemos conocerlos y esforzarnos por distinguir entre uno y otro, pero como normalmente no tenemos esa necesidad de acercamiento los acabamos igualando a todos en un proceso que en psicología se llama estereotipia, un mecanismo muy común al que recurrimos porque no podemos asimilar toda la información al mismo nivel de espeficidad. Los asiáticos también lo hacen porque ellos también nos perciben iguales a nosotros, y por eso nos engloban dentro del grupo de los occidentales. 

Si un grupo étnico entra con asiduidad en contacto con otro diferente comienza a tener mayor precisión y habilidad a la hora de reconocer los rostros de personas de diferente origen étnico y rasgos faciales. Esto tiene implicaciones en diversos ámbitos, por ejemplo, la identificación de testigos y sospechosos. A nivel empresarial también es fuente habitual de conflictos a la hora de entablar negociaciones, de hecho se estima que el 30% de los negocios fallidos entre occidentales y asiáticos se deben al efecto ORE. 


En resumen, es un hecho que los seres humanos que viven en diferentes lugares geográficos perciben a las personas que pertenecen a otro grupo étnico como extremadamente similares entre sí. 

Pero no se debe a que todos los asiáticos se parezcan, o los occidentales, o los africanos, ya que todos estos grupos presentan amplias diferencias faciales. Simplemente el ser humano está poco “habituado o entrenado” para diferenciar rostros de grupos étnicos diferentes al propio y con los que tiene poco intercambio cultural en su día a día. 

Fuente:   sabiens

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