El físico y poeta David Jou, interesado por las analogías entre el cerebro y el Universo, apuesta por una ciencia que no olvide la espiritualidad
Oscar del Pozo
Seguir el discurso de David Jou,
profesor de Física de la Universidad Autónoma de Barcelona y poeta, es
apasionante, pero no resulta fácil. Convencido de que la ciencia sin
espiritualidad «no tiene sentido», su pensamiento contesta a las
preguntas con una profundidad y un alarde de conocimientos de tantas
materias, desde la física cuántica y la biología a la religión, que uno
no puede más que escucharle como lo haría un alumno (y poco aventajado).
Sin embargo, este experto en termodinámica de procesos irreversibles
reconoce que comenzó a interesarse por el cerebro humano en parte «como
un ejercicio de modestia». «Los físicos tenemos la impresión de que lo
sabemos casi todo del Universo y no nos damos cuenta de que dentro de
nosotros hay otro 'universo' mucho más complejo». De ello habló el
científico el pasado jueves en el ciclo «Los límites de la ciencia» que
organiza la Fundación Banco Santander en Madrid.
-¿En qué se parecen el cerebro y el Universo?
-Hay 100.000 millones de galaxias y 100.000 millones de
neuronas. El Big Bang provocó la gran expansión del cosmos, y en el
cerebro ocurre un momento parecido durante la gestación en el que se
producen 250.000 neuronas por minuto. También hay otro aspecto que tiene
que ver con la materia oscura.
-Explíquese.
-La materia solo supone el 5% de la composición del
Universo. El resto es materia y energía oscuras, de las que sabemos muy
poco. En el caso del cerebro, las neuronas son solo el 15% del contenido
del cerebro, el resto son células gliales, que intervienen en aspectos
importantes de la computación.
-¿Es el cerebro la cúspide del desarrollo del Universo?
-Para poder tener un órgano de la complejidad del cerebro
se necesita un Universo de como mínimo 11.000 millones de años luz de
radio, que es algo espectacular. Esto es así porque la vida que
conocemos está formada por átomos de carbono, nitrógeno y oxígeno, que
no existían cuando el Universo tenía tres minutos.
-¿Todas estas similitudes tienen algún sentido o son una cuestión de azar?
-De azar no lo creo. Son maneras de organizar la materia
bajo diversas restricciones. No diré que sea una cosa intencionada, pero
la capacidad que tiene nuestro cerebro para comprender el Universo es
de verdad sorprendente.
-Si el fruto final del cerebro es el pensamiento, ¿podemos hablar de algo parecido a nivel cósmico?
-No lo sé. Se puede interpretar el Universo como un gran
ordenador del que podría emerger un gran pensamiento que interaccionara
con el que ha surgido en su interior. Religiosamente, no habría problema
en imaginar un pensamiento que podría ser el Logos del Evangelio de San
Juan.
-¿Qué papel juega Dios en todo esto?
-Es concebible pensar en una racionalidad de la cual vengan
no tan solo las leyes físico-químicas, sino que también dé sentido y
finalidad al Universo. Hablamos de valores y del bien y el mal.
-Algunos colegas suyos, incluido Hawking, a quien usted conoce bien, rechazan de forma tajante la existencia de Dios.
-Admiro mucho su obra científica, pero, de cierta manera,
ellos también tienen un creador porque divinizan las leyes físicas. Por
otra parte, sus conocimientos de religión son muy escasos, la presentan
como una cosa sin elucubración intelectual cuando llevamos más de 2.000
años de teología. Para ellos, que haya existido o no un concilio
vaticano no tiene ninguna importancia. Sus consideraciones sobre la
religión son excesivamente frívolas.
-Combinar religión y ciencia parece resistirse a veces.
-El problema es que la ciencia va cambiando. No pretendo
establecer una armonía entre ciencia y religión, sino abrirme a las
sorpresas de las posibilidades. Por otro lado, mire, la ciencia y la
tecnología nos marcan un tiempo muy acelerado. Yo creo que si
estuviéramos cien años sin investigación científica el mundo podría
mejorar mucho solo administrando con justicia lo que se ha hecho hasta
ahora. Conviene también tener una visión crítica sobre la ciencia. Sin
espiritualidad, sin amor en sus términos más generales, no tiene
sentido.
-¿Hasta qué punto lo que nos rodea es una creación de nuestra mente?
-Hay demasiadas coincidencias para pensar que no exista una
realidad exterior, pero el problema es hasta qué punto la podemos
conocer o si al conocerla de manera limitada la estamos creando a través
de nuestra interpretación. Así, vivimos en una creación nuestra que no
es propiamente la realidad. La filosofía, la cultura, el arte y la
religión juegan un papel importante en esas interpretaciones.
-¿Podríamos nosotros crear un nuevo Universo algún día?
-Tendríamos que producir una gran concentración de energía
en un determinado punto de densidad que pondría en marcha los mecanismos
de aceleración del espacio. Pero mejor no hacerlo, porque en pocos
minutos desaparecería nuestra galaxia y finalmente el Universo en el que
vivimos. Tendríamos que multiplicar por 10.000 millones la energía que
ahora tenemos en el CERN (Organización Europea para la Investigación
Nuclear), lo que parece algo mucho más allá de nuestro alcance.
-Viéndolo de forma poética, quizás Dios fue un físico que trabajaba en otro CERN en otro Universo.
-Efectivamente. Pero si nosotros construyéramos un universo
así, no sabemos de qué tipo nos saldría, con o sin vida. Ese físico
sería uno mucho más competente que nosotros.
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