Rebosantes de vida, aparecieron entre el hielo y podrían ser beneficiosas en la lucha contra el calentamiento global
David Munroe, USAP
Charcas
de color “verde chillón” y rebosantes de vida aparecieron hace algunos
meses entre el hielo en zonas remotas del Océano Antártico, y éstas
podrían ser beneficiosas en la lucha contra el calentamiento global.
Observadas en el poco estudiado Mar de Amundsen, las radiantes plantas deben su color a la clorofila,
un pigmento encontrado en varios tipos de fitoplancton, o algas
diminutas. Tanto el zooplancton que se alimenta de algas, como los
pequeños crustáceos llamados krill y las larvas de peces y camarones
viven también en esas zonas.
Una
expedición científica reciente estudió estas algas mientras surcaban la
polinia (espacio abierto de agua, dependiendo de la estación, rodeado
de hielo marino) del Mar de Amundsen.
Las
polinias, que a menudo miden cientos de kilómetros de ancho, son
“oasis” ricos en nutrientes que ofrecen refugio para animales, tanto
pequeños como grandes, explicó Patricia Yager, científica jefe de la
Amundsen Sea Polynya International Research Expedition (ASPIRE,
Expedición de Investigación Internacional de la Polinia del Mar de
Amundsen),que está financiada por la U.S. National Science Foundation
(Fundación Nacional de Ciencia de los EE.UU.) y el Swedish Polar
Research Secretariat (Secretariado Sueco de Investigación Polar) .
Estas
bolsas de agua abiertas existen por dos motivos: porque el viento se
lleva trozos de hielo lejos de la costa, y porque el aire caliente o una
corriente de agua más cálida derriten pedazos de hielo.
Cuando
el hielo marino estival se derrite, puede liberar micronutrientes en el
océano, que sobrealimentan a las algas. Dichos micronutrientes son
cantidades residuales de elementos como el hierro, que son esenciales
para el crecimiento de las plantas.
A
medida que los glaciares y el hielo marino del oeste de la Antártida se
derritan debido al calentamiento global, se producirá un influjo de
micronutrientes al océano, lo que avivará el crecimiento de algas más
grandes, afirmó Yager en una entrevista.
Semejante
boom de algas puede, de hecho, resultar beneficioso para el clima, ya
que las plantas engullirán más dióxido de carbono, un gas de efecto
invernadero. Sin embargo, advirtió, esto sólo sucedería hasta cierto
punto.
Productividad «excepcional»
Gracias
a datos de teledetección remota, Yager y sus compañeros de estudio
saben desde 2003 que la polinia del Amundsen es una de las más
productivas del océano. Sin embargo, “en realidad, el satélite sólo
puede ver la superficie, es decir, donde no hay hielo”, apuntó Yager.
“Eso no es todo”.
La
reciente expedición (que tuvo lugar entre noviembre y enero del pasado
año a bordo de dos rompehielos de investigación), era de las primeras en
tomar muestras directamente de la polinia.
Las
muestras de las aguas superficiales de la polinia revelaron que las
charcas tenían cantidades de hasta 45 microgramos de clorofila por
litro, lo que supone que es cinco veces más verde que algunas partes de la pluma del Río Amazonas,
la zona rica en nutrientes en la que el Amazonas desemboca en el
Atlántico. Dicho descubrimiento “supera todas las expectativas”, indicó
Yager en un informe preliminar de la investigación. Es “el agua más
verde que he visto en mi vida”, afirmó.
Según
Maria Vernet, bióloga del Instituto Scripps de Oceanografía en LaJolla,
California, no es poco frecuente encontrar grandes cantidades de
clorofila en el Mar de Amundsen. Esto se debe a que las aguas de las
polinias reciben un influjo regular de agua dulce , proveniente de hielo
marino derretido, y una gran cantidad de luz solar (dos condiciones
fructíferas para que se dé la vida). Por ejemplo, las algas normalmente
crecen en capas de agua dulce de hasta 40 metros de profundidad que en
ocasiones descansan sobre agua marina de mayor densidad.
