Aparatos desarrollados para la exploración del Cosmos han dado lugar a multitud de productos que nos hacen la vida más fácil, cómoda y segura: el taladro portátil, el termómetro de oído, las modernas gafas de Sol o la jarra para depurar agua se probaron antes fuera de la Tierra
nasa
"Mejor invertir ese dinero en acabar con el hambre en el
mundo". Esta frase es un lugar común entre quienes se oponen a destinar
recursos a buscar vida en Marte, intentar detectar señales de radio de
extraterrestres, mantener la Estación Espacial Internacional (ISS),
construir telescopios orbitales o cualquier otra iniciativa relacionada
con el espacio. A fin de cuentas, ¿qué se nos ha perdido ahí arriba
cuando quedan tantas cosas por hacer aquí abajo? Si usted cree que poco,
está confundido.
Puede estar leyendo estas líneas en un teléfono de última
generación, una tableta, un ordenador portátil o uno de sobremesa. Da
igual el cacharro que use. En 1949, ENIAC, la primera computadora
digital, ocupaba 167 metros cuadrados: el Laboratorio de Investigación
Balística del Ejército estadounidense la utilizaba para cálculos de
artillería. Ahora, llevamos en el bolsillo un potente ordenador -eso es
un teléfono inteligente- como si nada. La miniaturización es una de las
señas de identidad del avance tecnológico y se aceleró con la
exploración espacial. La razón es puramente económica.
16.000 euros el kilo
Poner un kilo de lo que sea en órbita cuesta unos 16.200
euros, según cálculos de la NASA. Llevar un iPad Air -que cuesta entre
479 y 869 euros, y pesa 453 gramos- hasta la ISS sale por la friolera de
7.340 euros. Así que, desde el lanzamiento del 'Sputnik' en 1957, uno
de los objetivos prioritarios de las agencias espaciales y las compañías
que contratan sus servicios ha sido reducir al mínimo posible el peso
de los componentes de todo tipo de ingenios: hacer lo mismo o más con
menos peso. Y los logros de esa jibarización tecnológica se han
trasladado a nuestra vida diaria, en forma de ordenadores, auriculares,
baterías, detectores de humos, corazones artificiales y una amplia
variedad de dispositivos electrónicos.
Seguro que usted no asociaría algunos productos con la
conquista del espacio, como es posible que haga con el Teflon, el Velcro
y el Tang, el refresco soluble con sabor a frutas. Sin embargo, ni el
Teflon, ni el Velcro, ni el Tang son hijos de la carrera espacial. El
Teflon lo inventó la química Dupont en 1938; el Velcro, el ingeniero
eléctrico suizo George de Mestral en 1948; y el Tang lo formuló el
investigador William A. Mitchell para la General Foods Corporation en
1957 y llegó a los supermercados dos años después.
Si hace deporte, es muy probable que tenga unas zapatillas
de colores llamativos que amortiguan los impactos contra el suelo,
mantienen sus pies bien ventilados y hasta hacen que se canse menos.
Están basadas en las botas que Neil Armstrong cuando el 21 de julio de 1969 pisó la Luna,
de las que también se han beneficiado en su calzado los esquiadores.
Como los alpinistas, que pasan menos frío en las alturas gracias al uso
de tejidos creados para los astronautas. Los cascos de foam que
absorben los golpes y usan los ciclistas y jugadores de fútbol
americano, entre otros deportistas, también tienen su origen en los
diseñados por la NASA para evitar que los astronautas sufran lesiones
por la gran aceleración que tienen que soportar durante despegues y
reentradas. Y las mejores gafas de sol con
lentes que frenan la radiación ultravioleta y no se rayan son hijas de
la experiencia adquirida en los visores de los cascos espaciales, y
proporcionan una nitidez muy superior a las convencionales.
Agua pura
Quizá no haga deporte, pero seguro que usa el cuarto de
baño y tiene en él un termómetro. ¿Se acuerda de los de mercurio? Ya no
existen. Una directiva de la UE los prohibió en 2007 y en España no se
venden desde abril de 2009. Ahora, la mejor alternativa es el termómetro de oído,
que toma la temperatura en poco más de un segundo y sin las
incomodidades, ni el peligro, del de mercurio. Su tecnología se basa en
la desarrollada por la NASA para medir la temperatura de las estrellas
gracias a su radiación infrarroja. El termómetro de oído, que llegó al
mercado en 1991, mide la radiación infrarroja que nosotros, como todos
los seres y cosas -incluidas las estrellas-, emitimos para ver si
tenemos fiebre.
