La teoría extraterrestre cuenta, en el caso de Egipto, con todo
género de indicios. Simplicio dijo que los habitantes de este país
conservaban observaciones astronómicas de los últimos 600.000 años.
Diógenes Laercio databa la antigüedad de los cálculos astronómicos
egipcios en unos 48.000 años y Marciano Capella decía que estudiaron las
estrellas durante 40.000 años. Pero, por supuesto, los historiadores y
egiptólogos oficiales no aceptan esto, como tampoco las cronologías que
remontan la lista de sus míticos regentes predinásticos a aquella remota
época. La representación más espectacular del firmamento egipcio está
en el techo de una capilla del templo de Hathor Se trata del famoso
Zodiaco circular de Dendera. El notable egiptólogo y hermetista
R.A.Schwaller de Lubicz, demostró que en este zodiaco se encuentran las
pruebas de la antigüedad del santuario. Consiste en dos círculos de
constelaciones, toscamente superpuestos, centrado uno en el Polo Norte
geográfico y otro en el real, el de la eclíptica, hacia el que señalaría
el eje de la Tierra si no oscilase. El diámetro del zodiaco de oriente a
occidente cruza la constelación de Piscis, evidenciando que se
construyó en la era regida por esta constelación, hace más o menos 2.100
años. Pero un par de jeroglíficos, en su borde, insinúan la presencia
de otro eje que pasa por el comienzo de la era de Tauro, suceso ocurrido
¡más de cuarenta siglos antes!
Ello indica que los egipcios conocían
la precesión de los equinoccios (movimiento de los puntos equinocciales
en virtud del cual se anticipan un poco, de año en año, las épocas de
los equinoccios) y que la tradición religiosa mantenida en el templo de
Dendera data de ¡cuatro mil años antes de lo que hasta ahora se ha
aceptado!
Pero la hipótesis de visitas
extraterrestres en el pasado que habrían contribuido al conocimiento de
la astronomía adquiere un especial relieve cuando nos enfrentamos a la
Gran Pirámide. Pasando por alto las numerosas referencias egipcias a sus
«dioses instructores», que merecerían un desarrollo aparte, los datos
suministrados por las medidas de este monumento despejan cualquier duda
en lo que concierne a un conocimiento astronómico y geodésico
absolutamente anacrónico para el que los egiptólogos otorgan a los
primitivos moradores de las riberas del Nilo. Sencillamente, la
tecnología de que disponían era claramente insuficiente para la
obtención de tales datos.
Según los egiptólogos, las primeras
tumbas faraónicas conocidas son las de la XI dinastía, es decir, que
datan de 2.160 a 2.000 años a.C. Están situadas frente a Karnac, en la
llanura de El Taraf, al nordeste del Valle de los Reyes y se abren hacia
el oeste, es decir, hacia el Sol poniente. En consecuencia, las
pirámides orientadas al norte no eran sepulturas, sino templos y, como
tales, contenían no sólo la cultura religiosa sino un conocimiento,
adquirido de los dioses, que se plasmó en forma de datos que
relacionaban el monumento con las medidas geodésicas de nuestro planeta.
Han sido muchos los investigadores que han comprobado la precisión de
estos datos.
Jomard, que participó en la expedición
napoleónica, extrajo de Estrabón y de Diodoro Sículo la información de
que el apotema de la Gran Pirámide tenía un estadio de longitud, es
decir, 185,5 metros. Los autores clásicos afirmaban que un estadio era
la sexcentésima parte de un grado geográfico. Según esto, el apotema de
la pirámide multiplicado por 600 nos daría la longitud de un grado en
Egipto. Jomard tuvo en cuenta también la afirmación de Agatárquides de
que la largura de cada lado de la base era idéntica a la longitud de un
minuto (cada una de las sesenta partes iguales en que se divide un grado
de círculo) del meridiano terrestre. Con estos datos se comprueba no
sólo el asombroso conocimiento geodésico del planeta que tenían los
egipcios, sino la premeditada adecuación de las medidas de la pirámide a
las del planeta…………
Informando: http://elarcadelmisterio.blogspot.com.es/
Fuente: Maestroviejo
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