Gracias a este científico la electricidad llega hoy a millones de hogares en todo el mundo, pero su nombre no es popular. Su gran rivalidad con Edison puede tener que ver con su falta de reconocimiento
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Nikola Tesla
es, para muchos, el más grande inventor del siglo pasado. Gracias a él,
la electricidad llega hoy a millones de hogares en todo el mundo. ¿Pero
por qué su nombre ha caído en el olvido? ¿Y qué tuvo que ver en ello Thomas Alva Edison, su gran rival?
Llegó
a Nueva York el año en que «nació» la Estatua de la Libertad, 1884.
Armado con su impecable elegancia parisina y la cabeza llena de ideas,
llevaba una carta de recomendación: «Conozco a dos grandes hombres, y
usted es uno de ellos. El otro es el joven portador de esta carta». El
destinatario de la misiva era un ya célebre Thomas Alva Edison, el padre
de la bombilla (y el fonógrafo, y el altavoz, y el micrófono del
teléfono, y…). El otro «gran hombre» era Nikola Tesla,
un joven serbio desconocido, nacido en 1856 en Smilijan, entonces parte
del imperio austrohúngaro e integrado en la actual Croacia. Tesla venía
de trabajar en la sede parisina de la Continental Edison, la compañía
del inventor norteamericano. Lo mandaba Charles Batchelor, su antiguo jefe europeo.
Según
llegó a Nueva York, Tesla preguntó dónde estaban las oficinas de
Edison. Y allí fue, a hablar con su futuro jefe: salió del despacho con
un puesto de trabajo. Pero entre ambos no hubo una gran sintonía. Y poco
después la animadversión acabaría en conflicto abierto.
Edison defendía un modelo de negocio eléctrico basado en la corriente
continua. Y había convencido ya a algunos inversores, aunque aún a una
escala muy reducida: su sistema de distribución eléctrica, el primero en
el mundo, arrancó en 1882 con 110 voltios de corriente continua y 59
clientes en Manhattan.
Tesla, en cambio, creía en un modelo basado en la corriente alterna. La pugna entre ambos pasó a la historia como «la guerra de las corrientes». Ganó Tesla con su modelo, mucho más eficiente. Gracias a él apretar hoy un interruptor ilumina nuestras casas. Pese a que la memoria histórica ha sido más benévola con otros inventores (Edison, Hertz, Volta...), el mundo debe mucho al enigmático Nikola Tesla.
Gran
ingeniero y con una memoria notable –heredada, según él, de su madre:
analfabeta pero capaz de recitar poemas épicos serbios que ella nunca
pudo leer–, Tesla poseía además una infinita capacidad de trabajo:
le bastaba con dormir dos horas al día y, si el trabajo lo requería,
podía estar 80 horas sin pegar ojo. «No hay emoción más intensa para un
inventor que ver una de sus creaciones funcionando –decía–. Esa emoción
hace que uno se olvide de comer, de dormir, de todo». A ese ritmo se
empeñó en resolver el primer gran reto que Edison le puso, a solo un año
de su llegada: rediseñar sus generadores de corriente continua. Si lo
lograba, recibiría 50.000 dólares. Pero cuando se dirigió a su jefe para
exigir su paga, Edison sonrió: «Ay, ¡qué poco ha aprendido usted del
humor americano!». Despechado, Tesla abandonó la compañía sin aceptar el
aumento de sueldo que se le ofrecía.
Poco después, Tesla encontró a su gran aliado en el «conflicto eléctrico» con Edison: el rico empresario George Westinghouse. Este
contaba ya, desde 1886, con una pequeña red eléctrica en Massachusetts,
basada en la corriente alterna. Pero le faltaba la clave para
distribuir la electricidad a gran escala. El motor de inducción, ya
inventado y patentado por Tesla, era esa clave. Según la leyenda, el
empresario ofreció al inventor un millón de dólares y un porcentaje de
los beneficios por los derechos de todas sus patentes. Los papeles que
han llegado hasta hoy aportan otras cifras: 60.000 dólares por la
adquisición de 40 patentes; cinco mil en metálico y el resto en
acciones. Tesla, además, recibiría 2,5 dólares por cada caballo de
potencia generado gracias a la electricidad vendida. Cuando las cosas
adquirieron una escala mayor, este pago resultó inviable. Hubiese
convertido a Tesla en un multimillonario sin precedentes…
Aquellos
fueron años intensos, tanto en los laboratorios como en los incipientes
medios de comunicación. Tesla y Edison trataban de convencer a la
opinión pública de las bondades de su sistema y de los peligros del
método rival. Edison no dudó en congregar a periodistas y curiosos para
mostrarles los peligros de la corriente alterna aplicando descargas a perros y gatos que mandaba recoger de la calle. Filmó incluso la ejecución de un elefante del
circo de Coney Island que había matado a tres hombres. Esto ocurría en
1903. Años atrás, Harold P. Brown –un ingeniero secretamente financiado
por Edison– había inventado la silla eléctrica. Se utilizó por primera vez en agosto de 1890, y uno de sus objetivos era desacreditar a la corriente alterna que empleaba...
Precursor del whatsapp
Tesla
también fue un mago en utilizar a los medios. Ya célebre, los
periodistas se peleaban por arrancarle una entrevista, siempre generosa
en titulares. «El presente es vuestro –decía–, pero el futuro es mío».
O: «A lo largo del espacio hay energía, y es una mera cuestión de tiempo
que los hombres logren aprovechar esa energía. El científico no busca
un resultado inmediato. No espera que sus ideas avanzadas sean
fácilmente aceptadas. Su deber es sentar las bases para los que vendrán,
señalar el camino». Desde este punto de vista, Tesla marcó incluso el camino hacia el SMS, el e-mail y el whatsapp:
«Cualquier persona, en mar o en tierra, con un aparato sencillo y
barato que cabe en un bolsillo, podría recibir noticias de cualquier
parte del mundo o mensajes particulares destinados solo al portador; la Tierra se asemejaría a un inconmensurable cerebro, capaz de emitir una respuesta desde cualquier punto».
A
su vez, los curiosos de la época se agolpaban para ver su demostración
pública del primer dispositivo movido por un mando a distancia: un
pequeño barco que dejó atónitos a cuantos se acercaron al Madison Square
Garden.
Volviendo
a la «guerra de las corrientes», el equipo de Westinghouse y Tesla
logró hitos en la Feria Internacional de Chicago, en 1893, dedicada al
invento de moda: la electricidad. Para iluminarla, se optó por los
generadores de corriente alterna. La otra gran victoria llegó ese mismo
año: el grupo de expertos que debía decidir qué sistema adoptar para
aprovechar el potencial hidroeléctrico de las cataratas del Niágara
otorgó el contrato a Westinghouse, desechando a otras compañías; entre
ellas, la de Edison. Muchos dudaban de que el sistema cumpliese su
objetivo: alimentar la demanda de la creciente industria de Búfalo.
Tesla aseguró que esas cataratas podrían alimentar a todos los Estados
Unidos. Y consiguió que su método se implantara en la mayor instalación
eléctrica construida hasta la fecha. En 1915 se habló de un supuesto premio Nobel compartido por Tesla y Edison. Se desconoce hasta qué punto el rumor se basaba en hechos reales. El reconocimiento nunca llegó.
Informando: http://elarcadelmisterio.blogspot.com/
Fuente: ABC
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