El Observatorio Europeo Austral ha logrado durante el último medio siglo descubrir el rostro inalcanzable del más allá
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Cincuenta años más tarde el universo se ve de otro modo. El Observatorio Europeo Austral (ESO,
por sus siglas en inglés) celebra medio siglo de vida. El gran
astrónomo del cosmos ha logrado durante este tiempo mostrar y descubrir
el rostro inalcanzable del más allá. La plataforma, una iniciativa de
quince países, tiene su triple base -La silla, Paranal y Chajnantor- en el norte de Chile, en el desierto más árido del planeta: Atacama.
El observatorio astronómico –en sus tres emplazamientos-
más potente que el hombre ha construido es el resultante del acuerdo de
un grupo de países europeos que, en 1962, formaron ESO (European
Southern Observatory), «la organización intergubernamental –según su
definición - de ciencia y tecnología más importante dentro del mundo de
la Astronomía». A ella pertenecen Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca,
Finlandia, Francia, Holanda, Italia, Portugal, Reino Unido, República
Checa, Suecia, Suiza y España que se incorporó en el 2007. De
Iberoamérica, además de Chile, epicentro del proyecto, únicamente está
presente Brasil.
Con motivo de su 50 cumpleaños, ESO organiza un programa de
actividades de puertas abiertas en diversas ciudades del mundo, entre
otras, en Madrid. En la sede central del Consejo Superior de Investigaciones Científicas,
se proyectará un extracto de la película «Europe to the Stars-ESOŽs
First 50 Years of Exploring the Southern Sky». El presidente del Consejo
de ESO, Xavier Barcons, ofrecerá detalles del proyecto y el profesor
Rafael Rebolo pronunciará una conferencia magistral titulada, «Navegando
por el Universo: Un viaje al límite del conocimiento». Rebolo es un
científico con enorme proyección internacional, pionero en investigación
y descubridor, en 1994, de la primera «enana marrón» (objetos de masa
subestelar).
Como parte del programa de celebración de Madrid,
se realizará una conexión directa al telescopio de última tecnología
VLT (Very Large Telescopy) desde el observatorio chileno de Paranal.
Éste se encuentra en la región de Antofagasta, a 2.600 metros de altura y
es el emblema de la astronomía europea. «En una hora de exposición
puede obtener imágenes de objetos» que «son cuatro mil millones de veces
más débiles que aquellos que se ven a simple vista», según un estudio
oficial.
El observatorio más productivo del mundo
El Rey visitó estas instalaciones el pasado mes de junio
junto a los presidentes de Chile, Colombia, México y Perú. El Príncipe
de Asturias también visitó, en una ocasión anterior, este observatorio
terrestre considerado el más productivo del mundo. Alberga diez telescopios, cuatro de ellos de 8,2 metros cada uno,
que llevan nombres mapuches, en reconocimiento a los pueblos indígenas
de la región: Antú (Sol), Kueyén (Luna), Melipal (Cruz del Sur) y Yepún
(Venús). La hiperactividad del observatorio es constante. Sólo en el
2008, se publicaron setecientos artículos en revistas científicas
especializadas basados en información de generadas en Paranal.
El Gobierno chileno donó una extensión de 72.500 hectáreas a
ESO para que construyera todo el complejo en el que se ha invertido
cerca de mil cien millones de dólares. Su inauguración, en 1996, corrió a
cargo del ex presidente Eduardo Frei y del rey Gustavo de Suecia. Como
dato curioso, la residencia de los astrónomos que trabajan en Paranal se construyó bajo tierra y tiene una extensión de diez mil metros cuadrados.
ESO está ayudando a cambiar la percepción de lo que nos
rodea. Sus programas, en constante desarrollo, incluyen el diseño,
construcción y operación de observatorios como el mencionado Paranal y
los de La Silla y Chajnantor. La Silla, a unos seiscientos kilómetros al
norte de Santiago, debe su nombre a que el cerro tiene forma de montura
y está equipado con dieciocho telescopios, algunos con espejos de hasta
3,6 metros de diámetro.
El bautizado New Technology Telescope
de 3,5 metros fue el primero del mundo en tener un espejo principal
controlado por una computadora. Aunque ahora suena habitual gracias a él
su tecnología se aplica en la mayoría de los telescopios del mundo.
Pero la joya de la corona cósmica, de momento, está en el alto del
Chajnantor, en la cordillera de los Andes. Allí se está construyendo el
Atacama Large Millimeter/submillimeter Arraya (ALMA), una super
instalación telescópica de vanguardia con la misión de estudiar, «la luz
de los objetos más fríos del Universo. Esta luz –explica ESO- tiene
longitudes de onda de alrededor de un milímetro, entre el infrarrojo y
las ondas de radio».
Los elementos «fríos» son desde el gas molecular y el polvo
hasta los vestigios de la radiación del Big Bang. El ALMA empezó el
pasado año sus primeras observaciones sobre estos. Una vez que la
totalidad del complejo esté terminado, dispondrá de sesenta y seis
antenas de alta precisión y cincuenta de doce metros de diámetro. Todas
actuarán de forma conjunta, como un solo telescopio.
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