Un nuevo experimento
realizado por el Dr. Dean Radin sugiere que no existe una realidad
independiente de su observación; aparentemente la conciencia actúa sobre
las partículas subatómicas, modificando sus estados cuánticos.4
En el centro del
misterio que representa la física cuántica esta la posible interferencia
del acto de observar en los resultados de un experimento, como si de
alguna forma la conciencia estuviera influyendo en un fenómeno que en
apariencia debiera ser independiente, o hasta pudiera estarse creando
ese fenómeno con el mero acto de observar.
Ocurre que al hacer una
medición de un sistema de partículas subatómicas la función de onda
varía instantáneamente, y no sólo en la región de la medida sino en
cualquier otra por muy distante que esté.
Existe enorme polémica entre los físicos sobre esta teoría de la
participación de la conciencia en un fenómeno material; mientras que
aquellos más ajustados al paradigma clásico rechazan dicha influencia,
una corriente identificada dentro de la Interpretación de Copenhague
considera plausible que el colapso de la función de onda de un electrón
esté determinado por la acción de una conciencia.
Recordamos a Dean Radin por su participación en el Global Consciousness
Project de la Universidad de Princeton, el cual justamente mide, con
enorme elegancia, la capacidad de la conciencia colectiva de modficar un
aparato de medición y por lo tanto de manifestarse materialmente, así
como por su trabajo estudiando la telepatía.
Este maverick de las
fronteras de la ciencia ha realizado un nuevo experimento en conjunto
con una serie de científicos del Noetics Institute, publicado en Physics
Essays, el cual sugiere que la conciencia afecta la medición de un
fenómeno.
Se realizó un experimento de doble rendija (o experimento de Young,
famoso por haber revelado la dualidad onda corpúsculo de la luz). “Se
predijo que la proporción del patrón de interferencia de la energía
espectral de la doble rendija en relación a la energía espectral de una
sola rendija disminuiría cuando se enfocaba la atención a la doble
rendija en comparación a cuando no se dirigía la atención”. El
experimento constó de 250 sesiones con 137 personas que enfocaron su
atención a las rendijas por las que atravesaban fotones.
Se diferenciaron
intervalos de tiempo en los que se dirigió esta atención y en los que no
se dirigió atención. Radin dice que, mientras que se erradicaron todo
tipo de variables que podrían influir en el experimento, factores
asociados a la conciencia, como experiencia meditando, apertura
emocional y otros factores psicológicos “correlacionaron
significativamente con las perturbaciones del patrón de interferencia de
la doble rendija”. Eso parece ser “consistente con la interpretación
relacionada a la conciencia en el problema de medición cuántica”.
Todo parece haberse
hecho conforme al más estricto método científico. Las implicaciones son
inmensas, aunque nuna saldrá en el noticiario de la noche. Dice Radin en
la introducción a su experimento:
La medición cuántica es un problema ya que viola la doctrina comúnmente
aceptada del realismo, que asume que el mundo en general es
independiente de la observación.
El conflicto entre el
realismo ingenuo y lo que implica el problema de medición cuántica
obligó a muchos de los pioneros de la teoría cuántica a considerar el
significado de observación y medición. Algunos como Pauli, Jordan y
Wigner creyeron que algún aspecto de la conciencia –refiriéndose a
capacidades mentales como la atención, la alerta y la intención– eran
indispensables para entender la medición cuántica. Jordan escribió: “Las
observaciones no sólo perturban lo medido, lo producen… Provocamos que el electrón asuma cierta posición definida. Nosotros mismos producimos el resultado de la medición”.
Esto evidentemente es
algo que la ciencia instintivamente rehuye, puesto que pone en
entredicho sus fundamentos: refuta la existencia de una realidad
objetiva. Y aunque por años se ha querido desestimar este fenómeno como
algo que sólo ocurre en el mundo fantasmagórico de las partículas
subatomícas, y que no tiene ningún significado en nuestro mundo
marcoscópico (una especie de insignificante aberración que algún debiera
ser rectificada), lo cierto es que lo que implica es consustancial a
toda la existencia del universo e inescapable para cualquier formulación
filosófica.
¿Como separar de nuestro
sentido existencial el hecho de que todo aquello de lo que estamos
compuestos, en su constituyente básico, se ve modificado por el acto de
ser observado? ¿Cómo no entender entonces, como lo hiciera Robert Anton
Wilson, que cualquier teoría, creencia, modelo o sistema que erigamos no
es más que un producto de nuestra observación y no un reflejo de la
realidad? “Cada descripción del universo es una descripción del
instrumento que utilizamos para describir el universo (la mente
humana)”, escribió el autor de Psicología Cuántica.
Dean Radin, junto con científicos como David Bohm o Rupert Sheldrake,
manifiesta una gran valentía al investigar estos temas anatemas.
”La noción de que la
conciencia puede estar relacionada a la formación de la realidad física
ha sido asociado más con la magia medieval y las ideas New-Age que con
la ciencia sobria. Como resultado, es más seguro para la carrera de un
científico evitar relacionarse con temas tan dudosos y subsecuentemente
los experimentos que examinan estas ideas son difíciles de encontrar en
la física. De hecho el tabú es tan grande que hasta hace poco se había
extendido a todo examen sobre los fundamentos de la teoría cuántica. Por
más de 50 años estos experimentos se han considerado inapropiados para
un investigador serio”.
Tiene cierta lógica, la espectralidad de la realidad pone en riesgo el
poder casi divino que ha cobrado la ciencia en nuestra sociedad.
Un poder que se ha
incrementando en la medida que la magia y el arte han cedido su propio
poder. La ciencia se considera el único método legítimo para acercarse
al conocimiento –una reputación basada ciertamente en su capacidad de
generar tecnología y manipular la naturaleza. Pero si acaso la ciencia
no ha de ser cínica y rastrera entonces debería investigar, bajos sus
principios, la naturaleza de la realidad sin imbuirle sus propias
creencias. Ocurre justamente como en el fenómeno del colapso de onda,
que al medir un fenómeno la ciencia proyecta la naturaleza de su
conciencia en ese fenómeno: la realidad se convierte en una imagen de su
modelo de realidad. Este es su gran poder, aunque de paso podría estar
confirmando que el observador afecta lo observado.
Una posible explicación,
también, de por qué experimentamos más o menos la misma realidad
colectivamente: un paradigma de pensamiento dominante se encumbra sobre
el mundo proyectando su visión de la realidad: y eso es lo que vemos,
puesto que así medimos.
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