En
Asia Menor había antaño muchas de las llamadas “montañas sagradas”. Una
de ellas es Nemrud Dag, un gigante de 2.150 m. de altitud situado en la
cordillera de Antitauro, en Anatolia, la península de Turquía tan
cargada de historia.
En la cumbre hay estatuas de dioses y reyes greco-persas, mudos testigos
de un antiguo reino. También son testigos silenciosos de una terrible
maldición y de un misterioso enigma que se oculta en el interior de la
montaña; por lo menos eso es lo que parece que está grabado en ellas y
representado en letras del alfabeto griego.
Kommagene sería desde hace tiempo un reino caído en el olvido si
su soberano, Antíoco I (mediados del siglo I a. de C. a 34 d. C.), no
hubiera transformado toda la cumbre de la montaña Nemrud Dag en un
inmenso sepulcro para sí mismo.
“He hecho construir el templo mortuorio en este lugar sagrado para que
la envoltura de mi cuerpo descanse allí hasta tiempos infinitos en el
trono celestial común de todos los dioses”, hizo grabar el rey por
entonces sobre pesadas placas de piedra calcárea.
Antes
de esto ya había hecho abrir tres terrazas de notable extensión en la
montaña, sobre las que se colocaron enormes estatuas de [Túmulo en la
cima de Nemrud Dag, donde se cree que está sepultado el rey Antíoco I.]
toneladas de peso.
Detrás se erigió una pirámide de piedra picada de 50 m. de altura que cubría toda la punta cónica de la montaña.
De este modo, pensó, su sueño eterno no se vería perturbado por
profanadores de tumbas. Y tuvo razón, porque hasta hoy nadie, ni
saqueadores ni arqueólogos, ha logrado penetrar en la pirámide cuyos
fragmentos de piedra del tamaño de un puño se desplazan para tapar
cualquier abertura que se intente practicar.
Hay muchas especulaciones en torno a las razones que movieron a Antíoco a
colocar numerosas estatuas de dioses en la cumbre de Nemrud Dag. Lo
cierto es que el monarca intentó unir varias cosmovisiones y confesiones
religiosas. En una estela de Nemrud Dag está escrito: “Creo que la
devoción no sólo es para nosotros los humanos el bien más seguro entre
todas las propiedades, sino también la alegría más dulce”.
Además, el monarca dejó un “mensaje inmortal” que confió exclusivamente a
Nemrud Dag y que recibió el nombre de “la ley inamovible del tiempo”.
Asimismo formuló una maldición sobre todo aquel que tratara de encontrar
su tumba y su secreto: “Para todas las estirpes [...] es una cuestión
religiosa que lo guarden de manera que nadie pueda tocarlo, a sabiendas
de que todo acto impío será perseguido por la terrible venganza de los
ancestros [...]. A quien intentare levantar o lesionar la vigencia
sagrada de este mandato, caiga sobre él y sobre toda su estirpe la ira
irreconciliable de todos los dioses hasta obtener el pleno desagravio”.
DETECTIVES ARQUEOLÓGICOS ;
En 1880, el ingeniero alemán Karl Sester descubrió el sepulcro de Nemrud
Dag. En 1882 volvió al lugar junto con el arqueólogo berlinés Carl
Humann (1839-1896) e inició un inventario. Las primeras excavaciones
extensivas no se iniciaron hasta 1951, a cargo del arqueólogo alemán
Friedrich Karl Dörner y la paleontóloga norteamericana Theresa Goell.
Desde 1989, los geofísicos Tom Utrech y Volker Hagen, del Instituto
Geofísico de Kiel, Alemania, tratan de explorar el montículo de tierra
con mediciones sismográficas y de radar, descubriendo anomalías en forma
de caverna que dibujan una línea ascendente. El director turco de la
expedición, Sencer Sahin, de la Universidad de Colonia, sospecha que la
tumba de Antíoco se halla en el más alto de estos puntos: es donde
estaba más cerca de los dioses.
Aunque el santuario todavía no ha revelado su secreto, seguramente no es
más que una cuestión de tiempo hasta que los arqueólogos encuentren la
tumba y logren abrirla. Entonces se demostrará si Antíoco habrá
conseguido mantener su bimilenaria maldición con toda su potencia hasta
el tercer milenio.
Informando: http://elarcadelmisterio.blogspot.com/
Fuente:
despiertaalfuturo
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