Aún
así, “encontrar cantidades mayores de 30 (microgramos de clorofila) es
excepcional, y que estén por encima de 40 lo es aún más”, dijo Vernet,
que no participó en la expedición. “Sólo lo he visto en contadas
ocasiones”.
Los «comeabonos»
La
polinia de Amundsen quita también dióxido de carbono de la atmósfera a
una velocidad extraordinaria, destacó Yager, científico de la
expedición. Los niveles de dióxido de carbono de la polinia eran los más
bajos que Yager había visto nunca (100 partes por millón, en
comparación con las 390 partes por millón de la atmósfera terrestre).
Eso “significa que la biología funciona muy deprisa” para consumir el
gas, afirmó.
Durante
la fotosíntesis, las algas utilizan la energía que obtienen de la luz
solar para combinar el dióxido de carbono con el agua y así formar
carbono. No obstante, el zooplancton “herbívoro” podría comerse las
algas, apuntó Yager, y éstos volverían el dióxido de carbono a la
atmósfera mediante la respiración.
Lo que es más, en aquello que Yager llama “el montón de abono del océano”, las
bacterias también descomponen algunas de las algas muertas, con lo que
vuelven a convertir el carbono en dióxido de carbono.
En
resumen, se da un constante tira y afloja entre las algas, las
bacterias y el zooplancton en la polinia, lo cual puede limitar la
cantidad de dióxido de carbono de la atmósfera que se queda en el
océano.
Por
ejemplo, en ocasiones se da una explosión demográfica de algas, que más
tarde mueren, se hunden hasta el fondo y se llevan el carbono consigo.
En otras ocasiones, sin embargo, hay muchos herbívoros y bacteria en la
superficie, y el dióxido de carbono vuelve a la atmósfera al poco tiempo
de entrar en el océano.
Este
ciclo de carbono puede verse influenciado por otros factores, tales
como el viento y cubiertas de hielo marino cambiante, recalcó Lisa
Miller, bioquímica marina en Fisheries and Oceans de Canadá.
Los
vientos fuertes pueden enviar más dióxido de carbono a las aguas
superficiales, donde el gas es ingerido por los microbios más
rápidamente. Del mismo modo, a medida que el hielo marino se va formando
en invierno, puede evitar que el carbono vuelva a la atmósfera por
medio de la ebullición, añadió Miller.
La
salmuera también tiende a acumularse por debajo del hielo marino, lo
que hace que las aguas superficiales sean más densas y propicien que las
algas muertas (y el carbono con ellas) se hundan hasta el fondo.
Una bendición para el clima… de momento
En
general, las polinias en expansión son buenas para el clima terrestre,
ya que atrapan el carbono, dijo Miller, aunque existe un límite.
Esto
se debe a que, si el mundo sigue aumentando de temperatura, las
polinias desaparecerán junto al hielo marino, apuntó Yager, líder de la
expedición. Si el hielo no los atrapa, los micronutrientes que provienen
del deshielo simplemente se dispersarán por el océano.
"Se
trata de algo limitado, ya que las polinias pueden alcanzar un tamaño
máximo antes de desaparecer completamente”, afirmó Yager. Del mismo
modo, una polinia excepcionalmente verde no significa necesariamente un
aumento en la cantidad y el tamaño de las algas. Se necesitan más datos
de teledetección y viajes de investigación para observar si la polinia
Amundsen se está volviendo más productiva, agregó Vernet, del Instituto
Scripps.
El
calentamiento global en sí mismo es otro factor que complica las cosas,
señaló Vernet, ya que el hecho de que se derrita el hielo marino es el
que ha permitido que los científicos tengan mayor acceso a zonas que
antes se encontraban selladas por el hielo.
"Se
trata de un tema algo peliagudo. ¿Estamos viendo (este fenómeno) porque
lo podemos ver, o acaso ha estado ahí siempre?” planteó. “Ésa es una
pregunta que siempre hay que hacerse cuando uno descubre algo nuevo".
Aún
así, Yager afirmó que su investigación ha empezado a desentrañar el
modo en que el clima afecta al océano. "El Mar de Amundsen" escribió
Yager en su último informe de campo, "tiene ahora menos secretos."
Informando: http://elarcadelmisterio.blogspot.com/
Fuente: ABC
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