En las estaciones orbitales, el tratamiento del agua es
vital para la supervivencia de sus ocupantes, así que se han tenido que
crear sistemas muy efectivos. Ya en la Tierra, las aguas residuales de
nuestros hogares acaban en depuradoras donde plantas acuáticas extraen
de ellas las sustancias contaminantes, algo en lo que fue pionera la
NASA. La calidad de esa agua depurada se controla en los centros de
tratamiento con unos dispositivos que, originalmente, fueron diseñados
para medir en tiempo real los niveles de nutrientes en las soluciones
para cultivos hidropónicos en el espacio. Además, los sistemas de
potabilización para garantizar que los astronautas dispongan en todo
momento de agua sin gérmenes se basan en unos filtros de carbón activo
que del espacio han llegado a las jarras purificadoras y dispositivos para grifos de uso doméstico.
Las balsas del proyecto Apollo, cuyas cápsulas caían en el Pacífico, han salvado la vida de más de 400 marinos, y el primer corazón artificial,
diseñado a partir de las bombas de combustible del transbordador
espacial para suplir provisionalmente al órgano dañado hasta el
trasplante definitivo, a más de 450 enfermos desde los años 90. Desde un
punto de vista estrictamente económico, la NASA calcula que Boeing, uno
de sus socios, ha ahorrado en sus aviones de línea gracias al 'winglet', el extremo del ala doblado hacia arriba probado por la agencia espacial, más de 10.200 millones de litros de combustible o, lo que es lo mismo, 2.960 millones de euros
Conectados
El último acontecimiento deportivo internacional llega a su
televisión como si nada. Da igual dónde se celebre. Sin embargo, no
siempre ha sido así. Hubo un tiempo en el que era imposible ver partidos
de fútbol, conciertos o imágenes de un suceso en directo si tenía lugar
un poco lejos. Eso cambió con los satélites artificiales,
que orbitan nuestro planeta entre los 700 y los 30.000 kilómetros. Si
esos ingenios desaparecieran de repente, no solo dejaríamos de disfrutar
de mucha información y entretenimiento televisivo, sino que, además, la
comunicación intercontinental se vería muy limitada, la predicción
meteorológica sería casi una lotería, los sistemas de navegación
dejarían de funcionar -incluido el GPS que usamos en el coche o cuando
vamos al monte-, no habría ningún medio para observar cómo evolucionan
fenómenos terrestres y marinos... ¿Se imagina un retroceso al mundo de
1960?
NASA
Hablando de deportes, si le gusta el automovilismo, sabe que los monos de los pilotos son ignífugos.
No es algo que hayan desarrollado los departamentos de investigación de
las grandes escuderías de la nada. Tienen su origen en las prendas
resistentes al fuego diseñadas por la NASA para las misiones Apollo.
Aguantan más de 1.300º C y garantizan que, en caso de accidente, el
piloto cuente con unos segundos, preciosos para la vida, hasta que
llegue el equipo de socorro. Hasta de las catástrofes espaciales nos
beneficiamos en el día a día. Un científico de la NASA desarrolló,
dentro de la investigación del accidente del transbordador 'Columbia'
-en el cual el 1 de febrero de 2003 murieron siete astronautas-, un
programa informático para calcular las dimensiones de objetos a partir
de fotografías que ya se emplea en la construcción y la investigación de
accidentes de tráfico.
Cuando la NASA puso en marcha el proyecto Apollo, se
enfrentó a un problema: los astronautas no podrían en la Luna enchufar
en ningún lado el taladro con el que recoger muestras. Black &
Decker había desarrollado en 1961 las primeras herramientas
inalámbricas. Así que la agencia encargó a la compañía la fabricación de
taladros que funcionaran con baterías, a temperaturas extremas y en
gravedad cero. Ahora, taladros ligeros y potentes, derivados de aquéllos
-y una gran variedad de herramientas similares-, están en muchas cajas
de herramientas caseras. Por no hablar de las pequeñas aspiradoras
portátiles para el coche.
Un dólar en el espacio, siete en la Tierra
Hay unos 30.000 productos a la venta derivados de
desarrollos originales o modificaciones de otros para la supervivencia
del hombre en el entorno más hostil, el espacio. Son los frutos
tangibles de una aventura que algunos consideran un capricho, pero que
genera, además de conocimiento, riqueza: la NASA asegura que cada dólar
invertido en el espacio genera siete en forma de aplicaciones. Y el
coste de algunas misiones, de cuyos avances acabaremos beneficiándonos
todos, tampoco es tanto.
La misión de 'Curiosity',
el laboratorio móvil que explorará Marte durante casi dos años, ha
costado 2.500 millones de dólares (1.854 millones de euros). ¿Mucho?
Depende. El Real Madrid
tiene un presupuesto para esta temporada de 515 millones y el FC
Barcelona, de 509. El presupuesto anual de los dos clubes de fútbol más
potentes de España es más de la mitad que el coste de una misión de dos
años al Planeta rojo.
Informando: http://elarcadelmisterio.blogspot.com/
Fuente: ABC
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